07 noviembre, 2014

Nada más práctico que una buena teoría.

Enseñando se aprende. Hace años me tocó ser coordinador de convivencia en un instituto y como me propuse dar unas charlas a los alumnos sobre asertividad, estudié sobre ello.

Es curioso que durante esa temporada yo mismo fui mucho más asertivo en mis clases porque tenía en mente el asunto y me servían además aquellas técnicas que había aprendido.

Ahora estoy pensando tomar algunas clases sobre el tema, pues creo que me vendrían bien. Pero hay una técnica que aprendí entonces, que sigo utilizando con los alumnos y que es infalible. Es la del disco rayado. Mandas cambiar a un alumno de sitio y se resiste. No siempre sucede así, en mi centro muchos se cambian inmediatamente. Pero otros se resisten, tozudos, varias veces, con excusas: que ya se van a portar bien, que no tienen el libro y tiene que compartirlo, que por favor no lo coloques solo.

Hace años, después de insistir dos veces me cogía un cabreo morrocotudo, me ponía a chillar como un loco y el alumno obedecía sorprendido, asustado y humillado. Con el disco rayado, solo tienes que repetir la misma frase tantas veces como sea necesario. “He dicho que te pongas en aquella mesa”. Y ante su negativa repetirla de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. ¿Cuatro? ¿Cinco veces? Las que haga falta. Como ellos no conocen la técnica terminan cediendo pronto. No pierdo más tiempo que antes, al revés, esto es mucho más rápido, porque la ira se apoderaba de mí durante largos minutos incluso después de que el alumno se había cambiado de sitio.

Para hacer las cosas no basta querer, hay que saber.

Cosas como estas, ser asertivo, identificar los propios sentimientos, identificarlos en otros, gestionar el desánimo, motivarse a uno mismo, hacer amigos, todas son cosas que se pueden aprender y enseñar. Y que podrían enseñarse y aprenderse en la escuela, siempre que hubiera profesionales cualificados. Debatimos sobre esto en el blog de Cristina hace tiempo. Aquí y aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario