28 junio, 2014

Decidir.

Un magistrado me explicó una vez que ser juez no era difícil. Todo consistía en aprender a decidirse. Una vez que uno aprende eso, cómo tomar decisiones, lo demás es pan comido.

Mi problema con las notas es que no he aprendido a decidirme. Me cuesta muchísimo tomar decisiones. Incluso una vez tomadas tengo dudas de si las tomé bien. Y a veces, si se puede rectificar, rectifico. Por eso me es tan ingrato poner notas.

Hace unos días, una vez hecha la evaluación, vino un alumno a pedirme que, por favor, le subiera la nota, porque quería hacer una carrera en la que necesita una muy alta. Resulta que una semana antes del final había enviado un correo diciéndoles a todos sus notas, sus medias y lo que les pondría en el boletín. ¿No parece lógico que si estaba tan preocupado por su calificación hubiera hablado conmigo? Él decía que no había leído el correo, que creía que la media le saldría más alta. Le expliqué que comunicaba previamente las notas para no modificarlas después. Que seguramente hubiera subido su nota de saber eso antes de la evaluación, pero que creía que había sido un descuido suyo y que por tanto no la iba a cambiar.
A los pocos minutos apareció con su madre. Los llevé al departamento y le expliqué lo mismo a ella. La madre era muy educada y todo transcurrió con corrección, pero aunque no cedí me quedé incómodo. Me deja mal cuerpo que el alumno se quede fastidiado y me hubiera disgustado igualmente ceder una vez tomada la decisión.



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En fin, son los gajes del oficio.
Por estas cosas no me gusta ser profesor. Por estas y por tener que corregir exámenes, y por lo de mantener la disciplina, y por madrugar, y por…

En fin, llevo bien mi trabajo según y cuándo: En Navidades bien, y en Semana Santa. En verano es perfecto. Me gusta mi trabajo a temporadas. :)

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