24 septiembre, 2007

ENVEJECER

Mi padre envejece. Lo hace poco a poco, claro, pero irremediablemente envejece. Tiene ochenta y seis años y aún tiene carnet de conducir. Creo que le obligan a hacer una revisión de reflejos cada dos años y sé que en la última no le pusieron pegas. Aunque últimamente se le nota que ha perdido mucho. Está bastante duro de oído. La primera vez que le hablas nunca entiende nada de lo que le dices. No es sólo sordera. Es falta de reflejos. Está con sus pensamientos y cuando quiere atender la frase ya está dicha. Ahora se ha puesto dos audífonos pero no está contento. Dice que se amplifican además todos los ruidos del ambiente. El sonido de su propia voz lo escucha distinto y no le gusta como suena.

Mi padre muchos domingos sale al “Gargavete”, que es una zona de campo, a las fueras, por la carretera de Alba. Allí saca su silla plegable y se lee el periódico tranquilamente. Luego se da un paseo por entre las encinas, y se vuelve de nuevo en coche. Nunca ha tenido ningún percance y lo saca y lo mete en su garage después de cada mañana dominical.

Pero mi madre ya no se fía de él. Todos los veranos, pasan quince días en la playa en una residencia de tiempo libre que gestionan los sindicatos. Todos los años ha ido conduciendo él. Es, ya, el único viaje largo al que se atreve desde hace varios años. Conoce la carretera desde que nos llevaba a nosotros de pequeños y aunque supongo que ha cambiado mucho no ha fallado ningún verano.

Mi madre cuando volvieron el verano pasado, le dijo que había sido la última vez que iban con coche. Que si querían volver, lo harían en tren o en autobús.
Así han hecho este verano. Han ido en tren. ¿Es o no triste el asunto?
¿Cómo se sentirá mi padre? ¿No es duro reconocer que ya nunca más podrás hacer cosas que antes hacías normalmente?

Decía Spinoza que “Cuando el alma examina su poder de obrar, se alegra.“

Y supongo que cuando percibe su impotencia se entristece.

Aunque mi padre aún puede ir los domingos al campo, quizás un día no muy lejano sus reflejos decaigan y desde Tráfico le denieguen la renovación de su carnet. Supongo que esto es sólo el comienzo del fin. Ya querrían muchos ancianos tener la salud que él tiene... Pero... ¿es o no triste envejecer?

6 comentarios:

  1. Sí, es triste, pero sólo un poco. Pero quiero (deseo, ansío), ya que es así, llegar como su padre.
    El audífono es mal tolerado por prácticamente todo el mundo que tiene que usarlo, precisamente por lo que cuenta su señor padre.
    No leí lo de Babel. Antes de leerlo le diré que con el tiempo esa peli gana. Puedo decir que me gustó. Me reconozco en Brad Pitt y señora.

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  2. La putada es la vida en general. Pero creo que su padre no se puede quejar. Hay que mirar el lado positivo de llegar a los 86 como él ha llegado. Sin ser una carga para nadie, acompañado de su mujer, viajando. Yo también me apuntó a eso, pregúntele como se hace.

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  3. No sé si será la clave pero una cosa que ha hecho toda su vida es echarse la siesta. En la cama y con pijama.

    Yo en eso lo imito.

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  4. Si se echa la siesta, quiere decir que no trabaja con un horario estresante, ya vas dando más información.

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  5. Muy triste, pero no se puede hacer nada, supongo. Decía mi abuelo (ya murió):

    "Qué malo es llegar a viejo. Claro, que si no llegas, es peor".

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  6. Estas sutiles y sentidas pinceladas me parecen magníficas.

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