25 mayo, 2013

ECHAR LA CULPA A OTRO


Esta mañana me he acordado de una anécdota que me pasó hace muchos años.

Eran los últimos días del curso. Una chica,  que tenía la asignatura suspensa porque no había venido al examen final,  aparece por la sala de profesores para hablar conmigo. Me explica que no pudo hacer el examen (no recuerdo cuál fue su excusa) y me pide si puede hacérselo al día siguiente. Era bastante rara la cosa porque su examen oficial ya había sido hacía días, ella no había dado señales de vida hasta entonces y la evaluación, es decir, la reunión en que los profesores se juntan para poner las notas, era a la mañana siguiente.

No entiendo qué es lo que me llevó a decirle que sí. Era una chica que había ido mal durante el curso, estudiaba poco y sabía menos. No creo que yo tuviera mucha fe en que podía aprobar a esas alturas. Podía haber mentido y haberle dicho que materialmente ya no daba tiempo. Pero le respondí que sí. Si la evaluación era a las 12 –estoy inventando las horas- le dije que viniera a las  9 para que pudiera hacerlo en una hora y yo tuviera tiempo de corregirlo luego.

¿Pensáis que vino?

Habéis acertado. No vino.

Creo que cuando me preguntó buscaba inconscientemente que le dijera que no. De ese modo conseguía excusarse ante sí misma. O lo hacía conscientemente y quisiera excusarse antes sus padres. Creo que nunca tuvo verdadera intención de venir al examen. Solo buscaba echarme la culpa de su suspenso.

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