28 febrero, 2015

El blog de Joselu.

Profesor en la Secundaria es un blog de notable éxito, por su número de visitas y comentarios. Expone cómo entiende la educación, cuenta cosas de la vida diaria con sus alumnos, expresa los distintos sentimientos por los que pasa en su tarea… Otras veces aborda temas de actualidad. Siempre lo hace desde una perspectiva que podemos llamar de izquierdas -aunque se defina como conservador, que también lo es-. Lo más importante es que no es sectario. Joselu intenta comprender los diferentes puntos de vista y como consecuencia incorpora a su discurso otras perspectivas que lo enriquecen y lo alejan de una posición fanatizada o unilateral. Esto, que me parece una de sus mayores virtudes, puede tener también un punto falaz. Quizás quiera contentar a todos.

Sus entradas muestran un hombre generoso al que gusta su profesión y un hombre apasionado que se esfuerza por transmitir saber en un entorno difícil. Su instituto recibe un alumnado difícil, muy heterogéneo, con muchos inmigrantes, chicos desmotivados, adolescentes despreocupados por su futuro… Quiere evitar por todos los medios que la enseñanza se convierta en una transmisión de saberes muertos y cada día –o digamos, cada cierto tiempo- pretende reinventarse como profesor y renacer de sus cenizas para despertar en sus alumnos el deseo aprender.

Al mismo tiempo, tiene un punto de locura y de soberbia que a quien más perjudica es a él.
Siendo muy pequeño (no puedo encontrar dónde la cuenta) se empeñó un día en no comer lo que fuera y ante el castigo de su madre de sacarlo a la puerta de la calle él no cejó. Decía “no”, costara lo que costara. Aunque se quedara solo y fuera se helara de frío. Joselu decía, me pareció que con orgullo, que era un rasgo de su carácter. Esa tozudez y rebeldía a toda costa, ese decir “no” contra la fuerza de la realidad no me parece sano para la vida. Puede uno ser así –qué duda cabe- pero lo lógico es lamentarlo.

En otra entrada dice: “No admiro a nadie. (…) No establezco una prioridad entre seres que han pasado a la historia y otros que se cruzan en mi vida como la panadera de mi barrio con la cual hablo con placer. Cada uno tiene la vida que le ha tocado o la que ha podido elegir. No creo que haya seres más grandes que otros…(…)

También me cuesta entenderlo. Existen personas mejores que otras y hay seres excepcionales. Y es de justicia reconocerlo. Aunque eso nos deje a los demás como anodinos y mediocres.

Tampoco entiendo la respuesta que una vez me dio, a un comentario, hablando de Dios. Dijo algo así como que no lo necesitaba, que no lo echaba de menos. (Quizás él pueda encontrar el enlace a la página) No se cómo interpretar la respuesta, para mí no tiene mucho sentido. En un blog en el que constantemente se habla de las injusticias y las miserias de la vida quien lo escribe ¿dice que no necesita “salvación”? No pido que eche de menos a un dios concreto con una moral concreta –la de la Iglesia Católica, que puede desagradarle-, no quiero que me diga que cree en Dios, sino cree... ¿Pero no sería bueno que todo tuviera un final feliz? ¿No sería deseable que la injusticia no fuera la última palabra? ¿Alguien puede sostener que ese afán insaciable que es el ser humano no necesita remedio? Si su blog está pidiendo algo a gritos… es salvación. Y si no podemos salvarnos a nosotros mismos… (y no lo parece) esa salvación solo puede venir de lo alto (signifique eso lo que signifique). Repito, uno puede creer que no la hay, ¿pero no echarla de menos?

A no ser, y podría ser ese el asunto, que se trate de soberbia. Que se odie con todas las fuerzas ser “necesitado”, que se odie con todas las fuerzas ser “hijo” y no padre. Que se odie con todas las fuerzas ser criatura en lugar de ser creador. Creo que Nietzsche dijo algo así: Si existiera Dios, ¿cómo podría soportar no serlo yo?

