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13 junio, 2015

Noche con gato.

Es de noche.

Hemos traído por primera vez al gato a pasar el fin de semana con nosotros a la caravana. Hizo el viaje de una hora en su trasportín y una vez en la caravana, aunque este estaba abierto, no salía fuera de él. Hemos puesto el arenero debajo de nuestros asientos y también hemos hecho un hueco allí para su manta. Una vez colocado ha pasado toda la tarde allí dentro, sin decir ni pío, como asustado. Ya lo sé, lo de no decir ni pio, es natural siendo un gato.

Mi mujer sufría por él. La tarde ha sido larga y parecía que no fuera a acostumbrarse nunca. Ahora, al comienzo de la noche ha revivido, salió de su agujero, se paseó por todos lados y lo olisqueó todo. Ya no se le ve tenso. Vamos a dormir más tranquilos.

Ahora mismo, mientras mi mujer ya duerme, con la caravana a oscuras, la única luz, la de ésta pantalla, he abierto una ventana, con la mosquitera puesta para que no salga, y él lleva un rato largo de pie sobre sus patas traseras asomado, escuchando los ladridos de un perro lejano, el canto del grillo y supongo que atento los aromas que le llegan del camping. Ha sido él quien me ha ayudado a escuchar esos sonidos a mí.


Si uno pudiera morirse dulcemente y elegir el momento por su calma… éste sería un instante perfecto.

12 abril, 2015

Escatología.

El gato no muestra ningún tipo de reacción cuando me tiro un pedo. ¿No se entera... o disimula?

Quizás piense "hoy por ti, mañana por mí".

30 enero, 2015

El gato, again.

“Hace unos meses no hubiera pensado que podía tenerle tanto cariño un animal.” La frase es de mi mujer, pero es lo que pensamos todos en casa. Es poco más de un mes lo que llevamos con él pero a todos nos tiene enamorados. Quizás mi hijo mayor tiene más desapego pero no es insensible tampoco.

Es absurdo que alguien considere a un animal parte de la familia (dado el salto cualitativo entre animal y persona), sin embargo, el gato da compañía, le coges afecto, y ahora comprendo que la gente diga disparates de ese tipo.

Ya dije que nos ha salido un gato-perro. Sale a recibirnos cuando llegamos a casa, busca nuestra compañía casi a todas horas y es muy gratificante cuando se te acerca y frota un lado de su cabeza contra tus pantalones queriendo dejar su olor en ti, para hacerte de su propiedad. O cuando arquea y eleva el lomo a tus pies para que lo acaricies.

No siempre que lo acaricias ronronea y cuando lo hace sabes que realmente está disfrutando y me produce felicidad. Por las mañanas tiene mono de mí y si nada más levantarme paso unos minutos acariciándolo ronronea sin parar.

Ocurre lo mismo si estoy desvelado, me levanto a las tres de la mañana y salgo al salón. Yo daría dinero, si fuera necesario, para oírlo ronronear. Mejor dicho, ya lo doy, porque entre vacunas, comida, arena y mandangas nos gastamos bastante dinero. Solo castrarlo nos costaría 90 euros.


El nombre de Borges sigue sin cuajar, pero tampoco ningún otro. No he probado con el Bioy Casares, pero a mis alumnos les he dicho que lo he llamado Ben y que le digo "Ben, ven". Pronunciando ven con la uve inglesa, como el very. Y que el gato (que no sabe inglés) se hace un lío, porque no diferencia si digo su nombre o le estoy diciendo que venga. 
:)

28 diciembre, 2014

Sin testosterona. Gatos y Hombres.

Mi gato aún no está castrado. Dicen que, para vivir en un piso, se vuelven más tranquilos sin las hormonas que generan los testículos.

Con Escitalopram estoy como un gato castrado. Cuando veo una chica guapa disfruto, pero no pasa de ahí, no tengo deseo sexual ninguno. Es extraño, pero estoy muy a gusto.

23 diciembre, 2014

Un nombre para el gato.

  • "Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre". Victor Hugo. 

Mis hijos querían que el gato se llamara Nico, no por el Nicolás de Goscinny-Sempé, sino porque se metía en el patio de los amigos que nos lo dieron. Que algo tan efímero, como el último bodrio televisivo, diera nombre a MI gatito no podía permitirlo. De momento en la ficha del veterinario le hemos puesto Borges. Suena pedante pero es el nombre del gato de Iñaki Uriarte, que fue quien, tras leer sus diarios, consiguió que admitiéramos en casa.

Hasta ahora soy el que más lo acaricia. Me encanta cómo se me acerca y roza unos de los lados de su cabeza contra mi pierna pidiendo caricias. Me encanta que su ronroneo, mientras lo acaricio, sea signo de que lo pasa bien.

Es un gato buenísimo. En el veterinario no se resistió a ninguna de las cosas que le hicieron y la veterinaria dijo que muchos no eran así. Se pasa el día durmiendo en la galería cubierta. Es él quien busca salir y al atardecer entra en casa y se pasa unas horas con nosotros.

A mí me es fácil rendirme a las cosas con pasión. No tengo término medio. Cuando pongo fe en algo me entrego completo. Si Dios no lo remedia dentro de unos años diré majaderías como esa de que cuando se muere la mascota es como si se muriera un hijo. Espero no llegar a ese grado de estulticia. 


Me he entregado a Borges como si pudiera ser mi mejor ansiolítico. 

21 diciembre, 2014

El gato.

Iñaki Uriarte escribió de un modo tan atractivo sobre su gato que sembró en mí la semilla del deseo.


A mi mujer no le pareció mal la posibilidad de tener uno y hace unas semanas surgió la oportunidad. 
Se trataba de un pequeño gato callejero que se presentaba todos los días en el patio de unos amigos que ya tienen dos. Debe haberse criado en un primer momento entre humanos y busca su compañía.

Llegó a casa ayer en un trasportin, cuando ya habíamos comprado el arenero, la arena, la comida y los comederos. Aunque le dejamos la puerta abierta, tardó un rato en salír del traspotin y no quiso probar una lata de comida muy rica que le ofrecíamos en la puerta. Luego poco a poco salió fuera y se refugió en un rincón del salón desde el que estuvo observándolo todo. Al rato accedió a comerse la lata de comida que yo le acerqué. Apenas le he visto beber agua.

Sería la una de la mañana, cuando tras estar en la cama un rato y como estaba un poco desvelado, me levanté a estar con él. Me senté en el sofá y al poco se acercó a mi ronroneando. Lo acaricié un rato largo. Era la primera vez que lo hacía. No solo a él. Quizás la primera vez en 30 o 40 años que acariciaba un gato. Hay gatos huidizos. No es el caso de este. Se hace querer. Anoche ya me ganó con aquella muestra de confianza dejándose acariciar y siendo él el que vino a mí. 

Aunque habitualmente tendremos la arena en un pequeño cuarto de aseo (estamos pensando hacerle una gatera a la puerta) anoche, al principio, para ver si aprendía, había puesto el arenero en el salón. De pronto lo vi cómo se ponía a hacer sus necesidades. No se me había ocurrido que las cacas de los gatos oliesen tan mal. ¡Qué olor! ¡Qué asco! Parecía que un humano se lo hubiera hecho en el salón. Eso sí. Inmediatamente lo tapó. 

Toda la gente que tiene gatos habla maravillas de ellos. Dice que dan paz. Si se trata de eso, a mí, mal, no me vendría. Creo que nos vamos a entender.