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15 abril, 2015

Un recuerdo que venía a cuento.

Mi padre me contó hace muchos años algo que me impresionó. Solo se lo oí contar una vez, pero creo se mantienen en mi memoria porque entonces no pude entenderlo.

Su padre, el abuelo que nunca conocí, murió de una pulmonía durante unas navidades, siendo él aun un chico joven. Fueron días muy tristes para todos, como es natural, pero además de la pena, él sentía rabia en su interior porque aquello hubiera sucedido precisamente en navidades, matando la alegría de esas fiestas. Y lo que viene a continuación es lo que me impresionó y lo que aún recuerdo, aunque solo se lo oí contar una vez.

En voz baja, cuando estaba solo, cantaba villancicos.

Hace unos días subí con mi madre de la mano a la terraza de su residencia. Lucía un sol espléndido y se divisaba desde allí gran parte de la ciudad. Le llamé la atención sobre el hermoso día, pero no parecía apreciarlo. Yo, por el contrario, me sentía feliz, exultante y feliz, aunque tenía allí al lado a mi madre enferma. El sol transmitía tal alegría que nada la podía hacer desaparecer. Ni la triste vida que lleva mi madre ahora. 

Y entonces me acordé de los villancicos de mi padre. 

06 abril, 2015

Mal humor.

En la entrada "cascarrabias" de la wikipedia española, en la británica creo que no, han puesto una foto de mi padre.

15 febrero, 2015

El sufrimiento de mi padre.

Mi cuñado estuvo a ver a mi padre estos días de carnaval, que yo estoy pasando en Valencia. Puso en el guasap un mensaje que os copio literal.


Vuestro padre ayer muy triste y lloroso por Teresa, porque ya no pueden comunicarse, porque ella está ausente. Y no paraba de repetir una frase de ella, antes de irse a la residencia: “¡¡Vicente, pero qué está pasando!!”
Me dio mucha pena. Se le saltaron las lágrimas. Yo no sabía cómo consolarlo. Casi me pongo a llorar con él. No lo había visto nunca así desde la partida de Teresa. Sufre más de lo que parece. “Solo quiero leer para no sentir la molestia de los ojos y no pensar en Teresa”, me decía. Me quedé casi hasta la llegada de Mineli. En fin, esperemos que no se deprima.
Antes trató mal a Lourdes, quería que al día siguiente viniera  antes de las doce. Voces inoportunas y de muy mal humor. Un poco alterado estaba ayer Vicente. Me pedía algún libro de letra grande. Cada vez lee peor la letra pequeña. 



31 enero, 2015

Mi padre y la ausencia de mi madre.

Atravesamos una fase de cierta estabilidad con mis padres. Lo peor son los momentos de crisis y ahora la cosa está tranquila. Mi madre está cuidada en la residencia y mi padre también con las mujeres que le hacen la comida y limpian la casa.

Todos nos preguntamos cómo llevará él la ausencia de ella. Llama a la residencia para preguntar y se interesa por lo que le contamos de nuestras visitas, pero por otro lado se ha quitado un peso de encima y lo agradece. La vida juntos al final era muy difícil, pues aunque tuvieran ayuda, por las noches él se quedaba solo con ella.

No ha ido a verla aún, porque le cuesta mucho salir de casa y sabe que ella, dado lo avanzado de su demencia ni pregunta por él ni lo echa de menos. No sé si los ancianos se hacen más egoístas. Quizás sea una cuestión inevitable para economizar la energía, en una edad en la que no sobra. Mi padre, con 93, bastante tiene con sostener su cuerpo, buscarse lecturas para mantenerse vivo, bajar a por el pan, dolerse de los ojos y despotricar contra alguien alguna vez. Su reacción ante la marcha de mi madre algunos hermanos la tachan de egoísta, pero ¿puede acaso responder de otro modo? Imaginemos que comenzara a entristecerse más y más, poco a poco, debido a su ausencia. Sería bonito y romántico, pero desde luego fatal para su salud. Y peor para todos.

