Recordando a mi padre 1
En los inviernos de mi infancia, debido al frío de la calle
fuera y al calor de la calefacción dentro, a la hora de la cena, se llenaban de
vaho los cristales de la cocina. Mientras mi madre batía huevos para hacernos
unas tortillas francesas, mi padre dibujaba con el dedo sobre ese vaho algunas
figuras. Mis hermanos y yo celebrábamos mucho aquellos dibujos. Solían ser unos
niños, a veces un perro, uno en cada hoja de la ventana. Eran figuras muy
sencillas, que ocupaba toda la superficie del cristal. Mi padre comenzaba por
la cabeza, un círculo. Quizás los ojos eran dos puntos y la nariz una raya o
una ele. La boca siempre era una sonrisa grande. Luego venía un cuello delgadito
y un cuerpo muy simplificado como si el niño estuviera vestido con un gran delantal.
Era mágico verlos salir en unos segundos del dedo de mi padre. Los brazos
estaban abiertos y levantados y trasmitían felicidad.
La misma felicidad con la que nosotros los esperábamos
aparecer en el cristal en aquellas noches de invierno cuando mis padres eran
jóvenes y nosotros aún niños.
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