Mostrando entradas con la etiqueta hijos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hijos. Mostrar todas las entradas

18 agosto, 2012

Lo que tengo y lo que falta.

Este curso mi hijo ha terminado sus estudios de empresariales. Le ha llevado cuatro años lo que es una carrera de tres pero estoy contento. El primer año, tras sus resultados, había aprobado exactamente la mitad de los créditos que correspondían al primer curso. Con aquel ritmo tardaría en sacar seis años una carrera de tres. Ni que se tratara de una ingeniería. Al final parece que las cosas han ido mejor de lo que se podía esperar.


La relación con los hijos nos ayuda a conocernos más. Él me reprocha, nos reprocha a su madre y a mí, que nunca estamos contentos, que siempre queremos más. Lleva razón. Una vez que se alcanza un horizonte nos marcamos otro y parece que nunca se llega.
Si no aprueba le reprochamos que no apruebe, y cuando lo hace nos disgusta que sea con notas bajas, justitas.
El día que se examinó por segunda vez de su carné de conducir yo no tenía nada claro que aprobara. Si no lo hacía teníamos que pagar de nuevo. Aprobó, y me alegré. Pero no pude evitar pensar para mis adentros: “A ver cuando puede pagarse la gasolina”. Es decir, en lugar de celebrar lo conseguido, sufrir por lo que aún no se ha logrado. Llorar por lo que falta en lugar de congratularse de lo que tengo.


Quiero curarme de este vicio pero no sé si lo conseguiré.


Ahora tendría que estar muy contento pero estoy lleno de nerviosismos y de temores. Os explico porqué. Hace ya unos meses el hombre nos dijo que una de las posibilidades que barajaban su novia y él para el próximo año era irse a Estados Unidos. Un primo de ella vive en Saint Louis (Missouri) y los había invitado a ambos a que fueran a vivir a su casa a aprender el inglés. Nada nos gustaba más a su madre y a mí que aquello, pero él, que es muy poco aventurero, que todo lo tiene que tener controlado, que le asusta y le disgusta lo desconocido, le había dicho a su novia que NO.
Hace unos días nos ha dicho que sí. Que quieren irse.

Yo tendría que estar botando de contento. Y tengo que reconocer que en un primer momento me alegré mucho. Pero enseguida apareció el vicio que me impide vivir feliz. Ya me estoy lamentando de “las carencias”. Me gustaría que ya se hubieran puesto a repasar el inglés que saben del bachillerato, que ya estuvieran haciendo los trámites para el visado, que él tuviera una actitud más dispuesta y ambiciosa.

¿Por qué no puedo estar SENCILLAMENTE CONTENTO de que haya tomado una decisión que considero acertada?
¿Por qué no puedo suponer que las cosas irán bien en lugar de poner el foco y la lupa en los mil obstáculos (sobre todo obstáculos internos) que tendrá que salvar mi hijo si quiere realmente aprender inglés?

05 junio, 2012

GRADUARSE SIN GRADUARSE


Supongo que todos habéis visto alguna vez esas ceremonias americanas en las que los universitarios se gradúan. Creo que los americanos lo hacen como Dios manda, es decir, solo salen a recibir la beca, o el diploma, (o lo que sea) los que de verdad se han graduado.
En España también existen estas fiestas de graduación en la Universidad. Pero para mí son algo absurdo. Mi hijo por ejemplo la celebró en abril o mayo del curso pasado, el año en el que en teoría tenía que haber terminado pero durante este curso aún ha estado cursando muchas asignaturas y este año sí, supongo y espero que termine realmente. ¿No es un absurdo recibir un homenaje de fin de carrera sin haber terminado la carrera? Se ponen traje, recogen la beca de manos del Decano, hacen una gran cena… Todo eso sin haber terminado aún.
En los bachilleratos ha cundido el ejemplo y puesto que cualquier escusa es buena para una fiesta, en los institutos cuando terminan el segundo año de bachillerato y justo antes de examinarse de selectividad se hace un acto oficial, muchas veces con una clase magistral de alguien venido de fuera, y a todos los alumnos, A TODOS, vestidos con traje de gala, se les entrega una orla, un obsequio o algo así. En algunos institutos, los más pudientes, si el grupo decide comprarse unas becas hasta una beca pueden colocarte en ese acto.
¿Es relevante si el alumno ha suspendido 6 asignaturas y no acabará tampoco el bachillerato en septiembre?
Absolutamente irrelevante. Igualitarismo al poder. No vamos a marginar de un acto tan bonito de fin del bachillerato a los que no acaban aún el bachillerato. Solo faltaría que las fiestas tuvieran su sentido.
A mí me parece que se han perdido el tino.
No me parecería mal que todos los alumnos juntos pudieran hacer una cena cuando terminan el curso, el mismo día incluso que el acto oficial. Pero, hombre,… el acto oficial debería homenajear únicamente a los que realmente terminan. ¿O no?
Un disparate. Ojalá fuera el más pequeño de todo el sistema educativo. Quizás sea solo un síntoma del sinsentido de todo lo demás.




Por cierto, yo acudí a la cena final y bailé como en mis mejores tiempos. Osea estupendamente.

21 mayo, 2012

SENTIMIENTOS COMO EXCUSA

Lo he leído en algún libro (quizás de psicología barata) y sin embargo creo que es absolutamente cierto.

Muchas veces los sentimientos no es algo que nos predisponga a actuar de una determinada manera, acorde con ellos. Muchas veces son la justificación para no hacer nada.