Él dice sentirse como un viudo y que es triste pensar que ella no volverá a casa. Pero no parece que realmente eso afecte a su estado de ánimo. Por otro lado, ya digo, es mucho mejor.

Tenemos el plan de que la semana que viene lo llevaré un día a verla. 

13 diciembre, 2014

Soledad.

Mi madre tiene alucinaciones desde hace tres semanas. Mi padre no parece estar muy afectado. Sigue viviendo en su mundo. Sigue sus horarios sin alterarlos. Se levanta tarde, desayuna, hace gimnasia, se ducha, baja a por el periódico y el pan, se tumba un rato antes de comer, tras la comida se da un paseo rezando el rosario, al que antes le acompañaba mi madre. Luego se acuesta la siesta. Se levanta y lee hasta la hora de la cena.

Parece que no se diera mucha cuenta de lo grave que está ella. Quizás sea una defensa. Mi mujer dice que los ancianos ya no sienten el dolor de los demás del mismo modo. A la madre de un amigo tardaron mucho en darle la noticia de la muerte de su hermana, pensando que se hundiría. Luego no fue así.

En el caso de mi padre no sé si la procesión irá por dentro pero da la impresión de que viviera en una burbuja en la que no echa en falta a nadie. Necesita los cuidados que le proporciona la asistenta, claro: las compras, la limpieza, la comida. Necesita sus medicinas, que son muchas. No parece que requiera nada más de los otros.


Debe ser duro tener noventa y tres años y, antes de morir,  ver como tu mujer se demencia en poco tiempo.

02 noviembre, 2014

Un poema religioso de Lorca



García Lorca escribió Oda al Santísimo Sacramento del Altar. Mi padre, que es quien me lo cuenta, dice que ningún escritor católico ha hecho luego referencia a ella. El autor del libro que se lo ha recordado (Sobre García Lorca, de Antonio Gallego Morell) dice que el poeta “escribe su Oda bajo una exaltación de su fe”.

A mi padre le parece que algunos versos son irreverentes.
Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio.
Punzado por tu Padre con aguja de lumbre.
Latiendo como el pobre corazón de la rana
que los médicos ponen en el frasco de vidrio
.
Lorca le envió la oda a Manuel de Falla, que era un católico sincero, (por lo visto mi padre no le supone esta condición a Lorca) y parece que a Falla no le gustó.
  
A mi padre se le ha ocurrido que Falla podía haber respondido también rimando.
Me dicen que has hecho versos
y entre ellos una oda.
Está bien que escribas versos
¡Pero haz versos y no odas!



El poema completo de Lorca se puede leer aquí.

29 octubre, 2014

Encargos de mi padre.

Mi padre me encarga un disco de Falla que ha visto en el cultural de ABC. Primero le explico que no puede ser un disco de vinilo, que tiene que ser un CD y luego llamo a una tienda de discos. Me dicen que ese disco, concretamente con ese pianista, es de importación. Que cuesta 30 euros. Les respondo que le preguntaré a mi padre.  Al día siguiente voy a la biblioteca y consigo la misma música en otra versión. Era “Noche en los jardines de España” y otras cosas también famosas.

Llego a casa por la tarde y se la doy. Él suele pasar la tarde sentado en el salón y no tiene ganas de ir al cuarto de mi madre, donde está el aparato en el que podría oírlo. Ya lo oirá mañana, me dice.

Ese mismo día el lavavajillas se había estropeado. A la asistenta le habían dicho en la tienda que quizás desconectándolo de luz y reiniciándolo volviera a la normalidad. El enchufe queda detrás del aparato y hay que sacarlo tirando de él hacia afuera. Nos cuesta un montón sacarlo porque es muy difícil tirar de él. Nos lleva veinte minutos, por lo menos, probando distintas maneras pero al final lo conseguimos. A todo esto mi madre quiere colaborar y no se separa de nosotros, metiéndose por medio y preguntando de dónde tiene que tirar. La mejor manera de ayudarnos sería marchándose a ver la TV pero no me atrevo a decírselo.

