30 julio, 2014

Reivindicando Benidorm 2 (o el gusto por la exclusividad)

(Viene de ayer) La publicidad atrae, en ocasiones, con el señuelo de la exclusividad. Señal de que eso vende. Hay personas que quieren sentirse especiales. (¡Todos! ¡Qué diablos!) Pero a algunos les da por creer que solo son ellos los que disfrutan determinadas cosas y el hecho de ver a más gente les hace perder la ilusión.

Mis amigos son así. No les gusta bañarse en la piscina natural de Arenas, por ejemplo. Dicen que está sucia pero sencillamente es que es un lugar demasiado “popular”. A ellos les gustan las pozas solitarias, cuanto más carácter salvaje tengan mejor, y desde luego es importante que ese lugar lo conozca poca gente. Por eso suelen ser de difícil acceso. Y si hay alguien suelen ser jóvenes, que no tienen pereza de llegar hasta allí. La verdad es que son sitios preciosos.

Yo no siento ese afán de exclusividad. Al menos hablando de lugares de baño. He pasado ratos buenísimos en el Río Pelayos, camino de Poyales, un merendero muy concurrido, y nunca me ha molestado que haya más gente. Otra cosa es cuando hay demasiada. Pero ese es otro tema. A quién le gusta la exclusividad no puede gustarle una playa como Benidorm. Creo recordar que son varios millones de personas los que caben en la ciudad. El rechazo que sufre Benidorm nace –así al menos lo veo yo- de ese deseo de poder creer que disfrutas algo que no disfrutan los demás.

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