Por ejemplo, siento mucha pena de algunos damnificados en una catástrofe al verlos por televisión. Pero eso no quiere decir que vaya a donar dinero para reparar los daños. Es más, precisamente esa pena me muestra que soy un tipo estupendo, un hombre compasivo que sufre mucho con el dolor ajeno. No necesito dar dinero para sentirme bien.

Si por ejemplo siento un gran dolor recordando cosas que hice mal en la educación de mis hijos, eso me hace sentir buen padre, y eso me evita afrontar la educación de mis hijos hoy. No tenía que lamentarme por el pasado sino afrontar el presente. Pero es mucho más fácil sentir remordimientos por el pasado y eludir el presente.

Voy a contar un caso de lo contrario. Cuando mi padre estuvo ingresado en el hospital le escuché gritar de dolor en alguna cura de la operación. No sentí nada. No dedicaba mis energías a eso porque realmente estaba ocupado de él. Estaba haciendo cosas por él, pero no sentía nada, ni necesitaba sentir compasión para sentirme buen hijo. Es más, me sentía un poco mal hijo por no sentir nada. Sin embargo me ocupaba de él.

Hoy he visto a una persona (llamémosla X) que se “condolía” mucho del daño que sufría otra (llamémoslo Z).

X decía sentir una gran pena del daño que sufría Z… ¡¡¡por algo que le hacía voluntariamente X!!!

Y creo que realmente sentía pena. Era el modo más cómodo de hacer lo que le daba la gana y al mismo tiempo no sentirse tan mala persona.

26 agosto, 2011

Haciendo de suegros por primera vez

Corría el año 1970 y la hermana de mi padre y su hija, a la sazón una joven de 25, vinieron a visitarnos desde Madrid acompañadas de un joven al que mis padres ya conocían: el novio de mi prima. Se daba por supuesto que mi tía y mi prima iban a dormir en casa ¿pero dónde iba a dormir el novio? “Puedo dormir en el suelo en cualquier sitio, he traído un saco, en un pasillo si es necesario.”
Con independencia de lo que mi prima hubiera hecho con su novio antes de aquel viaje en una cama o en el suelo de algún pasillo mi padre no consintió que él durmiera en casa. No estaban casados y el solo hecho de imaginar que en mitad de la noche él pudiera pasar a la cama de ella o ella al suelo de él le ponía los pelos como escarpias. Después de un pequeño intercambio de puntos de vista y aunque mi tía defendía la propuesta de su “yerno” mi padre le pagó al chico un hotel.
......................................................
Mi hijo tiene novia desde hace unos meses ¿será ya medio año? y mi mujer estaba ansiosa desde el primer momento por conocerla. En Salamanca algunas noches mi hijo duerme en su casa y otras veces también come o cena allí. Como en verano pasamos la mayor parte del tiempo en Arenas mi mujer enseguida le dijo: “podías invitarla a pasar unos días.” Una vez vencidas las resistencias de él (hasta ahora se había negado a enseñarnos siquiera una foto) había que vencer las de ella pues según mi hijo tenía vergüenza.
Antes de que ella se decidiera a venir recordé la anécdota referida y sin tener muy clara cuál era mi posición al respecto le pregunté a mi mujer que dónde dormiría. No parecía que no iba a venir no tomamos ninguna decisión al respecto.
Ayer mismo, ante la llegada inminente, mi esposa le preguntó al “novio”: ¿Y donde dormirá?
“En mi cama, que es muy grande.” Hay que decir que en Arenas él duerme en una cama de matrimonio, por circunstancias ajenas a este asunto que no vienen al caso, pero lo que me llama la atención es el “o tempora, o mores”. De alguna manera yo sigo siendo mi padre (algo de su mentalidad está en mí y por eso hago un post de este asunto) y al mismo tiempo soy distinto puesto que he consentido lo que nunca pensé que consentiría. Y el que está a años luz de su abuelo y su mentalidad es mi hijo que responde a su madre con naturalidad, sin picardía, pensando que se trata de una cuestión de intendencia.
Nunca había estado de acuerdo con aquellos “majaderos” (así me lo parecían a mí entonces), padres de niños pequeños, que decían “pues yo a mis hijos les dejaré tener relaciones sexuales con toda naturalidad en su propia habitación”. Siempre he creído que uno de los incentivos para buscar la independencia económica, hacerse mayor y dejar de vivir en casa de los padres consistía en querer “independencia sexual”. ¿Cuántos años de hijo en casa me quedan con este sistema que he adoptado sin comerlo ni beberlo?
¿En qué medida mi vida la va haciendo mi mujer (cien veces más resuelta que yo) y yo me limito a observar -sometimes con cierta sorpresa- por donde trascurren los acontecimientos?
…………………………………………………………
Hay problemas que con el tiempo pasan de moda, por lo visto se resuelven solos. Me di cuenta hace casi veinte años cuando quise plantearles a mis alumnos de segundo de BUP el problema moral de las relaciones “prematrimoniales”. Aquello les sonaba a chino. Pensad cuanto tiempo hace que no veis escrita la palabra "prematrimonial". ¿Son hoy estas relaciones un problema moral abierto como lo eran en mi época? Sé que en algunos círculos católicos no tenerlas sigue siendo una norma moral pero son tan reducidos (incluso dentro de los que se llaman católicos) que en el mundo actual es un problema inexistente.
La mentalidad vigente es como una corriente que nos arrastra a todos (o casi todos) y ahora me ha arrastrado a mí sin ninguna resistencia por mi parte pero con cierta sorpresa por el modo como cambian los tiempos.

10 febrero, 2008

LA TEOFOBIA DE SAVATER

Fernando Savater es inteligente y valiente. Eso ya lo hemos comentado aquí. Mi admiración por él es grande, lo que no me impide ver sus carencias. Al menos una importantísima a mi juicio.

