Noche feliz.
Paso mi final de verano en Arenas de S. Pedro.
Vamos a cenar a Mombetrán. El ayuntamiento, el último día de
fiestas, guisa con patatas la carne de los toros y la reparte en un parque a
todo aquel que quiera acudir. La gente acude con sus sillas y mesas –por
familias, peñas, grupos de amigos- y monta allí una gran cena popular a la que
he acudido muchos años.
Este año acudo con mi suegra, uno de mis cuñados, su mujer y
su hijo de 8 años. Además de mi mujer.
Como demasiada carne. Luego me pesa el estómago.
El cubata y el cigarro al que me invita mi cuñada me ponen
en un estado parecido al Nirvana. Pongo alguna foto por guasap a mis cuñados
ausentes de mis cuñados presentes bailando en la verbena.
De vuelta a casa y ya con todos acostados me doy una ducha
porque hace un calor tropical. En el ordenador –muy bajito- escucho luego a
Billie Holliday, de la que compré barato un disco recopilatorio en Londres.
Me abanico con “un pericón” negro que me traje de Almería.
Quería leer pero me pongo a cotillear un poco por internet. El Quijote me
acompaña mudo sobre la mesa y también The client, un bestseller que me he
traído de Londres por un pound. Estoy alternando su lectura. El de Grisham, que es muy entretenido, puedo leerlo sin
diccionario (saltando muchas palabras) y me produce un placer tremendo poder
leer en inglés, lea lo que lea.
Los ojos se me caen de sueño y escribo esto antes de
acostarme. Me gustaría poder seguir aquí con la Holliday, leyendo a Grisham,
disfrutando del airecito que entra ahora un poco más fresco por la ventana pero
tengo mucho sueño.
Un día más ha pasado. Y no sé por qué recuerdo ese texto de
la Biblia que dice que hay un tiempo de sembrar y otro de recoger lo sembrado,
un tiempo para reír y otro para llorar y un tiempo de vivir y otro de morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario