Alumnos obedientes
El alumnado que tenemos en mi centro es excepcional.
A veces me sorprendo de lo obedientes que son. A mí la
obediencia –contrariamente a lo que podría pensar alguien más “moderno”- me
parece una buena cualidad para ser un buen alumno. (Quizás justifique esto en
otro post).
Primer día de clase. Primera clase con un grupo. Treinta
alumnos de primero de Bachillerato. Las aulas están cerradas y los alumnos
están en el pasillo (es una característica de mi centro), abro la puerta y
ellos entran, no les advierto nada y dejo que se sienten como quieran, sin darme cuenta
que los voy a colocar por orden de lista. Ésta era la tercera hora de la mañana y ya
estaba yo relajado, a primera estaba más tenso y les advertí desde el comienzo lo que iba a hacer, antes siquiera de que se sentaran.
En este grupo me presento en dos minutos, y pregunto si el tutor los colocó de algún modo especial. Me dicen que no. Digo que
en mi clase se sentarán por orden de lista.
Aquí viene mi sorpresa. Nadie dice ni pío. No se oye ni un
murmullo. Únicamente el ruido normal de la gente levantándose poco a poco para ir
acudiendo al lugar que yo le voy marcando a cada uno. La verdad es que
sorprende bastante (me sorprende a mí y seguramente a muchos compañeros míos) que un profesor dé una orden y el alumno
no se queje y obedezca sin rechistar a la primera, aunque ésta no le guste. Da gusto
trabajar con un alumnado así. Y desde luego me confirmo en la idea de que hablar de la enseñanza en España es una abstracción, como ya expliqué aquí.
Dentro de quince días a lo mejor echo pestes, pero, de
momento, da gusto.
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