28 mayo, 2014

La obra de teatro "Novechento".

Fui a Madrid y mis amigos me llevaron al teatro. Vimos “Novecento. El pianista del océano” que es una obra que representan en la sala pequeña del Teatro Español.

La obra es un monologo de Miguel Rellán. Lo que me impresionó es que un solo actor, uno solo, pueda mantener la atención durante hora y media con el único recurso de la palabra.

¿Se movía mucho por el escenario? No. A penas dos o tres pasos a un lado y otro.
¿Se cambiaba de ropa? ¿Se ponía o se quitaba un sombrero? No. Nada.
¿Gesticulaba mucho? ¿Representaba mucho con las manos o hacía mimo? En absoluto.
¿Cambia el mobiliario del escenario? ¿Había al menos una silla que trasladaba de lugar a lo largo de la obra? Nada. No había nada en el escenario. Solo él hablando, de pie todo el tiempo.

Solo hablaba. Contaba poco a poco una historia en lenguaje llano. Como si no fuera un actor, sin que se notara que la sabía de memoria. Como si alguien simplemente te estuviera contando una historia. Impresionante.

Lo único que varió  en toda la obra fue la luz. Comenzó con toda la sala encendida, también la zona de las butacas, y cuando me quise dar cuenta –tan embebido estaba en la historia- había un único foco que se centraba en el actor.


Me parece que tiene mucho mérito y la historia tiene interés. Aunque todo hay que decirlo, a mi mujer no le gustó tanto como a mí. 

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