En determinado momento, creo que un poco antes de que consiguiéramos sacar el lavavajillas, aparece mi padre por la cocina detrás de su andador. Con voz enérgica me dice que le compre la Biblia que localicé por internet. Es una vieja Biblia que se publicó en el 62, una biblia ilustrada para niños por Piet Worm que leíamos durante nuestra infancia. Mi padre solo conserva un tomo de los tres que eran y quiere conseguir los demás como sea. Me dice que no lo envíen por correo, que luego dejan un papelito en el buzón y hay que ir a buscarlo a Correos. Que lo envíen por agencia, aunque salga más caro. Le digo que sí, que lo encargaré.


Luego, cuando subo a mi casa, me doy cuenta y me da rabia. Cuanto más lo pienso más me enfado. Me parece poco agradecido por su parte. Acabo de llevarle el disco que me pidió. No lo ha oído aún y ya tengo un nuevo encargo pendiente. En fin, me quejo de vicio. Ojalá que todas las cosas que tenga que hacer por mi padre sean solo de ese tipo pero...

...me toca las narices.






...................
Después de haber sacado el lavavajillas la asistenta se da cuenta de que podíamos haber desconectado toda la luz de la casa y hubiera tenido el mismo efecto, sin necesidad del esfuerzo realizado. 

El lavavajillas sigue sin funcionar una vez reiniciado. 

17 octubre, 2014

Futuro corto.

Mi mujer y yo nos vemos, dentro de diez años, ya jubilados, viajando por ahí con una autocaravana. Es un futuro a largo plazo. Distinto es lo de mi padre. Ser viejo es no tener futuro. O tener un futuro siempre a corto plazo. Mi padre tiene futuro, pero es muy cortito. Hace un proyecto y vive unos días para él. Su futuro siempre son unos días. Me pide que le saque La tía Tula de la biblioteca y espera impaciente un par de día a que se la lleve. Otras veces no puede esperar, y entonces me llega un guasap de la mujer que los cuida diciéndome que ya no lleve el libro (En este caso Ángel Guerra, de Galdós) que lo ha pedido por teléfono a una librería. Se lo trajeron en Austral, la letra era muy pequeña y volví a buscarlo a la Casa de las Conchas a ver si lo había con letra más grande. Hoy se lo llevé, pero es un grueso volumen de obras completas y la letra es muy poco mayor que 
la suya.
Me parece maravilloso que no se canse de vivir. Tiene malos momentos, claro, pero no pierde la ilusión de descubrir libros que consigan interesarle. Hace poco me descubrió el de Landero, del que ya hablé aquí.


Hace años, cuando se quejaba todo el tiempo, estuve tentado de pedirle que hiciera algo útil antes de morir: que nos enseñara cómo vivir el final con dignidad. Luego me contuve. Alguien me explicó que era cargar sobre sus hombros una responsabilidad excesiva. Lo cierto es que yo no creía que pudiera enseñarme nada. Creo que me equivoqué. Quizás, en algún aspecto, me esté enseñando cómo se puede “vivir” hasta el final. 

06 septiembre, 2014

Final de la vida.

Voy con mi padre al médico. 

Mientras estamos esperando dice: "Vamos a ver como es el final de la vida". Creo entender que se refiere al tiempo que le queda por vivir. Luego añade. "Es un latazo." Y se ríe un poco. No está angustiado, lo dice resignado, como si lo tuviera asumido, al menos en ese momento. "Ni chistes quedan ya", dice.

Tiene ya desde hace años una fístula anal que el cirujano se niega a operar debido a su edad. Suele manchar un poco el pantalón de pijama, pero el día pasado me asusté cuando vi un gran mancha de sangre, de al menos diez cientímetros de ancho, en el cojín donde había estado sentado. "Una flor de sangre" le dijo él al médico. Parece que no reviste importancia.

