PATAS QUE CHIRRÍAN
Marvin Harris un antropólogo famoso considera que el consumo exagerado de nuestras sociedades es un sustituto de algunos rasgos animales que a ellos les sirven para demostrar quienes son los individuos más capaces.
“Con el consumo conspicuo nuestra especie hizo una reinvención cultural de los plumajes de brillantes colores, los alaridos, las danzas giratorias, la exhibición de dientes y las pesadas cornamentas que los individuos de las especies no culturales utilizan para intimidar a sus rivales. He leído que entre los grillos los machos dominantes son los que chirrían más alto. Cuando se les aplica cera en las patas para silenciarlos, siguen apareándose más que sus rivales, pero aumenta notablemente el tiempo que gastan en combates. "En otras palabras -observa Adrian Forsyth-, hacer publicidad de fuerza ante los rivales sale a cuenta, de lo contrario se malgastan muchas energías para afirmar tal fuerza". “
Es decir, aparentamos ante los demás para mostrar nuestra fuerza. Si no lo hiciéramos tendríamos que pelear cada bocado frente a los otros que nos creerían más débiles de lo que somos.
Últimamente no puedo olvidarme de este párrafo a cada momento, en mi relación con los otros.
Por ejemplo, en el café con los compañeros. ¿Por qué unos hablan bastante más que otros? ¿No existirá entre nosotros cuando charlamos de cosas triviales una competencia similar a los grillos cuando están haciendo chirriar sus patas?
El que habla acapara la atención. Con independencia de cual sea el contenido de su charla lo que trasmite es: Yo tengo cosas interesantes que contar, yo soy importante, yo tengo cosas que enseñar, vosotros sois los que escucháis y yo el que hablo.
Un viejo profesor, con el que formé parte de un tribunal de oposiciones, me decía: cuando uno del tribunal, tras la exposición, le pregunta algo al opositor, no habla para el opositor; habla para sus compañeros de tribunal, les está diciendo: mirad qué preguntas más inteligentes se me ocurren.
“Con el consumo conspicuo nuestra especie hizo una reinvención cultural de los plumajes de brillantes colores, los alaridos, las danzas giratorias, la exhibición de dientes y las pesadas cornamentas que los individuos de las especies no culturales utilizan para intimidar a sus rivales. He leído que entre los grillos los machos dominantes son los que chirrían más alto. Cuando se les aplica cera en las patas para silenciarlos, siguen apareándose más que sus rivales, pero aumenta notablemente el tiempo que gastan en combates. "En otras palabras -observa Adrian Forsyth-, hacer publicidad de fuerza ante los rivales sale a cuenta, de lo contrario se malgastan muchas energías para afirmar tal fuerza". “
Es decir, aparentamos ante los demás para mostrar nuestra fuerza. Si no lo hiciéramos tendríamos que pelear cada bocado frente a los otros que nos creerían más débiles de lo que somos.
Últimamente no puedo olvidarme de este párrafo a cada momento, en mi relación con los otros.
Por ejemplo, en el café con los compañeros. ¿Por qué unos hablan bastante más que otros? ¿No existirá entre nosotros cuando charlamos de cosas triviales una competencia similar a los grillos cuando están haciendo chirriar sus patas?
El que habla acapara la atención. Con independencia de cual sea el contenido de su charla lo que trasmite es: Yo tengo cosas interesantes que contar, yo soy importante, yo tengo cosas que enseñar, vosotros sois los que escucháis y yo el que hablo.
Un viejo profesor, con el que formé parte de un tribunal de oposiciones, me decía: cuando uno del tribunal, tras la exposición, le pregunta algo al opositor, no habla para el opositor; habla para sus compañeros de tribunal, les está diciendo: mirad qué preguntas más inteligentes se me ocurren.
¿Será verdad?
