08 octubre, 2013

Dominar el español

Hace treinta años, cuando yo estudiaba mi carrera, anotaba en un papel las palabras nuevas que encontraba leyendo. Las buscaba en el María Moliner que me regaló mi padre, escribía la definición que quería recordar  y pasados los días repasaba aquellos papeles para que las palabras recién aprendidas no se volvieran a olvidar.
Recuerdo que, en aquellos momentos, la lucha contra mi ignorancia me parecía una guerra perdida. La lengua española me parecía infinita. Me desanimaba especialmente que algunas palabras tuvieran distintos significados, algunos muy lejanos unos de otros. Algo estaba claro: nunca podría dominar la lengua española. Recuerdo, también, compartir este desánimo con mi hermana. Los dos queríamos ser cultos pero nos sentíamos como dos pobrecitos al pie del Everest.

Hoy he leído un artículo de Larra con mi hija de 20 años. Quizás no sabría explicar con rigor todas las expresiones que utiliza pero entiendo todo lo que dice y al mismo tiempo comprendo que ella se sienta confusa muchas veces por su modo poco actual de decir las cosas. Tiene que tener paciencia. Ya entiende mucho más de lo que entendía cuando acabó el bachillerato pero el camino es largo. Es cuestión de seguir andando. La clave es el tiempo que le eche. Son horas y solo horas.

Es extraño. O quizás es de lo más normal. Recuerdo aquellos días de desánimo de mis años juveniles siendo estudiante pero no puedo recordar cuando me di cuenta que podía relajarme. Llegaría un momento, supongo, que quizás no dominara la lengua española pero al menos sabía suficiente para leer lo que tenía que leer y manejarme en la vida. No recuerdo un momento en el cual me sintiera aliviado de los antiguos pesares.






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La ortografía no la dominaré nunca, pero eso ya lo tengo asumido.

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