Yo estaba equivocado. Nunca aprende uno lo que es la decrepitud. Cuando crees haberlo aprendido te marchas de vacaciones dos meses, vuelves y te enfrentas a ella como si fuera nueva. De nuevo la misma bofetada repentina, el mismo horror, la misma pena. Como si vieras el lado amargo de la vida por primera vez.

18 enero, 2014

El camino del heroe.


Abro “Masa y poder” al azar (Elías Caneti) y me encuentro con la siguiente idea.

El hombre es vulnerable y existen dos caminos opuestos para conseguir el sentimiento de invulnerabilidad.
1.      -        Intentar alejar el peligro, poner barreras, interponer grandes espacios entre sí y el peligro para poder abarcar y vigilar.
2.        -   El otro camino es el del que el ser humano se siente más orgulloso. Es opuesto al anterior. Se trata de acercarse al peligro, enfrentarse a él y liquidarlo. Es el camino del héroe.
      Hasta aquí, Caneti.
 

Creo que ante la decrepitud de la vejez y la muerte se pueden adoptar los dos caminos.

Uno puede huir de la vejez y de la muerte, que aparece, como en un espejo, en nuestros padres. Es decir, puede uno intentar olvidarlas, rehuirlas, evadirse. Poner el máximo espacio entre nosotros y el peligro para que no nos alcance.

O el camino del héroe. Meterse de cabeza y sobrevivir. Afrontar de cara la propia impotencia de los padres como si fuera la nuestra. Ayudarles en su vejez sin miedo a participar de su debilidad, de su inutilidad, de su muerte. Es enfrentarte a la muerte antes de que te llegue a ti, para cuando llegue, tenerla vencida.

17 enero, 2014

Padres de nuestros padres.


Estoy experimentando la alegría que deben sentir los niños cuando aprenden a leer.Leo en inglés y disfruto como un niño.
No es la primera vez que sucede pero no termina de pasárseme esa alegría.
Es una novela policiaca de Henning Mankell: “Faceless Killers”.

En la página 190 he encontrado la siguiente frase:
"Nothing is as troublesome as when we´re forced to become parents to our own parents."

Nada es tan problemático como cuando nos vemos forzados a convertirnos en padres de nuestros propios padres.

02 diciembre, 2013

¿Merece la pena vivir así?


Cuando mis padres comenzaron a no valerse por sí mismos me pregunté: ¿Para qué su vida?

Es tremendo hasta donde tenemos metida la visión utilitarista de las cosas.

La vida de unos ancianos puede llegar a ser inútil. Útil es lo que puede ser usado para algo, lo que sirve, como instrumento, a otro fin. La vida de mis padres ya no tiene un fin ulterior. Viven para vivir.

“Al fin descansó” dicen los hijos, cuando muere el padre enfermo. Sin preguntarse si el padre querría seguir luchando o no. Los que descansan son ellos. Lo explicaba muy bien Aurelio Arteta y yo lo contaba aquí.

A mí no me gustaba la vida que llevaban mis padres cuando yo era joven. Me parecía una vida burguesa despreciable. Yo no quería ser un burgués. Ahora soy un burgués y no me parece tan malo.

Tampoco me gusta la vida que llevan ahora. Vista desde fuera me parece muy triste y de una pobreza enorme. Pienso que yo, para vivir así, casi preferiría no vivir.

Sin duda es mentira, cuando tenga su edad (si llego) estaré acostumbrado a sus limitaciones y me parecerán lo lógico vivir así. Del mismo modo que ahora me parece aceptable para mí, aquella vida que tan gris y burguesa me parecía entonces desde mis ojos de joven.

Parece que los estudios que se hacen sobre felicidad subjetiva desmienten que los viejos -cuando no tienen grandes dolores- se sientan más infelices que los jóvenes. El valor subjetivo que le damos a nuestra vida es muy distinto del que le dan otros desde fuera con criterios “objetivos”.

De algún modo, se puede decir que mis padres son felices. Y a veces lo veo. Aunque otras veces me parezca que es vivir en un pequeño infierno.

