25 agosto, 2013

Extraños favores

Mi cuñado pasa unos días invitado en nuestra casa de Arenas. Siente esto como un favor porque tanto él como su familia –su mujer y su hijo- estaban obligados a pasar varias semanas en Salamanca, cuidando a su madre que ya no puede moverse. Aquí están mejor por la piscinita, por variar, porque mi suegra está más entretenida, porque además su cuidado se reparte entre él y su hermana (mi mujer).

Deseoso de pagar el favor, o quizás movido por sus gustos y aficiones, en seguida, ya el primer día, se pone a recortar y podar algunos setos que tenemos salvajes y desbordados en el jardín. No pide permiso, ni a mí ni a su hermana. Cuando regreso de algún recado ya está a mitad de la tarea. ¿Cómo puede estar seguro de que quiero que lo haga?

Luego me lo dice varias veces. “Cuñado, que bien te he dejado el jardín.” También lo cuenta orgulloso por Guasap. Me tengo que morder la lengua para no afearle su conducta y decirle lo que pienso de verdad.
Y lo que creo es que nadie hace una cosa así sin comentarle algo al dueño. Le falta tacto y le sobra exceso de confianza en su criterio. De natural él se cree el hombre más listo en muchos kilómetros a la redonda (sin saber que ese hombre soy yo) lo cual ya produce un potencial roce entre nosotros. Pero volviendo a la poda, me parece estupendo que él considere aquella tarea imprescindible  EN SU JARDÍN, -si lo tuviera o tuviese- pero ¿cómo puede estar seguro que yo quiero hacerlo en el mío?
Alguno argüirá… pero el seto necesitaba una poda… ¿no?

Depende. Nosotros pasamos aquí únicamente los meses de julio y agosto. No nos ocupamos del jardín para nada porque quien lo hace –cuando lo hace- es el inquilino que pasa todo el curso alquilado aquí. A veces mi mujer lo riega cuando se acuerda, que es casi nunca, y alguna vez le pasa la segadora cuando no tiene nada que hacer y necesita ocupar su tiempo en algo. En septiembre el inquilino se suele encontrar el césped agostado por el calor, sus plantas de fresa (ha plantado fresas en sus márgenes) casi muertitas de sed, y los setos salvajes o recortaditos según le haya dado a mi esposa.

Pero es que, hace ya algunos años, el recorte del seto fue causa de una agria discusión  de pareja. Fue el verano en el que mi esposa nada más llegar a Arenas le pegó un rapado a todos los setos del jardín y los dejó temblando, horrorosos de feos, apenas sin hojas, aunque eso sí, preparados para crecer el resto del año. Pero digo yo ¿Por qué tengo que pasar dos meses viendo las ramas secas y sin hojas con lo bonito que es un seto lleno de hojas aunque estas se coman la mitad del camino de entrada? Aquel año la tuvimos.
Cuñado, creo que no me estás leyendo, pero sí es así, te lo digo sin acritud: Antes de hacer un favor deberíamos de estar seguros de que realmente es un favor. Es algo parecido a la persona que regala lo que a él le gustaría que le regalaran sin tener para nada en cuenta los gustos de aquel a quien regala. Una desconsideración.




……………..

Pero no quiero solo envenenarme la sangre. Veamos las cosas por el lado bueno. Mi cuñado está muy agradecido de estar aquí. Su hijo de 8 o 9 años disfruta como un enano en la piscina y en el jardín común de la urbanización no tiene peligros. Mi cuñado ve que su madre está más contenta que en Salamanca y su esposa también porque baja con la mía a ver las tiendas del pueblo (afición que me es ajena pero que parece gustar mucho a algunas mujeres). Él está, aquí, feliz, él siempre está feliz, y quiere devolver favor por favor. Y yo, que soy un tipo un poco puñetero, envidioso –me jode a veces su alegría de vivir- me enredo en criticar su torpeza y falta de discreción. Cuando lo que debía es alegrarme de que quiera mostrar su agradecimiento haciendo algo útil, darle un beso en la mejilla y decirle: Cuñao, de bien nacidos es ser agradecidos, ¡¡óle tus huevos!!

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