Tarde con mi madre
Mi madre ayer tuvo una alegría. La llamaron dos antiguas
amigas para que saliera un rato. Alguien les debía haber dicho que mi madre
está “olvidadiza” y quisieron sacarla un rato para entretenerla. Fueron a
buscarla a casa, se tomaron un café por ahí y la acompañaron de vuelta antes de
la cena. Esto de acompañarla de vuelta, y eso que llovía, indica que la veían
frágil, desvalida y necesitada de auxilio. Hasta ahora siempre que mi madre
salía con amigas iba ella sola hasta donde hubieran quedado y luego volvía sola.
¿Qué razón las hizo venir a buscarla y luego traerla? O alguien les había
contado algo o al hablar por teléfono, parece que la felicitaron el día de su
santo, se dieron cuenta de que no estaba en condiciones de salir de no ser así.
Cuando volvió, venía contenta, pero enseguida dijo que “habían
hecho una obra de caridad con ella sacándola para que se distrajera un poco”.
¿Por qué decía eso? ¿Es que ya es consciente de que ella ya no puede darle una
conversación entretenida a nadie? A veces te quiere hacer creer que está normal
(o se lo cree ella) y otras se adivina que barrunta la gravedad de su mal.
El caso es que lo que ayer parecía una alegría –la salida
con las amigas- se convirtió hoy en tristeza y confusión. Si anoche la dejé
contenta después de volver de la salida, cuando llegué esta estaba hundida en
su sillón. Mi padre había, por su cuenta y riesgo, pedido ya una cita para el
psiquiatra. Decía que nosotros, por mis hermanos, la hemos llevado al neurólogo
pero que estas tristezas que tiene son de depresión y debe atenderlas un
psiquiatra.
Estuve un rato con ella y me explicó lo que le pasaba. No
recordaba bien a las amigas y cuando quería recomponer sus recuerdos sobre
ellas no lo lograba. No recordaba bien de qué las conocía. No sabía si la que
tenía una madre muy mayor y enferma era la una o la otra. Está claro. Había
estado con ellas, había estado bien, pero decía que no sabía muy bien con quien
había estado.
Quería llamar por teléfono a alguna para que le aclarara sus
confusiones. Estaba yo ya mirando en su agenda para marcarle el número (ella no
ve nada, quizás con una lupa hubiera encontrado el número después de buscar una
hora) cuando tuve ocasión de hablar con la mujer que los atiende, que venía
entonces de la farmacia.
A solas, me explicó que mi madre ya había telefoneado esta
mañana a una de ellas y que en esa conversación, había intentado aclarar
algunas de sus dudas.
Me quedé ojiplático. O sea, se levantó por la mañana
confusa, telefoneó para aclararse y por la tarde se había olvidado completamente que
había llamado, seguía con las mismas dudas que antes del teléfono y con la misma
intención de llamar.
Se me ocurrió llevarla un rato a casa de mi suegra por ver
si se entretenía y se olvidaba de todo. De momento parece que lo logré. Ha
llegado de buen humor para cenar. No sé lo que durará. Le dije a mi padre que,
por favor, ni se le ocurriera nombrarle a Carmen y a Josefina.
Yo, a todo esto, en la TV de mi suegra vi un rato de la
ceremonia de los premios Príncipe de Asturias. Me recordó cómo uno de mis
antiguos compañeros de instituto consiguió una foto con su Majestad la Reina. Pero
lo de criticar a un compañero lo dejo para la entrada de mañana.
Llegué a tu blog siguiendo el rastro de Uriarte y me he quedado por lo de tu madre, por ver como lo llevas y porque me hace bien sentir que no estoy sola.
ResponderEliminarYo tambien voy todos los días a ver a la mía y tambien se que por mucho que vaya siempre me queda la duda de si habré hecho bastante.
Es doloroso, sobre todo esta etapa en que cada dia pierde un puñado de neuronas y ella se da cuenta. Pero te digo que es una fuente inagotable de conocimiento de mi misma. Es la última enseñanza que recibo de ella y no me la quiero perder.
un abrazo