23 noviembre, 2013

El apetito de mi padre.

Mi padre atravesó una temporada en la que decía que él comía porque se forzaba a sí mismo, pero que realmente no le apetecía comer. Mi hermano médico explicó que no había que preocuparse mientras no perdiera peso, y lo cierto es que no perdía.

Poco a poco empezamos a tomarnos a broma su poco apetito. 
Las comidas transcurrían de la siguiente manera.

-          No me pongas mucho puré que no tengo gana.

Y al rato le ofrecías un poco más y aceptaba.

Con cierto desdén se tomaba también el segundo plato. Y luego…
-          Tomaré solo medio plátano.

Y pasados unos minutos decía:
-          Bueno, pásame el otro medio.

Y tras tomarse un yogur aún preguntaba:
- ¿quedó de ayer carne de membrillo?

Mi hermano dio con la descripción perfecta.
Mi padre es “un inapetente de café copa y puro”.  

13 agosto, 2012

ESTO SE ACABA, SEÑORES, ESTO SE ACABA.


Cuando mi padre hizo su oposición para ganar la plaza en la Escuela de Artes y Oficios había entre los candidatos un aspirante manco. En el examen de copia del natural el hombre andaba sobrado, le faltaba el brazo izquierdo pero con el derecho dibujaba estupendamente. Cuando al final del ejercicio –quedaban pocos minutos- algunos compañeros andaban atareados y con prisa terminando el dibujo que los examinadores les habían planteado él con el suyo ya terminado y muy alegre comentaba en voz alta: “Esto se acaba, señores, esto se acaba.” Supongo que en un examen de dibujo del natural la gente puede hablar, no es como un examen convencional, no lo sé, mi padre cuenta que el hombre decía aquello y que todos podían oírlo.
En el siguiente ejercicio, que era de dibujo técnico, el manco tenía que usar un sistema de pesas para poder utilizar las reglas. Usando solo un brazo colocaba el cartabón y la escuadra en su sitio, ponía encima unas pesas y luego podía trazar la línea correspondiente. Este laborioso procedimiento le permitía dibujar pero naturalmente le llevaba bastante más tiempo que a los compañeros que mientras sujetaban las reglas con la izquierda trazaban las líneas con la derecha .
Cuando faltaba poco tiempo para acabar el plazo asignado al dibujo técnico algún otro aspirante, viendo al manco apurado y todavía dibujando, le recordaba su alegría del ejercicio anterior: “Esto se acaba, señores, esto se acaba”.
Esta anécdota que contaba mi padre es conocida por todos en casa y la frase la decimos a veces cuando ya queda poco de algo.
Era mi madre la que el otro día, con guasa y supongo que algo de tristeza, la recordaba hablando de la vejez de mi padre y de la suya propia.

“Esto se acaba, señores, esto se acaba.”.

25 julio, 2012

Mi padre y las ganas de vivir.

Mi padre está viejo. Nació en el año 21. Está muy bien de salud, puede andar, pintar (era profesor de dibujo y pintura), comer de todo, leer. Pero le pican los ojos (síndrome de ojo seco) y le escuecen. Eso le amarga la vida. No hay colirio ni remedio que le alivie y siempre se está quejando de los ojos. Le decimos que a los 91 años es lo mínimo que se puede tener pero eso no le consuela.


Mi padre tiene un miedo terrible a morirse y es eso lo que le hace sufrir tanto con los ojos. Yo creo que es una especie de somatización de su miedo a la muerte que por fuerza sabe cercana.

A mi padre no le escuecen los ojos si está pintando muy concentrado y tampoco cuando hablas con él de sus cuadros y sus cosas. Al hombre le gusta como a todo el mundo que la gente se ocupe de sus cosas. Pero los hijos estamos pendientes de nuestra vida y no le hacemos mucho caso.

