Humildad.
A veces mi humildad es como la de este chiste que encuentro en un libro de Zizek.
Un grupo de judíos admite
públicamente su nulidad a los ojos de Dios. Primero, un rabino se pone en pie y
dice:”Dios mío, sé que no valgo nada. ¡No soy nada!” Cuando ha terminado, un
rico hombre de negocios se pone en pie y dice, dándose golpes en el pecho:
“Dios mío, yo tampoco valgo nada, siempre obsesionado con la riqueza material.
¡No soy nada!” Tras este espectáculo, un judío pobre, corriente y moliente, se
pone en pie y proclama: “Dios, no soy nada.” El rico hombre de negocios le da
una palmadita al rabino y le susurra al oído con desdén: “Menuda insolencia!
¡Quién es este tío que se atreve a afirmar que él tampoco es nada?”
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