Tiene teofobia. Le tiene auténtica aversión a Dios. (También es anticlerical, pero ese es otro tema.)

Él no es un ateo militante, al estilo de Onfray en Francia, a él le parece que plantear el problema de Dios es ya conceder mucho al creyente. Savater quiere disolver el problema. Tener que responder a la pregunta fundamental de la teodicea con un sí o con un no es ya para él una derrota. Savater quiere que el problema de Dios no sea una cuestión filosófica. En su libro “Las preguntas de la vida”, que está escrito para alumnos de bachillerato no dedica ningún capítulo al asunto. Yo no recuerdo ni siquiera unos renglones. Ni el argumento ontológico, ni las vías tomistas, ni la prueba práctica de Kant ni nada que recuerde lo teológico. ¿No parece lógico que los jóvenes españoles que han crecido en una cultura “cristiana” conozcan cómo ha tratado el tema teológico la filosofía a lo largo de su historia?

Si la pregunta no existe nadie podrá dar la respuesta creyente.

Savater ve a Dios como un enemigo del hombre, como un padre tiránico que me impone sus leyes. Y Savater no soporta que nada ni nadie le mande. En su biografía (Mira por dónde) cuenta la primera conferencia en el país vasco, hace ya muchos años, en la que los batasunos quisieron callarlo cuando él, muy en su estilo, ponía pegas provocadoras a aquel público independentista. En realidad él había colaborado y transigido con el nacionalismo, como toda la izquierda durante la transición, pero en el momento que se le ocurrió decirle algunas verdades a aquél público “amigo” (el nacionalismo que luego él bautizaría como nacionalismo obligatorio) quiso mantenerlo callado.
¡Callarlo a él! Nunca. Es un episodio emocionante. Él en la tribuna increpado por todos. Sólo su novia vasca, entre el público que lo abucheaba, defendiéndolo a gritos en eusquera. Desde entonces se alió con el españolismo, por decirlo de alguna manera.

Desde mi punto de vista su enfrentamiento nace del lema que creo que le inspira: el lema de los ángeles que se revelaron contra Dios. Es el lema de Luzbel: Non serviam. ¡No serviremos! Si no está dispuesto al “designio divino” difícilmente se someterá al nacionalismo obligatorio ni a la amenaza de la muerte. Es más, en el libro citado, no quiere ni aceptar que exista un único universo. No puedo citar las páginas pero en algún momento dice que admitir eso supondría aceptar un orden, una ley, un lugar asignado para él en el mundo. Todo le parece que elimina su libertad. No acepta ni el dictado de la realidad.

Su ateismo nace de aquello que explicaba Henri de Lubac del ateismo contemporáneo. Los ateos ven a Dios como un antagonista del hombre, un enemigo que ahoga su libertad, que no les deja ser lo que ellos quieren ser.
No saben, es la ignorancia del mundo actual, que “Gloria Dei, vita hominis”,

LA GLORIA DE DIOS ES QUE EL HOMBRE VIVA.

14 octubre, 2007

Sacrilegio

Yo tendría 15 años, quizás 17, no recuerdo. Quizá menos. Fue mi primer campamento. Y mis primeras amigas.
Un grupo de adolescentes salmantinos, todos varones, fuimos a La Drova (Valencia) a pasar 15 días de campamento con una organización católica: el movimiento Junior.

Allí conocimos a Fanny, a Dulce, y a Pilar y todos nos enamoramos por primera vez. Eran amores difusos y mezclados. Fanny era la mayor y la más sexual. Tenía ya un novio y yo la imaginaba como una amante experta aunque no sabía muy bien qué significaba eso. Pilar era su prima, y había que hacer cola si uno quería ser su novio. A mí, hijo de funcionario, me impresionaba entonces que su padre fuera dueño de un hotel en Gandía. Dulce era morena, hacía honor a su nombre, y no sé por qué recuerdo sus rodillas. Todas me gustaban y aunque creo que mi preferida era Pilar en otras ocasiones me parece que era Dulce. ¿O era a Dulce a la que le gustaba yo y Pilar la que me gustaba a mí? Las cosas se confunden en mi memoria pero creo que ya entonces no estaban muy claras y le habría dicho sí a cualquiera que me hubiera declarado su amor, porque, por supuesto, yo era muy tímido para declarárselo a ninguna. Lo que sí teníamos claro todos los que fuimos a La Drova era que la felicidad sólo podía estar allí. Con ellas.

El campamento terminó y entre lágrimas intercambiamos direcciones. Entonces no había móviles ni messenger y los adolescentes escribíamos largas cartas en las que hasta los sobres llenábamos por fuera con frases y bromas. Aquel verano Pilar me escribió un postal al sitio de playa donde pasaba con mis padres el mes de agosto. Mi padre me explicó que las cartas cerradas no podían leerse, pero que las postales, accesibles a la vista del cartero, no eran algo íntimo y que por eso la había leido.

La cuestión es que Pilar ponía unas faltas de ortografía garrafales y a mi padre le parecía que aquella no era la amiga que su hijo merecía. ¡Qué ironía! Esto sucedía en los tiempos en los que yo ponía ”mayor” con “elle”.

Mi padre ignoraba que Pilar era una diosa y que aunque pertenecía a este mundo, a mí me transportaba a otro, feliz y eterno, en el que la ortografía importaba mucho menos que un comino. El simple hecho de que el nombre de aquella chica pudiera estar en sus labios, sin la veneración y reverencia que ella requería, constituía ya una profanación imperdonable pero además, ¡el muy sacrílego!, se permitía el lujo de encontrarle defectos.