Hace dos semanas mi padre perdió prácticamente la visión del ojo derecho. El médico le ha explicado que se trata de una especie de infarto. El ojo deja de ser regado por la sangre y pierde la visión. No se puede hacer nada. Él solo en ocasiones puede recuperarse pero no le han dado muchas esperanzas.

Lo que quería contaros precisamente tiene que ver con la visión.

Hoy, mi mujer y yo íbamos a pasar con el coche justo por delante de la puerta de su casa cuando vimos a mi padre salir de ella. Nos acercábamos lentamente al semáforo y nos tocó parar de modo que podíamos verlo desde dentro del coche a cierta distancia sin que él nos viera a nosotros y pudimos observarlo el minuto y medio que tardaba en abrirse el semáforo.

De repente mi padre se paró en seco. Le dije a mi mujer “se ha olvidado algo”. Pero entonces vi dos chicas jóvenes con falda y brazos desnudos que caminaban en dirección contraria a la suya. Como me conozco y se que de tal palo tal astilla le dije a mi mujer “se ha parado para ver a esas dos”. Las chicas avanzaron tranquilas los metros que las separaban de mi padre que no eran muchos mientras mi padre apoyado en su bastón las esperaba mirándolas fijamente. Cuando pasaron a su lado fue volviendo lentamente todo el cuerpo junto con la cabeza hasta quedarse casi de espaldas mirándolas marcharse. Luego continuó su camino despacio aunque aún echó una echó una última mirada atrás.

Mi mujer se reía mucho. Y me hacía reír a mí.

Parece que aún sabe disfrutar las pequeñas alegrías de la vida. Y eso que solo tiene ya un ojo.




Entradas relacionadas: Primavera, Play with me? 

21 mayo, 2012

SENTIMIENTOS COMO EXCUSA

Lo he leído en algún libro (quizás de psicología barata) y sin embargo creo que es absolutamente cierto.

Muchas veces los sentimientos no es algo que nos predisponga a actuar de una determinada manera, acorde con ellos. Muchas veces son la justificación para no hacer nada.

Por ejemplo, siento mucha pena de algunos damnificados en una catástrofe al verlos por televisión. Pero eso no quiere decir que vaya a donar dinero para reparar los daños. Es más, precisamente esa pena me muestra que soy un tipo estupendo, un hombre compasivo que sufre mucho con el dolor ajeno. No necesito dar dinero para sentirme bien.

Si por ejemplo siento un gran dolor recordando cosas que hice mal en la educación de mis hijos, eso me hace sentir buen padre, y eso me evita afrontar la educación de mis hijos hoy. No tenía que lamentarme por el pasado sino afrontar el presente. Pero es mucho más fácil sentir remordimientos por el pasado y eludir el presente.

Voy a contar un caso de lo contrario. Cuando mi padre estuvo ingresado en el hospital le escuché gritar de dolor en alguna cura de la operación. No sentí nada. No dedicaba mis energías a eso porque realmente estaba ocupado de él. Estaba haciendo cosas por él, pero no sentía nada, ni necesitaba sentir compasión para sentirme buen hijo. Es más, me sentía un poco mal hijo por no sentir nada. Sin embargo me ocupaba de él.

Hoy he visto a una persona (llamémosla X) que se “condolía” mucho del daño que sufría otra (llamémoslo Z).

X decía sentir una gran pena del daño que sufría Z… ¡¡¡por algo que le hacía voluntariamente X!!!

Y creo que realmente sentía pena. Era el modo más cómodo de hacer lo que le daba la gana y al mismo tiempo no sentirse tan mala persona.

17 febrero, 2012

¿Tendrá Tapies algún valor?

Se quejaba mi padre, ya noventa años y profesor jubilado de pintura y dibujo, de las alabanzas en los periódicos a Tapies estos días después de su muerte.

Y me contaba de nuevo una anecdota que ya le he oido varias veces. Era una entrevista a Tapies.