Quizás sea la mentalidad del hombre moderno, ebrio de poder sobre la naturaleza,. Cree poder salvarse a sí mismo, quiere autofundarse. Y si la felicidad no la puedo conquistar por mis propias fuerzas… no la quiero.

Repoto, uno puede no creer lo que la religión ofrece, pero no me parece posible no echar de menos lo que la religión promete.

3 comentarios:

  1. En primer lugar darte las gracias por tu atención y tu dedicación a mi blog y a mi persona. Es cierto que el blog en otro tiempo tenía algún recorrido pero ahora no es muy frecuentado salvo por incondicionales amigos de mil y una batallas. El tiempo de los blogs ha pasado salvo que sean muy pragmáticos y el mío no lo es y el tuyo, de paso, tampoco. Triunfan ahora los blogueros menos reflexivos y más de fórmula, creo. Ya no es época de debates como hace cinco o seis años que entonces eran interesantísimos.

    En cuanto a que intento contentar a todo el mundo, ójala hubiera podido ser así, pero en mi andadura de casi diez años he tenido sonoros desencuentros y disputas muy agrias que lamento. En este medio todos tenemos nuestro carácter y, como no nos vemos, las palabras son a veces muy peligrosas. He tenido muchos conflictos -no necesariamente ante la audiencia sino por detrás- y eso quiere decir que uno es menos amable y redondo como pudiera imaginarse por tus palabras generosas.

    Te refieres al día en que me negué a mis cinco años a comer una manzana asada que me repugnaba. Es el día más doloroso de mi vida. Lo he representado en teatro y escrito innúmeras veces como terapia vital. No, no fue un error mío. Fue una monstruosidad por parte de mi madre que gozaba torturándome. No tuve suerte con mi madre, pero supongo que es mejor tenerla que no tenerla. Al fin y al cabo llevé sus cenizas a Cantabria donde ella quería ser aventada. Nada le debo y no guardo de ella ningún recuerdo entrañable. Me imagino que hay muchos que tienen de su madre tiernos recuerdos. Yo no. Y casi, ahora, lo reivindico como una especie de fortuna personal Que la madre de uno no sea ese ser maravilloso que cuentan las historias sino son las de terror.

    Por lo demás me sorprende que me reproches mi afirmación de no necesitar a Dios. Que lo diga un profesor de filosofía es alucinante. Me recuerda cuando fui a un psiquiatra al que fui para superar el dolor de la vida causado entre otras cosas por el día que mi madre me echó de casa por no querer comerme una manzana asada que me repugnaba. Me preguntó si creía en la Virgen. Yo le dije que no. Y él me dijo, que mal hecho, porque ayuda. Eso me dijo un psiquiatra.

    Tuve veinte años de relación con Dios y tuve bastante. Tuve formación religiosa, estudié en monjas y curas, participé en eucaristías progresistas, formé parte de Renovación Carismática y me impusieron las manos para transmitirme inútilmente el Espíritu Santo. Dios desde mi infancia solo era una fuente de culpa. Así que a los veintiún años, creo recordar, en uno de los momentos estelares de mi vida, tras haber leído a Thomas Merton y Teilhard de Chardin (que me entusiasmaba) tomé la decisión de decir no. No necesitaba a Dios para vivir. Y desde entonces no lo he añorado. Eso no quiere decir que no sea religioso, que no rece en capillas románicas, que no haya practicado budismo zen durante años. No. Dios, no gracias. Si existiera y yo fuera su hijo (cosa que dudo) le miraría a los ojos y le diría este soy yo. Un hombre que ha sufrido pero lo ha intentado por todos los medios. No te debo sumisión ni voy a prosternarme delante de ti. Me considero tu igual. Participo del universo.

    Algo me atrae del budismo zen y es que hay una oración que rezamos en las ceremonias en que el bodishatba renuncia a entrar en el Nirvana hasta que TODOS Y CADA UNO DE LOS SERES QUE EXISTEN puedan entrar también. No hay nada tan miserable que la idea del infierno. Un ser que hubiera urdido un lugar como el que nos han contado de castigo infinito por todos los eones tiene que ser un hijo de puta. Eso es lo que yo llamaba a Dios antes de mi primera comunión a los seis años.

