Leer.
Un compañero que lee constantemente novelas me dice que él desde muy pequeño se
dio cuenta de que no le gustaba el mundo. Que prefería otro y que necesitaba
que le contaran cuentos. Justifica así su pasión lectora.
¿Me pasa lo mismo? Vamos a un encuentro de caravanas con
mucha gente. Muchos ratos, algunos ratos me meto dentro y leo a Trapiello. ¿Prefiero
su vida que la mía? Puede ser.
También hay que decir que yo no ejerzo de hombre y esto le
quita bastante gracia a la vida. Mientras leo, alguien fuera avisa de que se
quiere ir pero tiene problemas con los frenos de la caravana. Por lo visto
están bloqueados. Enseguida aparecen seis o siete hombres de las caravanas
circundantes a echar una mano. Son hombres de los que ejercen como tales. Unos vienen con consejos, otros con órdenes (desmóntalos, hazme caso) y varios
hasta con la caja de herramientas. ¿Habrá algún gen mecánico que a mí me falta?
En un mundo así, solo me queda
seguir leyendo.
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