Un recuerdo que venía a cuento.
En voz baja, cuando estaba solo, cantaba villancicos.
profesor de filosofía en secundaria que ve los árboles pero no consigue entender el bosque. loiayirga(arroba)gmail.com
En la entrada "cascarrabias" de la wikipedia española, en la británica creo que no, han puesto una foto de mi padre.
Vuestro padre ayer muy triste y lloroso por Teresa, porque ya no pueden comunicarse, porque ella está ausente. Y no paraba de repetir una frase de ella, antes de irse a la residencia: “¡¡Vicente, pero qué está pasando!!”
Me dio mucha pena. Se le saltaron las lágrimas. Yo no sabía cómo consolarlo. Casi me pongo a llorar con él. No lo había visto nunca así desde la partida de Teresa. Sufre más de lo que parece. “Solo quiero leer para no sentir la molestia de los ojos y no pensar en Teresa”, me decía. Me quedé casi hasta la llegada de Mineli. En fin, esperemos que no se deprima.
Antes trató mal a Lourdes, quería que al día siguiente viniera antes de las doce. Voces inoportunas y de muy mal humor. Un poco alterado estaba ayer Vicente. Me pedía algún libro de letra grande. Cada vez lee peor la letra pequeña.
Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio.
Me dicen que has hecho versos
y entre ellos una oda.
Está bien que escribas versos
¡Pero haz versos y no odas!
Mi padre atravesó una temporada en la que decía que él comía porque se forzaba a sí mismo, pero que realmente no le
apetecía comer. Mi hermano médico explicó que no había que preocuparse mientras
no perdiera peso, y lo cierto es que no perdía.
Cuando mi padre hizo su oposición para ganar la plaza en la Escuela de Artes y Oficios había entre los candidatos un aspirante manco. En el examen de copia del natural el hombre andaba sobrado, le faltaba el brazo izquierdo pero con el derecho dibujaba estupendamente. Cuando al final del ejercicio –quedaban pocos minutos- algunos compañeros andaban atareados y con prisa terminando el dibujo que los examinadores les habían planteado él con el suyo ya terminado y muy alegre comentaba en voz alta: “Esto se acaba, señores, esto se acaba.” Supongo que en un examen de dibujo del natural la gente puede hablar, no es como un examen convencional, no lo sé, mi padre cuenta que el hombre decía aquello y que todos podían oírlo.
En el siguiente ejercicio, que era de dibujo técnico, el manco tenía que usar un sistema de pesas para poder utilizar las reglas. Usando solo un brazo colocaba el cartabón y la escuadra en su sitio, ponía encima unas pesas y luego podía trazar la línea correspondiente. Este laborioso procedimiento le permitía dibujar pero naturalmente le llevaba bastante más tiempo que a los compañeros que mientras sujetaban las reglas con la izquierda trazaban las líneas con la derecha .
Cuando faltaba poco tiempo para acabar el plazo asignado al dibujo técnico algún otro aspirante, viendo al manco apurado y todavía dibujando, le recordaba su alegría del ejercicio anterior: “Esto se acaba, señores, esto se acaba”.
Esta anécdota que contaba mi padre es conocida por todos en casa y la frase la decimos a veces cuando ya queda poco de algo.
Era mi madre la que el otro día, con guasa y supongo que algo de tristeza, la recordaba hablando de la vejez de mi padre y de la suya propia.
“Esto se acaba, señores, esto se acaba.”.
Mi padre está viejo. Nació en el año 21. Está muy bien de salud, puede andar, pintar (era profesor de dibujo y pintura), comer de todo, leer. Pero le pican los ojos (síndrome de ojo seco) y le escuecen. Eso le amarga la vida. No hay colirio ni remedio que le alivie y siempre se está quejando de los ojos. Le decimos que a los 91 años es lo mínimo que se puede tener pero eso no le consuela.
Mi padre tiene un miedo terrible a morirse y es eso lo que le hace sufrir tanto con los ojos. Yo creo que es una especie de somatización de su miedo a la muerte que por fuerza sabe cercana.
A mi padre no le escuecen los ojos si está pintando muy concentrado y tampoco cuando hablas con él de sus cuadros y sus cosas. Al hombre le gusta como a todo el mundo que la gente se ocupe de sus cosas. Pero los hijos estamos pendientes de nuestra vida y no le hacemos mucho caso.
Hace dos semanas mi padre perdió prácticamente la visión del ojo derecho. El médico le ha explicado que se trata de una especie de infarto. El ojo deja de ser regado por la sangre y pierde la visión. No se puede hacer nada. Él solo en ocasiones puede recuperarse pero no le han dado muchas esperanzas.
Lo que quería contaros precisamente tiene que ver con la visión.
Hoy, mi mujer y yo íbamos a pasar con el coche justo por delante de la puerta de su casa cuando vimos a mi padre salir de ella. Nos acercábamos lentamente al semáforo y nos tocó parar de modo que podíamos verlo desde dentro del coche a cierta distancia sin que él nos viera a nosotros y pudimos observarlo el minuto y medio que tardaba en abrirse el semáforo.
De repente mi padre se paró en seco. Le dije a mi mujer “se ha olvidado algo”. Pero entonces vi dos chicas jóvenes con falda y brazos desnudos que caminaban en dirección contraria a la suya. Como me conozco y se que de tal palo tal astilla le dije a mi mujer “se ha parado para ver a esas dos”. Las chicas avanzaron tranquilas los metros que las separaban de mi padre que no eran muchos mientras mi padre apoyado en su bastón las esperaba mirándolas fijamente. Cuando pasaron a su lado fue volviendo lentamente todo el cuerpo junto con la cabeza hasta quedarse casi de espaldas mirándolas marcharse. Luego continuó su camino despacio aunque aún echó una echó una última mirada atrás.
