07 agosto, 2014

El poder del miedo. Con la excusa de un libro sobre el Sha de Persia.

El libro describe el Irán de los tiempos del Sha y los horrores de aquella tiranía que luego fue sustituida por la República islámica de Jomeini. La Savak era una especie de variante iraní de la Gestapo, una policía represora y todo poderosa que no rendía cuentas a nadie.

“En esto consistía el terror de la Savak, en que podía atacar a cualquiera, en que todos estábamos acusados, porque la acusación no solo se refería a los actos sino también a las intenciones que la Savak podía imputar.”

Y esta policía infunde un miedo en las personas que se convierte en el auténtico fundamento del poder del Sha. Un hombre al que propinaron una paliza, al salir de una reunión de opositores al régimen, cuenta lo siguiente:

“Comprobaba con horror que al lleva el miedo dentro, a pesar mío, formaba yo parte del sistema que en él se basaba. En efecto, de una manera muy especial se había establecido entre el dictador y yo como una suerte de alianza, terrorífica pero estable, una especie de simbiosis patológica. Por culpa de mi miedo me había convertido en uno de los pilares del sistema que tanto odiaba. El sha podía contar conmigo, es decir, contaba con mi miedo, con que éste no me iba a fallar y, por consiguiente, con que yo no le fallaría en sus cálculos, que consistían en que yo respondiese con una sacudida de terror a cualquier voz de arriba.”

Y este otro texto sobre el miedo que me parece que explica –salvando las distancias- mi situación.


“El miedo: un depredador cruel y voraz que vive dentro de nosotros. Nunca permite que lo olvidemos. Continuamente nos paraliza y nos tortura. No cesa de exigir alimento, siempre debemos saciar su hambre. Nosotros mismos nos cuidamos de que coma sólo de lo mejor. Sus platos favoritos se componen de chismes siniestros, de malas noticias, de pensamientos aterradores y de imágenes de pesadilla. De entre un millón de chismes, noticias y pensamientos siempre elegimos los peores, es decir, aquellos que más le gustan. Los más adecuados para saciarlo, para satisfacer al monstruo. Vemos aquí a un hombre que, con la cara pálida y gestos de inquietud, escucha lo que le cuenta otro. ¿Qué pasa? Que está alimentando su miedo. ¿Y si no tenemos alimento alguno? Febrilmente lo inventamos. ¿Y si no podemos inventarlo (cosa que ocurre en contadas ocasiones)? Corremos a buscarlo entre otros; preguntamos a la gente, escuchamos y coleccionamos noticias hasta que, por fin conseguimos saciar nuestro miedo.”

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