29 agosto, 2007

EL ASNO DE BURIDAN Y MI PACIENTE ESPOSA

No creo que sea necesario leer antes la entrada de hace dos días "Torturas íntimas", pero quizá sea conveniente.
A Juan Buridán se atribuye la formulación de la siguiente paradoja: «Un asno que tuviese ante sí, y exactamente a la misma distancia, dos haces de heno exactamente iguales, no podría manifestar preferencia por uno más que por otro y, por lo tanto, moriría de hambre.» La paradoja ha sido formulada para demostrar la dificultad del libre albedrío cuando éste se reduce a un liberum arbitrium indifferentiae.

Esto último tampoco yo sé lo que significa pero no es imprescindible para lo que quiero contaros.

Estoy seguro que convivir conmigo ha de tener muchas ventajas. Digo esto porque he empezado hoy, me lo he impuesto a mí mismo, un programa para desterrar de mi vida definitivamente el autodesprecio. Sin embargo, antes de comenzar quería hablaros de alguno de los inconvenientes que tiene vivir a mi lado: como al asno de Buridán me cuesta mucho decidirme. Puede tratarse de un asunto nimio pero, si tengo tiempo, me paro a considerar las ventajas e inconvenientes de una posibilidad y su contraria. Os pongo un ejemplo.

Antes de que me fuera de marcha a “Cinco Lagunas”, mi mujer no iba, fuimos al supermercado para comprar algo de fiambre y alguna cosa que llevarme. Lo que no termino de entender es como accede a acompañarme en momentos así. Y le doy las gracias.

- Podía llevarme una lata de estas aceitunas, son muy ricas.

- Coge una.

- Cojo una más grande. ¿Verdad? Somos cinco. También ellos tomarán.

- Sí, coge la grande.

- Pero es más cara. Además, las aceitunas dan mucha sed.

- No las lleves, entonces.

- Pero es que están tan ricas. Y después de la caminata nos van a saber a gloria bendita.

- Venga, ponlas en el carro.

- Pero si las llevo tengo que llevar más agua. Y no sólo yo, todos deberíamos llevar más agua si vamos a comer aceitunas.

Mi mujer se va por el pasillo entre los estantes. Como ella estudió Derecho y no Filosofía le es imposible acordarse de Buridán y simplemente piensa que su marido es un asno. Sin adornos filosóficos.

Yo, parado ante el aparador de las aceitunas, y con la lata aún en la mano, levanto un poco la voz para que me escuche mientras se aleja.

- Pero entonces ¿las llevo o no?





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Por si a alguien le interesa le diré exactamente el tiempo que me ha llevado escribir esta “entrada”: Un montón de rato. ¿Es mejor contar la paradoja al principio o al final? ¿Es conveniente explicar de un modo abstracto y como hago en el comienzo que me cuesta mucho decidirme o es suficiente con poner la conversación que sirve de ejemplo y que el lector lo deduzca? Sobre esto último aún tengo dudas de si he acertado.

1 comentario:

  1. Escribes genial, me lo paso bomba leyéndote... y encima como conozco a los actores y sé que es verdad lo que cuentas, es genial... siue así!.

    Saludos, Jesús

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