    No, no necesito a Dios y si existe ese es su problema.

    Un abrazo, espero haber sido claro en mi comentario.

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  2. Mañana te contesto, Joselu

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  3. Agradezco mucho tu respuesta que deja perfectamente clara tu posición. Te agradezco tu tiempo y tu sinceridad en un tema tan importante. No quiero entrar en polémica en torno a posiciones personales. Agradezco –por tu sinceridad- que compartas esos recuerdos tan dolorosos que cuentas de tu madre. En todo este tema de la religión, quiero decir que respeto lo que tú sientas, el modo como lo vivas y la manera como razones lo que vives. Alguien me explicaba que niños huérfanos que no habían tenido la experiencia amorosa de un padre o una madre, era muy difícil que pudieran entender bien la experiencia religiosa de Dios como padre amoroso. Pero es posible que se trate de psicología barata.

    Quiero hacer alguna consideración de tipo general sobre el tema, en plan teórico.
    Dios no tiene problemas (por definición), los que sí los tienen son los hombres. Se considera que las religiones precisamente quieren dar respuestas a esos anhelos humanos (paz, justicia, felicidad, verdad) y sus dioses (sean inventados o reales) vienen a dar satisfacción a esas insatisfacciones. No voy a entrar en la idea del infierno, ligado al sentimiento de culpa del que hablas, que ha sido tu experiencia religiosa con la Iglesia. Pero sí en la del cielo. Entendiendo por cielo algo donde los seres humanos alcanzan plenitud ¿es posible no echar de menos el cielo? Puede que te produzca rechazo un cielo con la Virgen y los Santos y algo así, pero ¿puede alguien no desear que aquellos inocentes que murieron machados por las injusticias vean sus derechos restituidos al fin de la historia? Perdona si a partir de ahora me pongo un poco pedante pero es la respuesta que se me ocurre a tu comentario. Kant consideraba que no podíamos saber nada sobre Dios usando la razón teórica. Sin embargo creía que en el uso de la razón práctica, es decir en el campo de la moral (cuando nos preguntamos qué debo hacer) la existencia de Dios era algo exigido por la vida moral. El hombre justo, el hombre que ha sido honrado no siempre es feliz, puede que muera torturado o vencido. Dios tiene que existir para que la injusticia no quede sin remedio. No podemos demostrar su existencia pero la vida moral exige Alguien que consiga al final unir “el ser” con el “deber ser”. Todo lo anterior según Kant. Para muchos la existencia de los niños inocentes que mueren de hambre es una prueba de que Dios no existe. Es curioso que para Kant es al revés. La injusticia no puede ser definitiva. El mal no puede ser la última palabra. Dios “tiene” que existir para poner un final feliz a todo. La existencia del hombre moral “exige” la existencia de Dios. Así entiendo yo a Dios. Un colofón feliz. Alguien que puede sacar bien definitivo de todo el mal que conocemos. Entendiendolo así, comprenderás que yo sí lo eche de menos y que para mí sea un problema si Él no existe.

    Tus palabras en algunos momentos, y no sé si me meto donde no me llaman y hablo de cosas íntimas donde debería callar, (si fuera así, perdona) parecen mostrar un dolor profundo. Más que la existencia de un Dios bueno parece que vivieras o hubieras vivido la existencia de un Dios torturador que solo te ha hecho sufrir. Yo también he tenido momentos de dolor en mi vida, pero da la impresión de que el tuyo fuera más hondo y menos pasajero. Lo lamento.

    Y deja que termine con una pequeña broma.
    Me quejaba yo de que no reconocieras la autoridad de los grandes personajes de la historia cuando decías que nadie es más grande que nadie. Pero ahora lo entiendo. Si a Dios lo piensas tratar como a un igual… no te digo nada de Juan de la Cruz, Leonardo da Vinci o San Francisco de Asís. Al menos no se puede reprochar incoherencia.
    :)

    Por cierto, la oración que citas es muy hermosa. La felicidad si no es compartida con todos se queda pequeña.

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