12 septiembre, 2013

Amor y valor.

Tendemos a pensar que la gente nos quiere si valemos y que al que vale poco, poco se le quiere.

Por eso es tan amargo el lamento de mi madre. “Ya no valgo para nada”. Sabiendo mi madre todo lo que ha hecho por los demás a lo largo de su vida ¿no podía, a estas alturas, resignarse a no valer y aceptar que ahora que los hijos le devuelvan todo lo que ella hizo por ellos? No puede. Porque tememos que al perder el valor los demás perderán también el amor que nos tienen. Si no valgo nada ¿Quién me va a querer? ¿Quién me va a cuidar? ¿Para qué van a querer que siga viva?

Había una distinción clásica entre “ágape”, el amor divino y “eros”, el amor humano.

El primero crea el valor en aquello que ama. Dios no nos quiere porque seamos valiosos sino que nos hace valiosos por amarnos. Por el contrario el amor humano necesita algo que el otro tiene, lo ama interesadamente, porque es valioso para él.

Nos cuesta creer en ese amor desinteresado. Es difícil tener fe en ese amor de Dios. Por eso nos produce terror no valer.

3 comentarios:

  1. ¡El 14 de septiembre nos has dejado sin post! :-(

    ResponderEliminar
  2. ...vaya, es una pena lo de la moderación de comentarios. Aunque creo que tienes razones para ello, por lo que he visto algún día.

    ResponderEliminar
  3. YA van dos días sin post. Pero hoy escribiré.

    ResponderEliminar