15 marzo, 2014

Eso es lo que a mí me sugiere.

De repente, viendo la foto Dionisio González, que colgué hace dos días aquí, creí comprender lo que trasmite. Otro mundo es posible. La vida conocida, rutinaria, aburrida, no tiene por qué ser la última palabra. Es posible la novedad. Algo insólito, algo realmente nuevo puede suceder y, de repente, al verlo, nos damos cuenta que no es obligatorio el panorama que creíamos inevitable y eterno. Otra realidad es posible.

Además, la extraña casa tiene algo de planta rara. Tiene algo de natural. Parece un organismo vivo al que le han ido saliendo nuevas capas y hojas nuevas. No se trata de que sea posible construirla. No parece que sea fácil ni funcional vivir allí pero la sola imagen transmite una gran sensación de armonía. Como si fuera uno a ser más feliz por vivir en un lugar así. Como si los humanos, y por tanto sus casas, nunca hubieran dejado de ser naturales. Como si no fuéramos una anomalía en la naturaleza. Como si aquella casa fuera tan razonable y apropiada como es acorde con el árbol el nido que hace el pájaro.

Como yo soy de filosofía me siento más a gusto si consigo se encontrar algunas ideas con las que explicar lo que el arte sugiere.

1 comentario:

  1. Y ahora me doy yo cuenta de por qué es tan feo: es el exacto contrario de lo que usted ve y dice. No hay armonia en ese edificio imposible. Lo escabroso y accidentado de sus formas transmite desorden. Es demasiado escultórico. De hecho, como escultura, sin ser bella, se podría tolerar, no como construcción arquitectónica, no desde luego como vivienda: si, como usted razonablemente dice, no parece fácil ni funcional vivir allí, ¿cómo puede transmitir armonía?
    La vida conocida no es rutinaria ni aburrida y es ya una obra de arte sin necesidad de hacer irrumpir en ella lo feo y disarmónico que, si a algo natural puede recordar, es a una planta carnívora.
    Por lo demás, me parece muy aprecialble su post

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