10 junio, 2013

Recordando a mi padre 1

En los inviernos de mi infancia, debido al frío de la calle fuera y al calor de la calefacción dentro, a la hora de la cena, se llenaban de vaho los cristales de la cocina. Mientras mi madre batía huevos para hacernos unas tortillas francesas, mi padre dibujaba con el dedo sobre ese vaho algunas figuras. Mis hermanos y yo celebrábamos mucho aquellos dibujos. Solían ser unos niños, a veces un perro, uno en cada hoja de la ventana. Eran figuras muy sencillas, que ocupaba toda la superficie del cristal. Mi padre comenzaba por la cabeza, un círculo. Quizás los ojos eran dos puntos y la nariz una raya o una ele. La boca siempre era una sonrisa grande. Luego venía un cuello delgadito y un cuerpo muy simplificado como si el niño estuviera vestido con un gran delantal. Era mágico verlos salir en unos segundos del dedo de mi padre. Los brazos estaban abiertos y levantados y trasmitían felicidad.  


La misma felicidad con la que nosotros los esperábamos aparecer en el cristal en aquellas noches de invierno cuando mis padres eran jóvenes y nosotros aún niños. 

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