24 octubre, 2007

SPINOZA Y LA FELICIDAD

Las éticas pueden dividirse en éticas de la felicidad o éticas del deber.

En las primeras el norte está claro: la felicidad. En estas concepciones los deberes son debidos porque nos llevan a ella.

En las segundas hay deberes categóricos. No se trata de que su cumplimiento nos proporcione más o menos felicidad. Hay acciones que deben realizarse incondicionalmente: estaríamos igualmente obligados aunque nos trajeran infelicidad.

La ética de Spinoza se sitúa entre las primeras y mi frase preferida esta:

"La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud; sino que es la
virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que, al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella."
Es perfecta.

En mi vida creo que sólo hay un aspecto en los que me sucede esto. Bueno, quizá exagero, pero hay uno en el que esto se da en grado sumo.

Es con respecto al ejercicio físico.

No es que me parezca que es sano y lo haga venciendo mi pereza o la vagancia. Es que me siento bien haciéndolo. Disfruto corriendo y me siento mal si no lo hago. De manera que como indica la frase de Espinoza no me cuesta vencer “mis concupiscencias”.
Supongamos que exista un deber de mantenerse en forma o velar por la propia salud haciendo ejercicio. En relación con este asunto mi deber y mi deseo coinciden. Lo que me conviene y lo que me hace feliz es lo mismo. Ojalá en todo fuera así.

También me pasa con mis hijos. Su bien es mi bien. No podría disfrutar de algo que a ellos les procurara un mal, de manera que privarme de algo agradable si les beneficia se convierte en algo bueno porque su bien es mi bien.
En realidad, lo que quería decir en esta entrada es que hay muchas facetas de mi vida en las que cuando cumplo con mi deber (si lo cumplo) lo hago forzado, impulsado por el sentimiento del deber o por el miedo al remordimiento, no porque “la felicidad sea la virtud misma”, y si consigo reprimir “las concupiscencias” no lo hago porque goce de la felicidad. Pero lo dejo para otra entrada.
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Sin que tenga nada que ver con esto he metido en http://interesante-loia.blogspot.com/2007/10/el-declogo-del-escritor.html el decálogo del escritor que hizo Monterroso hace tiempo. Por lo visto Quiroga elaboró el decálogo del perfecto cuentista y Monterroso se lo tomaba a cachondeo e hizo uno con 12 consejos, para te puedas quedar con los 10 que más te gusten. Ambos hablan de alguna cosa que le preocupaba a pseudópodo.

6 comentarios:

  1. Alberto Q.

    www.lacoctelera.com/traslaspuertas

    Quería dejar aquí mi huella y agradecerle su comentario en mi blog.

    Para mí, la felicidad absoluta quizá exista, pero solo de forma fugaz. Curioso post... y que hace pensar.

    Saludos

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  2. En Los caballeros las prefieren rubias de Wilder, la Monroe le reprocha a su compañera que salte de jovencito en jovencito en vez de buscar un rico como ella. Le dice "¿cuándo vas a dejar de divertirte para empezar a ser feliz?".

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  3. Vivimos en una sociedad hedonista, en la que la felicidad se ha convertido en el objetivo del ser humano. Una felicidad total, una felicidad imposible... Y es esta utopía, el origen de la verdadera infelicidad, pues no hay realidad tan bella como la que aún no ha llegado, pues en el momento en que se alcanza o creemos alcanzarla, nos damos cuenta de lo imperfecta e insuficiente de la misma.
    Acaso existe una mayor infelicidad que la certeza de no poder alcanzar lo inalcanzable?

    Saludos

    De una alumna que agradece profundamente todos los intereses que le transmitiste.

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  4. Me recuerda un poco a la razón vital de Ortega, no hacer algo porque sea bueno sino porque lo sentimos bueno. Cuestionar los valores para hacerlos propios.

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  5. Supongo que la alumna que firma el tercer comentario es R.L.

    Muy impresionado por tu manera de firmar lo que has escrito, pues lo que dices me resulta muy elogioso.

    Ojalá se te vea otra vez por aquí.

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  6. Al hacer ejercicio se liberan endorfinas, de ahí la sensación de bienestar.

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