23 junio, 2013

Leer.


Un compañero que lee constantemente novelas me dice que él desde muy pequeño se dio cuenta de que no le gustaba el mundo. Que prefería otro y que necesitaba que le contaran cuentos. Justifica así su pasión lectora.

¿Me pasa lo mismo? Vamos a un encuentro de caravanas con mucha gente. Muchos ratos, algunos ratos me meto dentro y leo a Trapiello. ¿Prefiero su vida que la mía? Puede ser.

También hay que decir que yo no ejerzo de hombre y esto le quita bastante gracia a la vida. Mientras leo, alguien fuera avisa de que se quiere ir pero tiene problemas con los frenos de la caravana. Por lo visto están bloqueados. Enseguida aparecen seis o siete hombres de las caravanas circundantes a echar una mano. Son hombres de los que ejercen como tales. Unos vienen con consejos, otros con órdenes (desmóntalos, hazme caso) y varios hasta con la caja de herramientas. ¿Habrá algún gen mecánico que a mí me falta?

En un mundo así, solo me queda seguir leyendo.

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