¿Cómo puede un adulto estar tan ciego a los intereses de un joven? ¿Qué estupidez es la que domina a un padre para impedirle ver que comparada con la amistad la ortografía no significaba nada? ¿Acaso es posible olvidar lo que para un hombre significa una mujer?


Hoy, recordando aquella anécdota, me di cuenta de que, cuando pienso en los amigos de mis hijos, me he convertido en mi padre.

20 septiembre, 2007

¡TAMBIÉN APROBÓ SELECTIVIDAD!

Acabamos de enterarnos y lo subo al blog inmediatamente porque...
Sé que desde hace unos días que no dormíais bien.
Sé que no habláis de otra cosa con vuestra gente más cercana.
Sé que entrabais constantemente a este sitio para saber noticias.
Sé que ahora respiráis tranquilos.
Muchas gracias a todos por vuestro interés.

18 septiembre, 2007

MI HIJO APROBÓ EL BACHILLERATO

El último autor que he descubierto es Andrés Ibáñez. Tiene un premio por una novela de la que no me sé el nombre. Espero con verdadera gana sus artículos en el ABC de los sábados (suplemento Las Artes y las Letras).

He colgado el de este último sábado en el otro blog por si alguien lo quiere leer entero

Os copio un fragmento.
"La película El exorcista (no pretendo hacer una broma) no es sino una reflexión sobre la infancia: una niña que grita, hace muecas horribles, dice palabrotas, se sube por las paredes, no deja dormir a nadie, vomita sin parar. Pero así son todos los niños. Es posible que actúen así porque tienen un diablo dentro. Pero ese diablo se llama «vida»."

Siempre me ha parecido que los hijos no obligan a repensar la vida. Para educarlos tenemos que educarnos de nuevo a nosotros mismos. Para enseñarles a vivir no nos queda otra que replantearnos desde bases nuevas nuestra propia vida. Tenemos que mostrarles, con nuestro ejemplo, un modo de ser persona que resulte “presentable”.Tengo dos hijos y el mayor va a ser legalmente adulto. En diciembre cumple los 18 y ahora en septiembre ha terminado el bachillerato sin repetir ningun curso (Ha hecho el difícil, el tecnológico). Aprobó las tres que tenía para septiembre, hizo la selectividad, y aunque estamos a la espera de las notas todo parece indicar que también la superará.Estoy contento. No es que el Bachillerato que se hace hoy en día sea para tirar cohetes pero hace cuatro o cinco meses habría jurado que aún tardaría un año más en sacarlo.Además trabajó durante el mes de Junio en un supermercado y todos los gastos del verano se los ha pagado él solo.Tanto su madre como yo Hemos sufrido mucho controlando sus horarios, dándole la brasa, quedándonos en casa muchas tardes para que no sucumbiera a la tentación de ponerse a chatear y estudiara.Este verano ha sido una mezcla de control y libertad. Al final, parece que todo ha salido bien. Quizás mi hijo sea más maduro de lo que a mí me parece y ya me olvidé de cómo era yo a su edad.





---------------
Esta entrada se la dedico a Pipurrax que en otro blog me echó de menos. Presente mis respetos a su señora.


Matilde, Elena sacó un siete en el inglés.

02 septiembre, 2007

...PORQUE DIOS NO QUIERE

Mi niña se había marchado en autobús el día anterior con su prima y su abuela. Mi mujer y yo hacíamos el viaje con el coche cargado hasta arriba y mi hijo, que en contra de lo que podría esperarse viene de buen humor en la vuelta a Salamanca tras las vacaciones de verano. Esto le hace estar hablador y extrovertido.

Durante muchas semanas ha guardado un gran secretismo sobre sus actividades de ocio fuera de casa pero hoy se le suelta la lengua. Sin pensar demasiado en nuestra posible reacción cuenta algo que vosotros juzgareis qué os parece.

Uno de sus conocidos, amigo a su vez de un amigo madrileño, tiene carnet de conducir y coche. Es algún año mayor que mi hijo, quizás dos. Dice que se montó con él en el coche porque no bebe cuando conduce. Hasta ahí todo parece muy prudente.

Pero luego cuenta como cambian de piloto con el coche en marcha y avanzando por la carretera. El conductor sale por su ventana y entra por la otra. Sí, habéis leído bien. El conductor sale por su ventanilla, se sube al techo, y en unos segundos entra de nuevo por la del copiloto. Mientras, éste toma el volante y se pasa al asiento del conductor que quedó vacío.

Pese a nuestra natural alarma da más detalles.
- Lo hizo cuando íbamos a muy poca velocidad.
- ¿Y no lo ve la gente?
- Era de noche.

“Tienen un ángel de la guarda” dicen las madres en los parques cuando ven a sus hijos pequeños exponerse en los columpios a peligros sin cuento. “No pasan más cosas porque Dios no quiere” dicen otras.

Le insisto que me parece peligrosísimo.

Lo que sigue contando se supone que es para tranquilizarnos.
- Tiene experiencia porque lo ha hecho muchas veces. Yo no lo había visto porque con este coche, que es nuevo, ya no lo hace nunca, aunque ese día lo hizo. Es que el nuevo no quiere abollarlo. Una vez con el viejo se cayó desde el techo, pero no le pasó nada.

En este fragmento de la película “Leolo” se explica algo parecido. Los padres no conocemos cuales son los peligros que realmente corren nuestros hijos. Las imágenes se ven mal pero el sonido merece la pena.









