05 abril, 2016

Una trampa de Hitchens

He conseguido el libro de Alister McGrath La ciencia desde la fe. 

Uno de los mitos contra los que arremete es "el conflicto perpetuo entre ciencia y religión". Lo que cuenta aquí me divierte mucho y por eso lo transcribo la ayuda inapreciable de esta página de OCR.

He corregido los errores, pero quizás se me haya pasado alguno.

Fijémonos en uno de esos dictámenes oraculares. Hitchens relata el hecho histórico verídico de que Timothy Dwight (1752- 1811), un teólogo cristiano y antiguo rector del Yale College (que, posteriormente, se convertiría en la Universidad de Yale), se oponía a la vacunación contra la viruela. Para Hitchens, ese error de juicio es típico de la mentalidad retrógrada de las personas religiosas. La indignante postura de Dwight no hace más que mostrar, según Hitchens, hasta qué punto el oscurantismo religioso ha obstaculizado el avance científico, tanto entonces como ahora. La conclusión, pues, es que la religión envenena todos los intentos de progreso humano.

El problema es que tal apreciación tiene muy poco de empíricamente demostrable y un mucho de manifiestamente ridícula. Hitchens tiene razón al usar la vacuna contra la viruela como un estudio de caso de la hostilidad contra el avance científico. Y acierta también al afirmar que Dwight se oponía a tal vacunación. Pero las conclusiones que extrae de ello son simplistas y superficiales, y no revelan más que sus propios y arraigados prejuicios y presuposiciones ideológicas. La situación es mucho más compleja y se niega tozuda a conformarse a ese relato de «guerra» que tan acríticamente suscribe Hitchens. Permítanme que dé dos contraejemplos con los que reforzar mi argumento.

Es evidente que Hitchens piensa que la vacuna contra la viruela es algo positivo y que, por tanto, quienes se oponen a ella merecen toda reprobación y quienes la defienden son dignos de encomio. Retrocedamos hasta la generación anterior a la de Timothy Dwight. Jonathan Edwards (1703- 1758), considerado hoy en día como el más grande pensador cristiano de Norteamérica, fue el tercer rector del Princeton College (germen de lo que posteriormente sería la Universidad de Princeton). Defensor entusiasta de los avances científicos y médicos.  Edwards fue un impulsor temprano de la vacunación contra la viruela. Para demostrar a sus estudiantes de Princeton que ese (por entonces) novedoso procedimiento médico era seguro, él mismo se hizo ino-cular la vacuna". Pero, en su caso, el tratamiento no salió bien y Edwards falleció al poco tiempo.

Lo que los lectores imparciales habrían esperado lógicamente de Hitchens es que hubiera ofrecido un retrato más equilibrado y preciso de las actitudes religiosas hacia la vacunación contra la viruela, sobre todo, teniendo en cuenta cómo Edwards la defendió hasta el punto de perder la vida al servicio del avance científico. Pero Hitchens borró a Edwards de la imagen de conjunto. Y es que Hitchens es un propagandista, no un estudioso de la cuestión. Su propósito es defender tanto el relato de la presunta «guerra» entre ciencia y religión como su propia (y bastante dogmática) versión del ateísmo, pero no ofrecer una descripción ecuánime de la historia.

Esa preocupante tendenciosidad queda confirmada por la llamativa ligereza con la que pasa por alto que el influyente escritor ateo George Bernard Shaw (1856-1950) se opuso a la vacunación contra la viruela allá por la década de 1930  ridiculizándola por considerarla un «engaño» y un «indecente ejercicio de brujería»: Despreció la opinión de destacados científicos cuyos trabajos tan claramente respaldaban el tratamiento (como Louis Pasteur o Joseph Lister) tachándolos de charlatanes que no sabían nada del método científico. Pero Shaw era un ateo que hizo tan absurdas afirmaciones en pleno siglo XX.


¿Por qué no mencionó Hitchens este famoso e impactante ejemplo, desde luego, de exteriorizar sus propio rencores y la inquietud que le inspira la religión como más le plazca. Pero ¿acaso no había demostrado ya ser una persona sana con la astucia suficiente como para darse cuenta de que sus lectores detectarían tan flagrante sesgo? Está claro, pues, que necesitamos contar la historia con la máxima integridad y corrección posible. Es evidente que ha habido momentos en los que, incuestionablemente, la religión ha obstaculizado el avance científico… [ASÍ SIGUE]

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