Entrevistador: En otros tiempos usted decía que el arte debía estar al alcance de todos y que se podían exponer grandes reproducciones de grandes artistas en las calles. Cuadros de Velazquez, de Rembrandt, etc... ¿Sigue usted pensando lo mismo?
Tapies: En ese aspecto he cambiado. Hoy pienso que el arte debe ser expuesto en un lugar que invite a la visión tranquila. El arte requiere un entorno adecuado que concentre la atencíón para apreciarlo bien.
Así decía la entrevista y mi padre remataba:
"Naturalmente que no quiere que se exponga las obras de arte en la calle. Se da cuenta que si sus "tapias" se exponen en la calle no las apreciaría nadie."

Hoy he encontrado un enlace a un artículo de BOADELLA en que lo pone verde. Según él el éxito de Tapies consiste en haber convencido a los demás de que es tonto el que diga que el emperador va desnudo. Voy a ver si imprimo el artículo y se lo paso a mi padre para que disfrute.

ICONOCLASTA BOADELLA, como a mi padre y a mi nos gusta.

18 marzo, 2008

A VUELTAS CON MI PADRE

Creo que ya os he contado que algunas tardes bajo a ver a mi padre. Vive con mi madre dos pisos por debajo del mío, pero casi nunca bajo a verla a ella. Ella sube bastante por casa, los domingos por la mañana por ejemplo, con un cuenquito de champiñones recién hechos que me tomo con una cerveza.

Mi padre tiene una salud envidiable. Ya me gustaría llegar a mí en sus condiciones a los 97. Él tiene 87 pero por pedir que no quede.

Por las mañanas va un rato al estudio a pintar, fue profesor de dibujo y sigue pintando, pero por las tardes siempre se queda leyendo en su despacho, en una mesa de nogal que le diseñó un amigo hace más de cuarenta años. Cuando llego me siento en frente, hay un sillón a cada lado, y charlamos. Siempre hay algo que quiere comentar, un artículo de prensa o un libro que ha sacado de la biblioteca, son siempre cosas que me caen lejanas, libros que yo nunca abriría y que tratan sobre asuntos que sería raro que me ocupara de ellos si no me los contara él. Algunos días se enzarza explicando alguna preocupación que se trae entre manos, siempre líos de poca importancia, o hacemos un repaso a la situación política. No es raro encontrarlo liado haciendo algún dibujo, o una acuarela, o haciendo recortes y enmiendas a unas fotocopias en color que le ha hecho a un dibujo o a una acuarela. Siempre hace varias, reducidas, aumentadas, y las retoca y las cambia y le añade o le quita algo hasta que le parece que quedan perfectas y entonces se las manda a alguien, la persona para la que la concibió desde un primer momento, conocidos a los que hace un montón de años que no ve pero con los que aún mantiene algún tipo de relación. Y luego, pasado un tiempo me enseña la carta del que respondió agradecido o se queja, resentido, de quien recibió un dibujo que le llevó semanas y el mal educado dio la callada por respuesta.
Otras tardes apenas hablamos, en seguida me pongo a curiosear periódicos atrasados sobre su mesa y él sigue leyendo lo suyo embebido, como si no necesitara de nadie para ser feliz. Pero sé que le alegra que baje. Dado lo cerca que vivo, bajo poco a casa de mis padres, quizá una tarde por semana, debía bajar más.


Muchas veces cuando me acuerdo de mi padre pienso lo mismo. Un día no podré bajar a verlo. Y no podré porque estará muerto. O estaré muerto yo, que nunca se sabe.

06 febrero, 2008

ANCHOS DIAS

Hay algunos tópicos que se dan entre profesores de instituto de los que no está al tanto el resto de la gente. Uno de los más aburridos, para mí, es el de vuelta de vacaciones.
Es inútil que uno se esfuerce por evitarlo, siempre hay algún compañero, y muchas veces varios, que repiten la frasecita como si dijeran algo original, ingenioso y nuevo. Como si te informasen de algo.
Me refiero a la respuesta más oída con la vuelta al trabajo cuando preguntas que qué tal las vacaciones.

- Cortas.