Al final de la secuencia, en el video ya no se ve, el niño va a violar a un gato que está atado a la mesa. La voz en off dice que Milú, el perro de Tintín, tuvo mucha suerte por no ser vecino suyo.


-----------------
Con la guerra que he dado con ello, si ahora os digo que no pude subir a Cinco Lagunas porque amenazaba tormentas alguno me mata. Pero así fue.

27 agosto, 2007

Parecidos razonables

A. R. es un joven de 17 años.
G. H. también.

21.00 horas del sábado 25.
A. R. se ducha y se acicala para salir de marcha la noche principal del fin de semana grande de las fiestas. Ha pasado la mañana y la tarde del sábado durmiendo porque ya pasó en blanco la noche del viernes. Calza unas Vans de cuadros rojos y negros.
No tengo ni idea de qué hacía G. H. a esa hora, ni qué calzado lleva.

23.00 horas del sábado 25
A. R. corría “el toro de fuego”, que pese a lo que pudiera parecer es un festejo popular que sólo tiene de taurino el nombre y la forma de la carcasa-armadura (forma de toro) que cargada con todo tipo de petardos y cohetes buscapies recorre la calle principal del pueblo soltándolos a su paso.
No tengo ni idea de qué hacía G. H. a esa hora, pero apuesto lo que queráis que no estaba corriendo “el toro de fuego”.

04.00 h del domingo 26
A. R. tomaba bebidas alcohólicas y bailaba frenético una música atronadora bajo unas carpas que varios bares han habilitado a tal efecto en la “plaza del castillo”.
No tengo ni idea de qué hacía G. H. a esa hora, ni si sabe bailar.

9.00 horas del domingo 26.
A. R., sin haberse acostado aún, acude a la capea que se organiza en la plaza de toros donde el día anterior toreó Jose Tomás que ni sabe quien es ni le importa.
No tengo ni idea de qué hacía G. H. a esa hora, pero tengo certeza de que tampoco le dice nada el nombre de José Tomás.

11.00 horas del domingo 26.
A. R. recibe una llamada de su padre desde casa interesándose por saber cuando va a volver a dormir. A. R. responde literalmente: “cuando me dé la gana”. A lo que su padre contraataca muy enérgico: “Bueno, pero ni un minuto más”.





A. R. es mi hijo y, esta semana que viene, se recuperará en Salamanca de sus excesos y repasará las tres asignaturas que tiene suspensas de segundo para examinarse a comienzos de septiembre. Si aprueba su padre se dará con un canto en los dientes.

G. H. es George Hotz, el adolescente americano que ha desbloqueado el “iPhone” de Apple, mezcla de ipod y teléfono, con revolucionaria pantalla táctil, sistema WiFi, cámara, etc. Lo ha conseguido mediante una inteligente combinación de cambios en el software y en el hardware que le ha llevado unas quinientas horas de obsesivo trabajo.
No sé qué curso estudia, ni dónde pasa sus vacaciones, ni quién es su padre, ni lo que este último piensa de él.







-------------------
José Tomás no ha toreado en Arenas, aunque sí otros tres toreros que no sé como se llaman.
Mi hijo no me contestó “cuando me dé la gana” ni yo le respondí “pero ni un minuto más”. De alguna manera había que meter el chiste.

24 julio, 2007

SENTIMIENTOS

Es ya un tópico decir que a los hombres nos cuesta hablar de sentimientos. No sé si es cierto o no. En mi caso hay muchas veces –o algunas al menos- que los expreso con facilidad y no tengo ninguna vergüenza al hacerlo. Sin embargo, recuerdo una ocasión en que sentí un pudor enorme cuando escuché a dos mujeres hablar de los sentimientos de un marido hacia su mujer. Debí identificarme con él cuando decían “pero entonces él ha reconocido que la quiere”. La frase, como podéis ver no dice gran cosa sin embargo me produjo una gran incomodidad. Sentí que no se debía hablar así. Me pareció que nombrando aquello tocaban sin cuidado y con los dedos una zona que estaba en carne viva y que debía ser protegida del roce porque está sin piel. Creo, o al menos así lo consideré entonces, que hay cosas que no se debían decir de modo tan explícito. Que no era conveniente nombrarlas de manera tan clara por que pueden ser dañadas.

Es la segunda semana que pasamos aquí solos mi hijo y yo. Elena y Pilar que estuvieron los primeros días de julio están cada una en sus ocupaciones como ya sabéis. Hoy, mi hijo, lo mismo que otros años, se ha puesto malo de la garganta. Casi todos los veranos, por bañarse en pozas muy frías o por descuidarse por las noches sin chaqueta, le salen unas placas tremendas en las amígdalas y sufre varios días de fiebre en que lo pasa muy mal. Pero la anécdota que quería contaros sucedió durante la enfermedad del verano pasado.

Hector no es nada cariñoso aunque siempre pide a su madre y a mí un beso cuando se acuesta lo hace como algo protocolario, como una costumbre antigua que le ayuda a conciliar el sueño, y si su madre quiere darle más de uno y se muestra besucona en seguida se cansa y la manda a escardar.

No presumo de ello, pero lo cuento como es, no me sale ser muy cariñoso con los enfermos. Los atiendo, cuido de ellos y para de contar, como haría un enfermero solícito pero distante. El caso es que uno de aquellos días, en que además no estaba su madre para acariciarlo, darle mimos, o simplemente preguntarle cien veces si necesitaba algo, sucedió una anécdota que me dio idea de lo mal que se sentía. O de lo mal que lo estaba haciendo yo.

