Reivindicando Benidorm 2 (o el gusto por la exclusividad)
(Viene de ayer) La publicidad atrae, en ocasiones, con el señuelo de la
exclusividad. Señal de que eso vende. Hay personas que quieren sentirse
especiales. (¡Todos! ¡Qué diablos!) Pero a algunos les da por creer que solo
son ellos los que disfrutan determinadas cosas y el hecho de ver a más gente
les hace perder la ilusión.
Mis amigos son así. No les gusta bañarse en la piscina
natural de Arenas, por ejemplo. Dicen que está sucia pero sencillamente es que
es un lugar demasiado “popular”. A ellos les gustan las pozas solitarias,
cuanto más carácter salvaje tengan mejor, y desde luego es importante que ese
lugar lo conozca poca gente. Por eso suelen ser de difícil acceso. Y si hay
alguien suelen ser jóvenes, que no tienen pereza de llegar hasta allí. La
verdad es que son sitios preciosos.
Yo no siento ese afán de exclusividad. Al menos hablando de
lugares de baño. He pasado ratos buenísimos en el Río Pelayos, camino de
Poyales, un merendero muy concurrido, y nunca me ha molestado que haya más
gente. Otra cosa es cuando hay demasiada. Pero ese es otro tema. A quién le gusta la exclusividad no puede gustarle una playa como Benidorm. Creo recordar
que son varios millones de personas los que caben en la ciudad. El rechazo que sufre
Benidorm nace –así al menos lo veo yo- de ese deseo de poder creer que
disfrutas algo que no disfrutan los demás.
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