29 mayo, 2014

Siempre sufrir.

Hay en mí una voluntad de sufrir. Cuando las cosas van bien busco algún aspecto en el que serían mejorables para lamentarme.
El otro día os hablaba de una excursión que no pudo salir mejor. Yo escribí una entrada para remover mi mala conciencia.
Hace ya tiempo os hablé de una guardia horrorosa que me tocó hacer un viernes al final de la mañana.  Ayer hice una completamente distinta pero eso no significa que me quedara contento. 

Era con alumnos de diversificación, un grupo pequeño. No llegaban a quince. Les dije que se sentaran en sus sitios y se pusieran a trabajar. Ninguno movió la mesa para sentarse con otro a charlar y todos se quedaron en silencio transcurridos unos minutos. No es habitual tanto silencio. Supongo que es un grupo obediente hasta la sumisión.

Saqué mi libro y me puse a leer. Daba gusto poder leer en aquel silencio. Lo habitual es un murmullo más o menos bajo que va aumentando de volumen si no tomas medidas para evitarlo. En seguida me di cuenta que aunque muy formalitos lo que no hacían era trabajar. Una alumna tenía su mochila sobre la mesa y eso le servía para consultar el móvil sin que yo lo viera, aunque no me quedara ninguna duda de lo que estaba haciendo.  Otra hacía lo mismo bajo la mesa. Un alumno preguntó si podía volverse hacia atrás para estudiar inglés con su compañero. Era uno que nada más entrar había dicho que no tenían nada que hacer. Le entregué un cómic de Asterix, en inglés, que llevaba y le dije que probara a entenderlo. Para mi sorpresa el chico se aplicó a la tarea y se pasó un buen rato leyéndolo.

La hora pasó completa sin que cambiara el panorama. Algún alumno hablaba muy bajito con el compañero, otros pasaban el rato dibujando o fingiendo que miraban el libro. Supongo que también alguno trabajaba.
Yo podía haberles llamado la atención a las del móvil, podía haberles conminado a todos a ponerse a trabajar de verdad. Quizás hubieran hecho caso si me lo hubiera propuesto de   veras. O al menos algunos. Pero a mí me bastaba con que no molestaran. Otras veces, en otras guardias les pido que mantengamos un silencio que permita trabajar al que quiera hacerlo. Y ese silencio existía de sobra.

¿Por qué me quedo insatisfecho con una situación que en otros grupos me hubiera parecido ideal? ¿A cuento de qué lamentarme  de que no aprovechen el tiempo si no estoy dispuesto a salir de mi comodidad y forzarles?


Solo se me ocurre una explicación. Parece que hubiera en mí una voluntad de pensar que siempre lo hago mal. Haga lo que haga y pase lo que pase. Tengo voluntad de quedarme insatisfecho.

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