16 diciembre, 2013

Y no se ve el final.

Uno de mis hermanos viene de fuera para atender a mis padres un fin de semana. Una frase suya me hace entreveer lo que piensa del cuidado de mis padres. “Y no se ve el final”. Le pido que me explique. Me dice que otros viejos tienen alguna dolencia grave y se puede adivinar de qué morirán. Pero ninguno de mis padres tiene nada serio. Con 92 años es fácil que mi padre no tarde en morir, pero como no tiene más que el síndrome de ojo seco entra dentro de lo posible que viva tan a gusto hasta los 100. La madre de mi madre aguantó hasta los noventa y tantos también. Y mi madre, con la cabeza más o menos perdida, perfectamente puede batir su record. Lo que descubre la frase de mi hermano es que los da por amortizados, pero no ve el día de cerrar la hipoteca. Por decirlo de alguna manera. Supongo que les sucederá a muchos hijos con padres ancianos. A mí me pasa. Me gustaría sentir una ternura infinita hacía ellos y pensar en su pérdida como algo irremediable, pero no es así. Quizás son estos, los sentimientos que yo estoy revelando ahora, de los que habría que avergonzarse y mantener en secreto. Se empieza mostrándolos de forma velada y termina uno diciendo auténticos disparates. Pero no me aguanto.

1 comentario:

  1. "entrever", please, como "prever"; otra cosa sería "proveer", no confundamos...
    Creo que lo que te pasa con tus padres es que tus hermanos te han dejado demasiado solo frente al problema.
    Anhelamos lo que no tenemos, deseamos lo que otros tienen y, a menudo, cuando hemos conseguido aquello que parecíamos querer, lo despreciamos. El ser humano es así, qué le vamos a hacer.
    Prueba a pensar que tus hermanos se interesaran por tus padres; que trataran de pasar todo el tiempo posible con ellos, que se los llevaran incluso a su casa, que los mimaran y cuidaran con toda clase de atenciones y que, además, fueran felices de poder hacerlo.
    ¿Cuáles serían entonces tus sentimientos y tus deseos?

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