Era de noche y se acababa de acostar. Ya sabéis el mal cuerpo que se pone con la fiebre. La aspirina o el paracetamol no terminaban de hacer efecto y se encontraba fatal. Cada poco tiempo requería mi atención para que trajera agua o alguna otra cosa.
Entonces me pidió algo que nunca imaginé que me pediría. Me preguntó si podía darle la mano para ver si se dormía. Enseguida se la di lo más amorosamente que pude y cuando se lo conté a su madre le expliqué lo mucho que a mí me hubiera costado hacer una petición así. Supuse que a él también le había costado. O quizás no. Posiblemente la necesidad se imponía a cualquier pudor a la hora de mostrar debilidad. En todo caso, aunque yo cumplí como un buen padre con su niño, no pude sino sentir una pizca de ridículo, allí los dos hombretones de la manita.

Pensé entonces que “necesitar ternura” y expresarlo claramente es algo normal y muy sano, pero lo que os cuento estaba claro que mi “creencia” más inmediata y profunda no era esa. Me alegré por Héctor, que había sabido lo que necesitaba emocionalmente y lo había pedido sin rodeos.

A su madre y a mí siempre nos ha parecido que en cuanto a sentimientos Elena es bastante más inteligente que su hermano y desde muy pequeña ha sabido decir lo que sentía y lo que necesitaba. En alguna ocasión que por lo que fuera se sintió carente de mimos fue a su madre y le dijo “Mamá, dime “cariño”.




----------------------------
Hace un mes mi hija decía a la hora de cenar.
- “Tengo cabreo y no sé por qué”. Y yo, medio en broma medio en serio, le respondí:
- ¿No será porque no te quiere algún chico?”
- Yo por eso no me enfado. ¡Él se lo pierde!

¡Olé autoestima! ¡Esa es mi niña!


---------------------------
Como estas cosas no las cuento para ellos, espero que los que conocéis a mis hijos y tratáis con ellos seáis discretos.

14 julio, 2007

VERGÜENZA EFICAZ

Si se quiere entender lo que viene a continuación ha de leerse el post de ayer viernes.
................................

La vergüenza es un castigo interno que impide la desobediencia a la moral social. Consiste en el temor a lo que está socialmente reprobado. Es el miedo a que "me miren mal". La vergüenza surge de las críticas de los demás y se siente avergonzado de su conducta quien es rechazado o ridiculizado. Cuando lo es o cuando se lo imagina. Exista un público real o imaginario, este sentimiento siempre necesita un "público".

Antes de escribir este blog (¿cuánto tiempo aguntaré a este ritmo?), lo que ahora escribo aquí se lo mandaba por email a un montón de amigos.

Uno de los destinatarios de aquellos correos era M. el padre de Pablo, compañero del alma de infancia de mi hijo aquí en Arenas de S. Pedro. El “post” de ayer debía tener gracia porque M se lo comentó a Pablo. De tal manera, que éste a través del Messenger se lo contó a mi hijo. Mi sobrino, de su edad, chateando, como no, le comentó algo parecido. También su padre había recibido el mismo correo y con similar efecto.

Mi hijo se sintió indignado. ¿Que por qué tenía yo que hablar de él a la gente? No recuerdo ya como capeé el temporal. Supongo que me disculpé de alguna manera. Entiendo a que a nadie le guste que vayan por ahí contando intimidades suyas, lo mío era un desahogo, nunca creí que la historia llegara a sus oídos.

Lo más llamativo es que la semana siguiente a todo aquello la susodicha habitación dejó de oler mal. La explicación como podéis suponer es muy sencilla. Mi hijo cada mañana se preocupaba de abrir de par en par las ventanas sin fallar ni un solo día.

¡Qué gran invento es la vergüenza! Si alguna vez me reprocha que vaya diciendo por ahí que le han quedado tres siempre le respondo lo mismo. “Lo que tienes que impedir no es que la gente lo sepa, evita que te suspendan y no tendrás que avergonzarte. Lo grave no es que los demás se burlen, sino que te hayan suspendido”

La vergüenza fue creada precisamente para que huyendo de la “desaprobación pública” nunca más repitamos la acción que la motivó.

13 julio, 2007

OLOR

Escribí lo que sigue el curso pasado, por eso a algunos os sonará conocido. Hoy no puedo poner nada nuevo. Mañana os explico la repercusión que este correo tuvo en la conducta de mi hijo.
-----------------------
¿Vosotros creéis que los malos olores que producen los adolescentes son un mecanismo animal para delimitar el territorio o lo atribuís simplemente a falta de higiene?

Mi hijo se ducha todos los días (cosa que no hacen su padre con esa frecuencia) y sin embargo su habitación mantiene una pestilencia sorda y constante, a modo de microclima, que se mantiene hagas lo que hagas: abras la habitación, la cierres, la ventiles o la perfumes con colonia.

¿Se tratará de un mecanismo de la naturaleza que se produce en los machos jóvenes para alejar de su terreno a otros machos competidores y de este modo preservar la intimidad de su guarida? Si es así hay que reconocer que la naturaleza es sabia y lo consigue con creces. No sólo yo, su propia madre entra en su habitación lo menos posible. A darle un beso por las noches y para de contar.

Mi hijo tiene el cuarto hasta arriba de feromonas y os juro que allí no hay quien respire. ¿Será posible que estas sustancias químicas apestosas puedan un día atraer a una hembra joven y dispuesta al apareamiento?

Si ya me quitaba el sueño su bachillerato, ahora me estoy temiendo que este niño además no encuentre novia.

11 julio, 2007

SOBREPROTECCIÓN

Podéis dejar comentarios nuevos en cualquiera de las tres entradas a la vista. Yo los leo todos
¿Qué es lo que yo sé de esto?