Cortas. A todo el mundo las vacaciones se le han hecho cortas.
A los ajenos a la enseñanza os asombrará la respuesta. Quizá os parezca absurda. ¿No sabe todo el mundo que los profesores son los que tienen la vacación más larga? Hablamos de vacaciones, ahorraros chistes fáciles que este blog tiene un nivel.

¿Cómo puede un montón de gente repetir una vez tras otra, año tras año, vacación tras vacación, ya sea Semana Santa, Navidad o Verano, la misma “ideita”?

El otro día, recordando con mi padre un poema que escribió cuando aún trabajaba, advertí dónde estaba el meollo de la cuestión y caí en la cuenta de que mi padre era un genio. Había recogido esa idea con más gracia y la había esculpido en mármol para el resto de los siglos. Al menos para los siglos en que siga habiendo profesores con vacaciones.

Cuando uno es feliz el tiempo pasa deprisa. Una persona contenta nunca encuentra el momento de terminar y todo tiempo del mundo es poco si estamos a gusto. Las vacaciones, duren lo que duren, duraran lo que duraran, siempre serán cortas.

¿Pero cómo decir esto sin repetirse y sin caer en la vulgaridad y el aburrimiento de algunos de mis compañeros?

Mi padre lo recogió en cuatro versos.

“Quiero vivir en Junio,
cuando el año remansa
su curso en anchos días
para la dicha breves.”




Esos eran profesores, no los de ahora.







................
Me explica mi padre, que en eso es tan honrado como su hijo, que la unión de “anchos días” lo copió de Gabriel Miró. Lo demás se le ocurrió a él solito.

24 septiembre, 2007

ENVEJECER

Mi padre envejece. Lo hace poco a poco, claro, pero irremediablemente envejece. Tiene ochenta y seis años y aún tiene carnet de conducir. Creo que le obligan a hacer una revisión de reflejos cada dos años y sé que en la última no le pusieron pegas. Aunque últimamente se le nota que ha perdido mucho. Está bastante duro de oído. La primera vez que le hablas nunca entiende nada de lo que le dices. No es sólo sordera. Es falta de reflejos. Está con sus pensamientos y cuando quiere atender la frase ya está dicha. Ahora se ha puesto dos audífonos pero no está contento. Dice que se amplifican además todos los ruidos del ambiente. El sonido de su propia voz lo escucha distinto y no le gusta como suena.

Mi padre muchos domingos sale al “Gargavete”, que es una zona de campo, a las fueras, por la carretera de Alba. Allí saca su silla plegable y se lee el periódico tranquilamente. Luego se da un paseo por entre las encinas, y se vuelve de nuevo en coche. Nunca ha tenido ningún percance y lo saca y lo mete en su garage después de cada mañana dominical.

Pero mi madre ya no se fía de él. Todos los veranos, pasan quince días en la playa en una residencia de tiempo libre que gestionan los sindicatos. Todos los años ha ido conduciendo él. Es, ya, el único viaje largo al que se atreve desde hace varios años. Conoce la carretera desde que nos llevaba a nosotros de pequeños y aunque supongo que ha cambiado mucho no ha fallado ningún verano.

Mi madre cuando volvieron el verano pasado, le dijo que había sido la última vez que iban con coche. Que si querían volver, lo harían en tren o en autobús.
Así han hecho este verano. Han ido en tren. ¿Es o no triste el asunto?
¿Cómo se sentirá mi padre? ¿No es duro reconocer que ya nunca más podrás hacer cosas que antes hacías normalmente?

Decía Spinoza que “Cuando el alma examina su poder de obrar, se alegra.“

Y supongo que cuando percibe su impotencia se entristece.

Aunque mi padre aún puede ir los domingos al campo, quizás un día no muy lejano sus reflejos decaigan y desde Tráfico le denieguen la renovación de su carnet. Supongo que esto es sólo el comienzo del fin. Ya querrían muchos ancianos tener la salud que él tiene... Pero... ¿es o no triste envejecer?