Tranquilizante ocasional o antidepresivo habitual.
Al final del verano, mi amigo B., médico de familia, de modo
informal y charlando de otras cosas, me dijo que yo era un caso claro de TAG.
Trastorno de Ansiedad Generalizada. No me parece mal diagnóstico. También me
siento como un bipolar light. Pero él dice que eso no es un bipolar, que es un
ciclotímico. De repente las tres siglas aparecieron como un foco que iluminaba
mi vida. La vida misma es ciega y nada como tener un concepto para poder ver la
realidad. Mi vida, a la luz de esa idea, aparecía sencilla, previsible,
explicable y explicada.
Por lo que yo le entendí, ese trastorno se comprende dentro
de la neurosis. Y la neurosis oscila entre dos extremos. Uno es la depresión o
tristeza y el otro es la ansiedad y el miedo. Yo claramente estoy en manos del
miedo. A mí la vida me parece algo lleno de peligros. Unas veces los vivo con
más angustia y otras veces con menos, pero siempre hay mil peligros acechando.
Siempre hay algo malo que PUEDE pasar. Cuando volví de Londres y me vi en casa
entero, sin daño ninguno y que todo había salido muy bien sin problema ninguno
me costaba creerlo. Ni el más mínimo problema en todo el viaje. Entonces pensé
que esa buena racha no podía durar tanto. Que algún mal habría de venirnos a
Pilar y a mí. Que aunque solo fuera por eso de la distribución estadística
ahora nos tocaría sufrir un poco. Y tuve miedo. Es para echarse a reir sino
fuera dramático. Otra vez el miedo, el miedo de que no haya sucedido nada mal y
que por fuerza alguna vez tendrá que pasar. Si no me creyera tan listo pensaría
que soy estúpido. En realidad lo soy. Estúpido, digo. Emocionalmente no soy muy
inteligente. Si lo fuera viviría más tranquilo. Y vivo siempre con un grado
determinado de tensión.
Es una tensión que ignora la proporción real de los
problemas. Me ahogo en un vaso de agua. Cualquier pequeño trastorno se
convierte en un problema que me agobia. Y cuando no hay nada real me invento
peligros posibles y futuros. Es como si la ansiedad estuviera instalada en mí y
lo que hiciera mi cabeza fuera buscar amenazas y peligros que hagan razonable
la situación de miedo constante. En fin, todo esto está descrito muy dramáticamente. También tengo ratos muy
tranquilo pero mi estado natural es el estado de alerta.
Pero lo que quería contaros es la alternativa que supongo
que un médico británico me propondría si yo fuera a verlo y le contara todo
esto.
Puedo vivir sin medicación, tomando tranquilizantes de vez
en cuando, como ya conté aquí y aquí y también puedo tomar de modo continuo un
antidepresivo. De esta última posibilidad es de la que me habló mi amigo B. A
veces mi estado de ánimo, estado de ánimo de cierta irritabilidad, repercute negativamente
en otros. En Pilar, sobre todo. ¿Sería preferible encontrar un antidepresivo que
me serenara y olvidar esta lucha por encontrar cada día el equilibrio? No lo
sé. De momento no me decido a tomar un antidepresivo de manera habitual. En otro post, si Dios quiere, os explicaré
por qué.
Perfecto ese si Dios quiere de la última línea.
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