La enseñanza de mis padres: Ellos me hicieron hasta muy mayor cosas que podía haber hecho yo solo. En demasiadas ocasiones quisieron evitarme sufrimientos, molestias, situaciones incómodas de la vida a las que todos tenemos que hacer frente tarde o temprano, pero ellos las retrasaron y las hicieron por mí.
También es cierto que me obligaron a hacer muchas cosas que otros jóvenes sólo han hecho siendo ya adultos. Por ejemplo atender la cocina y limpiar cuartos de baño. En esto mi mujer agradece que fueran tan “modelnos”.

La enseñanza de mi amiga Isabel: “Cuando los padres nos sobreprotegen nos están transmitiendo un mensaje: tú solo no puedes. El hijo aprende esa impotencia.” ¡Qué fuerte! Creo que en muchos aspectos de la vida fui un niño sobreprotegido. Mis miedos se deben a eso.

La enseñanza de Pilar (mi mujer): “A partir de una determinada edad uno no puede echar la culpa a sus padres de cómo es. La educación que te dieron no la puedes cambiar, pero puedes reeducarse. Si no te gusta cómo te hicieron, hazte a ti mismo de otra manera.” Pues lleva razón. Pero es más cómodo pensar que uno ya está hecho y de ese modo no tienes que cambiarte a ti mismo y además le echas la culpa a otro y te quitas responsabilidades. Creo que eso es lo que me pasa. Una pena.

¿Estaré cayendo yo en los mismos errores de mis padres? De algún modo sí.

Mi hijo suspendido tres asignaturas en segundo de Bachillerato y me propongo organizarle un horario, incluso tomarle la lección día a día de los temas que vaya estudiando. Creo que así aseguro su aprobado, como hice al año pasado cuando le quedaron dos. Aunque me supone mucho trabajo.

¿Debo dejarle libertad para que él se organice como quiera aun a riesgo de que suspenda?
¿Por qué soy tan pesimista y creo que si lo dejo “a su caer” no va a aprobar todas?
¿Le dejo a él toda la responsabilidad (si se estrella ya aprenderá) o asumo parte de ella para asegurar el resultado? Ya es mayorcito. Lo sé. Pero estando encima de él durante el curso aún ha suspendido tres.

¿Cómo encontrar la medida justa para proteger y no sobreproteger?



------------------------
Decidían por mí. Y no aprendí. Ahora que tengo que hacerlo, para no decidir, os pregunto a vosotros. ¿Véis?

06 junio, 2007

PASANDO MIEDO

Os voy a contar uno de los peores días de mi vida. Digo uno pero fueron unos cuantos. Estuvieron marcados por el miedo.

Estaba destinado en La Adrada y de resultas (es decir, en una segunda parte del concurso de traslado, la definitiva, cuando ya no lo esperaba) me dieron traslado a Fuentesaúco a treinta de Salamanca. El nuevo destino suponía para nosotros una alegría enorme pues mi éxito se sumaba al que ya había obtenido my wife, a la que habían dado Salamanca-capital en la primera fase. El hecho de que no me quedaba viviendo solo al sur de la sierra de Ávila, cuando mi familia se mudara a Salamanca al curso siguiente, me llevó a querer invitar a algo a mis compañeros de centro. A todos, en el bar de Instituto, de un modo organizado.

Ernesto, un profe mayor de física, (Ernestinto de verano lo llamaban los alumnos debido a una de sus aficiones) se marchaba a Canarias aquél año y ya había dado una fiesta que fue casi una despedida de jubilación. Había comprado jamón de pata negra y buen vino. Hacía un mes de aquello, cuando yo, en la misma cafetería, al final de las clases, a la misma hora que lo hizo él, contraté con el del bar hacer algo parecido pero mucho más modesto. Se trataba de unas bebidas y unos pinchos (unas tortillas, aceitunas, queso, jamón del barato...)

Cuanto más se acercaba el día empecé a creer que aquello que había contratado se iba a quedar corto y que en dos minutos estaría terminado. Es difícil calcular cuanto pueden pinchar treinta y tantas personas. En realidad, a la hora de comer y después de seis clases treinta y tantos profesores se pueden comer todo lo que les echen y quedarse con hambre. El caso es que aquello ya me costaba un dinero y no estaba dispuesto a gastarme más.

Sin embargo, mis temores crecían día a día. Lo consulté con el del bar que me dijo que sería suficiente, pero un día antes avisé a mis compañeros con una nota en el tablón de la sala de profesores. "AMIGUITOS, QUE LO MÍO NO ES COMO LO DE ERNESTO, QUE NO SE TRATA DE INVITAROS A COMER SINO A UN PINCHO." El que avisa no es traidor.

Yo no tenía ninguna obligación de hacer aquello. Había otra compañera a quién también habían dado traslado y que no invitaba a nada (supongo que el hecho de estar buena la liberaba del deber de agradar de otra manera). Esa falta de obligación por mi parte aún hacía más irracional mi miedo. Cualquier cosa que les diera era de agradecer. Pero como el miedo es gratis y cada uno coge la cantidad que quiere, yo suelo coger bastante.

Con la cercanía del día el pánico se apoderó de mi. Se me hizo un nudo en el estómago que no me dejaba vivir. En mi mente imaginaba el bar ese día y veía las bandejas vacías cuando aún no habían llegado todos los profesores e imaginaba que los más retrasados se quedaban sin probar bocado. ¡Un horror!

