26 octubre, 2013

Recibir un premio.

Mi antiguo compañero (llamémosle Antonio) era un hombre inteligente y culto, muy eficaz organizando y haciendo cosas.

Mi antiguo director no lo era tanto, pero tuvo astucia para conseguir el cargo, y tenía astucia para conservarlo.

Se organizó un proyecto en el instituto, una actividad interdisciplinar que nos comprometía a todos los profesores. Fue un proyecto que duró varios años. Lo dirigía un profesional de fuera del centro que trabajaba en colaboración con Antonio, que hacía de coordinador dentro del instituto y servía de enlace entre el profesional (auténtica alma del proyecto) y el resto del profesorado.

El proyecto era ambicioso y fue presentado a un premio importante. Con tan buena fortuna que el instituto ganó ese premio. El premio lo entregaba la Reina Doña Sofía. Antonio era más de izquierdas que nadie, republicano como el que más, pero cuando supo que los premiados  (había muchos premios en diferentes modalidades)  serían recibidos por la Reina en un acto en Madrid se puso muy contento.

Únicamente dos personas podían representar al instituto para recibir el premio. Era lógico que el profesional fuera la primera de ellas pero hubo un momento de pugna sobre quién sería la otra, porque tanto el director como Antonio querían estar en aquel acto institucional de tan alto nivel. Al final, con toda justicia, fue el que más había trabajado en el proyecto, es decir, Antonio, quien consiguió el puesto.
Hasta aquí todo normal. A la gente le gusta figurar y no todo el mundo tiene una foto con la Reina.

Pero lo que más gracia me hizo fue una conversación que Antonio tuvo con su hija. La charla me la contó él mismo sin darse cuenta de la contradicción que encerraba.  La hija no quería que fuera a Madrid. Le reprochaba que él, que estaba a favor de la república, fuera a recibir tan contento el premio de manos de la Reina. 
¿Sabéis lo que le respondió Antonio?

Que ella era muy joven y que ya aprendería. Que en la vida hay que transigir con muchas cosas con la que uno no está acuerdo.


¡¡Como si no le hubiera quedado más remedio que ir!!

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