Mi necesidad y el dolor ajeno.
Hoy quería contar una anécdota que contaba mi padre sacada del
libro “¡Viven! La tragedia de los Andes”.
Si recordáis, un avión se estrelló en los Andes y un grupo
de supervivientes pasaron allí un mes o dos aislados, esperando que los rescatasen. La anécdota se sitúa al comienzo de la historia, al día siguiente de haber
sucedido el accidente. Una mujer está mal herida y se queja de sus dolores de
modo constante durante la noche. Los demás nada pueden hacer para aliviarle el
dolor y refugiados de la nieve en lo que queda del avión todos intentan dormir.
Cuando ya llevan escuchando sus quejidos durante unas horas a alguien se le
escapa una voz destemplada. Quizás es el sentir de muchos: “Cállate ya,
necesitamos dormir”.
Es triste la historia. Son desgarradores los gritos de una
mujer sufriendo sin alivio en la noche y casi más triste la insolidaridad que
nace de las propias necesidades. Hay un momento en el que lo que uno necesita
se antepone sin piedad a las necesidades ajenas. Quizás a mí me enseñaron de pequeño que los seres humanos debían ser ángeles. Cuando compruebo que somos seres humanos solo, a veces demasiado humanos, me siento decepcionado.
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