Vacaciones.
Pedían en la radio que la gente llamara para contar dónde
pasa sus vacaciones.
Pensé que podría resultar escandaloso –con la crisis- si
nosotros hubiéramos contado nuestras vacaciones del verano pasado. Y quizás las
de este.
En la primera quincena fuimos a un camping en Almería con la
caravana, cerca de la playa. Mi mujer tiene allí una hermana y pasamos unos
días con ella y su familia. Luego nos fuimos veinte días a Londres. Ibamos a casa
de mi hermano, aprovechando su ausencia. Durante una semana coincidimos allí
con unos amigos. Los últimos quince días de agosto los pasamos en Arenas, donde
conservamos un chalet adosado de los tiempos en los que estuvimos viviendo
allí.
A mí me parecen unas vacaciones de marajáh. Pero es verdad
que yo no tengo mucha imaginación y no sé cómo veranean los marajáhs.
Sólo quince días en Arenas me supieron a poco. Por eso al
final del verano pasado prometimos que este año no saldríamos de Arenas. Pero
aún así haremos dos paréntesis. Primero una semana larga en Isla Cristina, de
domingo a lunes, en el camping La Giralda, en Huelva, con la caravana, mi mujer
y yo solos. Regresamos ayer.
Y luego otra escapada en agosto. Queremos andar seis días los últimos ciento y
pico kilómetros desde Sarria a Santiago de Compostela. Con un coche de apoyo y
con otros tres matrimonios. Durmiendo en hostales y cenando en restaurantes. Se
supone que un presupuesto de cien euros por día y pareja con todos los gastos.
¿Es éste el veraneo de la clase media que se supone que está
siendo destruida por la crisis? Creo que no. Nosotros, con dos sueldos de
profesores-funcionarios, supongo que somos unos privilegiados. O al menos así
me siento yo.
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