Lo cierto es que quitando a un grupo con el que todavía tengo contacto, algunos leen este blog, a la mayoría no la iba a volver a ver en mi vida. ¿Qué me importaba entonces a mí lo que pudieran pensar? Pues eso digo yo. Pero me moría de vergüenza. Aquella mirada imaginaria de una multitud que me veía como a un tacaño me aterrorizaba de una manera que no podéis imaginaros. Ha pasado ya tiempo y aún recuerdo aquel día como uno de los más horroroso de mi vida.

Cuando alguien directamente te hace una crítica puedes defenderte, pero es mucho peor cuando ese juicio negativo sobre ti es imaginario. Eres tú el que te inventas lo que otros piensan y no hay defensa posible. ¿Ante quién? Eres tú mismo el que te condenas.

Recuerdo que aquella mañana sólo tenía clase las horas de después del recreo. Me levanté temprano y fui con la bici a subir cuestas. Concentrándome en el esfuerzo físico intentaba distraerme un poco de la tortura mental que me obsesionaba. Sin embargo mi cabeza no paraba y como el dolor fija en la memoria para siempre algunos momentos recuerdo aquellas pedaladas como si fuera ayer cuando las di. Debido a la ansiedad subí la cuesta de la grama, así la llaman, en menos tiempo que nunca. Es curioso que no recuerde cómo pasé la noche. Seguro que dormí poco y mal. Sin embargo son aquellas horas previas, en el comienzo de día, las que quedaron como una cicatriz en mi memoria.

Debe ser que no tengo mucha fe en mi criterio, o no me fío demasiado de mi propio juicio porque siendo un tipo encantador, como soy, no se entiende que me asuste tanto “el qué dirán”. El juicio recriminatorio de los otros es lo más amargo que se me ocurre cuando pienso en cosas no deseables. Consulté una vez con Aristóteles y me dijo que en realidad valoramos la fama (en este caso la mala fama) porque suponemos que es reflejo de determinado méritos (en este caso de un demérito). Él dice que es ese mérito el que debe importarnos y debemos buscar y no los homenajes que los demás nos tributen por ello.

Al final todo terminó bien, como finalizan todos mis miedos. Hubo suficiente comida para todos y como correspondía dije unas palabras que, inspiradas por los nervios, todos rieron y aplaudieron mucho. O eso me pareció a mí.

¿Cuántas noches insomnes habré de pasar aún en mi vida sufriendo por peligros horrorosos que me amenazan y que luego nunca son tan graves como parecían?

Hobbes decía algo que yo suscribo.
“Cuando yo nací mi madre parió gemelos. Yo y mi miedo.”
-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Prisas de la editorial me obligan a sacar las cosas de cualquier manera como veis.
Es aquello del "como sea" del otro.

03 junio, 2007

LOS HIJOS 2


La vida es una travesía por territorio comanche y los peligros acechan noche y día. A los cuarenta y tantos años puedes llegar a creer que, dentro de lo que cabe, lo tienes todo bajo control. Conoces el terreno, los mejores lugares para pasar la noche y sabes dónde hay agua y qué hacer frente una estampida de búfalos.

Pero si tienes un hijo de 17 las cosas no son tan sencillas.

Cada uno monta ya su caballo. Cuando era más pequeño iba en tu montura, y aunque era más incómodo, si huías de un peligro lo sentías pegado a ti y abrazado a tu espalda. Eso te tranquilizaba.

Ahora él maneja sus propias riendas.

Si avistas un pequeño grupo de indios puedes considerar que lo mejor es enfrentarte y eliminarlos para que no avisen a los otros o por el contrario decidir que conviene darle a las espuelas y huir a galope tendido.

Lo mismo te da. Decidas lo que decidas a tu hijo le puede parecer exactamente lo contrario. No hay tiempo para convencerlo porque hay que actuar deprisa. Si quieres correr habrás de hacerlo solo porque él se planta a esperarlos con el colt en la mano. ¿cómo vas a irte y que lo capturen por pardillo?

Pero ¿y qué haces si es él quien se pone a correr, y además en la dirección menos adecuada? No te queda más remedio que seguirlo también a regañadientes.

Si atravesar solo el territorio indio es difícil, hacerlo con un inexperto que no sabe que lo es, se convierte en la tarea de un héroe. Habrás de pelear contra los indios y contra tu hijo. Encontrar agua para los dos, conseguir que no le pique un serpiente venenosa y que aprenda además a protegerse de una tormenta de arena. En tu afán de ayudarle querrías sustituirlo pero aunque lo desees no puedes vivir por él.

Las riendas de su caballo es él quien las lleva y tú solo puedes intentar convencerlo de que haga lo que crees que debe hacer. Ardua tarea, cuando no imposible.

Después de aconsejarle únicamente cabe una cosa: esperar que él decida y luego viva para contarlo.

02 junio, 2007

LOS HIJOS 1


Tener un hijo es como duplicar la vida.

Para la bueno y para lo malo.
Gozas dos veces, en ti y en él. Pero también sufres dos veces. Por ti y por él.

Si todos tenemos un cuerpo, al tener un hijo lo multiplicas por dos. Puedes bañarte en la piscina dos veces en verano, ¡que bien! , pero también es posible que aunque protegas tu espalda el sol queme la suya. Ay.

Al tener un hijo amplias los motivos de felicidad, al tiempo que las razones para sufrir.
La vida se hace más intensa, cierto, vives una segunda vez en él. Pero también eres más vulnerable a la muerte, que puede matarte a ti directamente, ay, o podría igual acabar contigo matándolo a él. ¡AY!

La vida se duplica, para lo bueno y para lo malo. Vives más y también mueres más. Tener hijos es lo más acertado que he hecho en la vida. Aunque a veces duela.