Mi mujer se reía mucho. Y me hacía reír a mí.
Parece que aún sabe disfrutar las pequeñas alegrías de la vida. Y eso que solo tiene ya un ojo.
Entradas relacionadas: Primavera, Play with me?
Lo he leído en algún libro (quizás de psicología barata) y sin embargo creo que es absolutamente cierto.
Muchas veces los sentimientos no es algo que nos predisponga a actuar de una determinada manera, acorde con ellos. Muchas veces son la justificación para no hacer nada.
Por ejemplo, siento mucha pena de algunos damnificados en una catástrofe al verlos por televisión. Pero eso no quiere decir que vaya a donar dinero para reparar los daños. Es más, precisamente esa pena me muestra que soy un tipo estupendo, un hombre compasivo que sufre mucho con el dolor ajeno. No necesito dar dinero para sentirme bien.
Si por ejemplo siento un gran dolor recordando cosas que hice mal en la educación de mis hijos, eso me hace sentir buen padre, y eso me evita afrontar la educación de mis hijos hoy. No tenía que lamentarme por el pasado sino afrontar el presente. Pero es mucho más fácil sentir remordimientos por el pasado y eludir el presente.
Voy a contar un caso de lo contrario. Cuando mi padre estuvo ingresado en el hospital le escuché gritar de dolor en alguna cura de la operación. No sentí nada. No dedicaba mis energías a eso porque realmente estaba ocupado de él. Estaba haciendo cosas por él, pero no sentía nada, ni necesitaba sentir compasión para sentirme buen hijo. Es más, me sentía un poco mal hijo por no sentir nada. Sin embargo me ocupaba de él.
Hoy he visto a una persona (llamémosla X) que se “condolía” mucho del daño que sufría otra (llamémoslo Z).
X decía sentir una gran pena del daño que sufría Z… ¡¡¡por algo que le hacía voluntariamente X!!!
Y creo que realmente sentía pena. Era el modo más cómodo de hacer lo que le daba la gana y al mismo tiempo no sentirse tan mala persona.
Publicado por Loiayirga el día 23:58 Etiquetas: hijos, padre, psicología
Se quejaba mi padre, ya noventa años y profesor jubilado de pintura y dibujo, de las alabanzas en los periódicos a Tapies estos días después de su muerte.
Y me contaba de nuevo una anecdota que ya le he oido varias veces. Era una entrevista a Tapies.
Entrevistador: En otros tiempos usted decía que el arte debía estar al alcance de todos y que se podían exponer grandes reproducciones de grandes artistas en las calles. Cuadros de Velazquez, de Rembrandt, etc... ¿Sigue usted pensando lo mismo?
Tapies: En ese aspecto he cambiado. Hoy pienso que el arte debe ser expuesto en un lugar que invite a la visión tranquila. El arte requiere un entorno adecuado que concentre la atencíón para apreciarlo bien.
Así decía la entrevista y mi padre remataba:
"Naturalmente que no quiere que se exponga las obras de arte en la calle. Se da cuenta que si sus "tapias" se exponen en la calle no las apreciaría nadie."
Hoy he encontrado un enlace a un artículo de BOADELLA en que lo pone verde. Según él el éxito de Tapies consiste en haber convencido a los demás de que es tonto el que diga que el emperador va desnudo. Voy a ver si imprimo el artículo y se lo paso a mi padre para que disfrute.
ICONOCLASTA BOADELLA, como a mi padre y a mi nos gusta.
Hay algunos tópicos que se dan entre profesores de instituto de los que no está al tanto el resto de la gente. Uno de los más aburridos, para mí, es el de vuelta de vacaciones.
Es inútil que uno se esfuerce por evitarlo, siempre hay algún compañero, y muchas veces varios, que repiten la frasecita como si dijeran algo original, ingenioso y nuevo. Como si te informasen de algo.
Me refiero a la respuesta más oída con la vuelta al trabajo cuando preguntas que qué tal las vacaciones.
- Cortas.
Cortas. A todo el mundo las vacaciones se le han hecho cortas.
A los ajenos a la enseñanza os asombrará la respuesta. Quizá os parezca absurda. ¿No sabe todo el mundo que los profesores son los que tienen la vacación más larga? Hablamos de vacaciones, ahorraros chistes fáciles que este blog tiene un nivel.
¿Cómo puede un montón de gente repetir una vez tras otra, año tras año, vacación tras vacación, ya sea Semana Santa, Navidad o Verano, la misma “ideita”?
El otro día, recordando con mi padre un poema que escribió cuando aún trabajaba, advertí dónde estaba el meollo de la cuestión y caí en la cuenta de que mi padre era un genio. Había recogido esa idea con más gracia y la había esculpido en mármol para el resto de los siglos. Al menos para los siglos en que siga habiendo profesores con vacaciones.
Cuando uno es feliz el tiempo pasa deprisa. Una persona contenta nunca encuentra el momento de terminar y todo tiempo del mundo es poco si estamos a gusto. Las vacaciones, duren lo que duren, duraran lo que duraran, siempre serán cortas.
¿Pero cómo decir esto sin repetirse y sin caer en la vulgaridad y el aburrimiento de algunos de mis compañeros?
Mi padre lo recogió en cuatro versos.“Quiero vivir en Junio,
cuando el año remansa
su curso en anchos días
para la dicha breves.”
Esos eran profesores, no los de ahora.
................
Me explica mi padre, que en eso es tan honrado como su hijo, que la unión de “anchos días” lo copió de Gabriel Miró. Lo demás se le ocurrió a él solito.