10 octubre, 2013

Amor a los padres o deber de justicia.

Los que hemos estudiado filosofía tenemos una deformación profesional. No solo vivimos sino que además reflexionamos sobre nuestras motivaciones. ¡Chúpate esa, mariateresa! (esta es una expresión que usa a veces mi madre)

¿Cuido a mis padres por amor o porque es mi deber?

¡¡Qué distintas son una y otra motivación!!

Son distintos también -casi seguro- los resultados prácticos.

Por un lado pienso que no quiero mucho a mis padres. Estoy hablando de un amor desinteresado. De un amor como el que se tiene por los hijos, por ejemplo. No sé exactamente cuando cuanto los quiero.

Creo que mi motivación principal, a la hora de cuidarlos, es "el deber" y es principalmente en relación con mi "autoimagen". No soportaría ser calificado de "mal hijo". Aunque esto de mal hijo tiene grados. Si alguien dice que no quiere mucho a sus padres un excelente hijo no es, pero las cosas no son blancas o negras, hay una gradación de grises. Sé que no merezco un sobresaliente como hijo pero haré lo que sea para no merecer un suspenso.

Me gustaría, está claro, estar movido por el amor pero...

1 comentario:

  1. En mi modesta opinión, no es cuidando de ellos como un hijo hace justicia a sus padres: les hace justicia cuando transmite a sus propios hijos el legado que aquellos le han consignado. Yo soy un buen hijo siendo, a mi vez, un buen padre.No es el grado o la intensidad del amor hacia los padres lo que da la medida del ser hijo, del ser un buen hijo, es la capacidad de entregarse a los hijos. O así me gusta pensarlo.
    Al aliviar la vejez o la enfermedad de mis padres, me estoy haciendo justicia, en tal caso, a mí mismo.
    Hay en este sentido un precioso librito de Henri Nouwen , titulado en español El regreso del hijo pródigo: una meditación sobre la parábola evangélica a propósito del homónimo cuadro de Rembrandt; uno de los varios que realizó el pintor con esa temática, el que está en el Hermitage

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