Un médico me contaba que cuando una mujer-médico hace un diagnóstico en una sesión colectiva con otros está diciendo lo que sinceramente piensa. Desde su punto de vista cuando lo hace un varón está compitiendo con los compañeros, probándolos (cuando hace una pregunta), demostrando su saber y diciéndoles: soy más listo que vosotros.
Me temo que también las mujeres compiten, aunque quizá no siempre con los hombres, por eso este médico no lo veía. Desde luego lo hacen ferozmente entre ellas en muchos campos.
Un médico me contaba que cuando una mujer-médico hace un diagnóstico en una sesión colectiva con otros está diciendo lo que sinceramente piensa. Desde su punto de vista cuando lo hace un varón está compitiendo con los compañeros, probándolos (cuando hace una pregunta), demostrando su saber y diciéndoles: soy más listo que vosotros.
Me temo que también las mujeres compiten, aunque quizá no siempre con los hombres, por eso este médico no lo veía. Desde luego lo hacen ferozmente entre ellas en muchos campos.
En los claustros de profesores, cuando se discute un asunto, me pregunto si realmente estaremos hablando del contenido del que todos creemos que hablamos o estaremos inconscientemente haciendo chirriar nuestras patitas pensando en los horarios, las tareas y los privilegios que hay que repartir.
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Por cierto, la frase de Marvin Harris podría servir como propaganda para una agencia de publicidad. Incluso podría darle nombre. "El canto del grillo". No es suficiente con ser fuerte, sino que hay que mostrarlo.
Quizá también sirva para los blogs. A lo mejor una buena campaña, consiguiendo una buena puntuación en Technorati, es util para que a uno lo lea más gente.
Pero no olvideis a Natalia Ginzburg en "Las pequeñas virtudes": "no el deseo de éxito, sino el deseo de ser y de saber."
El canto del grillo, me gusta.
ResponderEliminarHermosas letras azules, Dayenu.
ResponderEliminarSi pinchas en ellas saldrá algo que no te interesará lo más mínimo.
ResponderEliminar"nuestro papel es el de saber observar lo más templados posible"
ResponderEliminarParece un consejo de Aristóteles. Y a mi no me vendría mal seguirlo.
Cuídate, Marcos. Estoy escribiendo en unas condiciones verdaderamente lamentables robando ondas de wiffi. Un beso de buenas noches y hasta mañana.
ResponderEliminarFeliz sueño.
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo con tu teoría y es una hermosa manera de defenderla la historia que nos cuentas sobre las patitas de los grillos. Esa competencia verbal semioculta se da en todos los ámbitos y la he criticado más de una vez en nuestro círculo de amistades. Lo que no tengo claro es si es mejor así, pese a su hipocresía, o a tortas de verdad, como los grillos encerados.
ResponderEliminar¿por qué necesitamos competir?
¿no será que usamos poco el tirachinas, de niños, u otros instrumentos, ya mayoes?
Hola... sólo quería decirte que te leo y paso por tus letras de vez en cuando (aprovecho para llevarme de una vez tres o cuatro textos)... siempre limpias, sobrias, directas... No obstante me queda la duda de si te melestó la respuesta que hice a tu comentario hace unas semanas (como te dije no vi tu email y no pude hacerlo más discretamente)... gracias por tu comprensión... un saludo... Pau
ResponderEliminarBienvenido sea tu comentario Usebio. A veces también yo me pregunto para qué competiremos tanto. Desde luego... lo que es para aparearme ya compito poco.
ResponderEliminarPau no me pareció mal tu respuesta. Al contrario, me pareció bien. Eso sí... tengo que reconocer que aún no he terminado de leer tu viaje. Pero pienso hacerlo. A ver si esta tarde me pongo.
Me gustó más el chirriar de patas al mover las sillas que estos grillos que cantan ¿¡a la luna!?
ResponderEliminarCatarrino, lo vuelvo a dejar como estaba.
ResponderEliminarVale, vale, siga usted haciendo caso de catarrino sin preocuparse de que yo pueda enfadarme. A mí me gustaba el otro... Es hora de dejar el trabajo, a casita.
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