EDUCACIÓN Y REPRESIÓN
Mi opinión es que el mayor problema para conseguir mantener la disciplina en clase no son los alumnos sino los profesores. El oficio de profesor tiene un carácter antipático: tiene que conseguir que el alumno haga lo que no quiere hacer. El proceso de aprendizaje es agradable y satisfactorio pero al mismo tiempo es algo esforzado y difícil. Estos dos últimos aspectos se han olvidado y hemos soñado que pudiera haber un aprendizaje únicamente gustoso y fácil. Todo consistía en que el profesor supiera motivar al alumno. (Recientemente se está cuestionando esto)
El aprendizaje tiene un lado costoso inevitable y el profesor tiene que ser el que nos anime a hacer este esfuerzo pero también el que ponga mala cara y riña cuando no se hace. Creo que mi generación (soy del 59) y las que han seguido rehuyen poner mala cara a los alumnos. Sobre todo no soportan que los alumnos les miren mal. Hemos creído que el buen profesor es el “enrollao” y el que “cae bien”. Es imposible poner multas de tráfico y además ser simpático y gustar. El trabajo de profesor tiene una parte (no digo que eso sea su totalidad) que consiste en poner multas, o cuando menos amenazar con ellas. La mentalidad que ha dominado en las dos últimas décadas entre el profesorado ha sido la del profesor-colega. Hoy en día nadie quiere ser el ogro, ni el perro guardián. A veces no quiere ni el Jefe de Estudios. Si yo tuviera claro (si todos lo tuviéramos) que nuestro objetivo es que aprendan, sin importarnos los ojos con los que nos miran cuando marcamos los límites, otro gallo cantaría.
Durante tantos años el “te riño por tu bien” estuvo tan unido a “lo dictatorial” que nos cuesta creernos que pueda existir un “por tu bien” verdadero y real. Con el autoritarismo cayó también en gran parte la autoridad. Creo que los profesores de hoy sólo imponemos la disciplina “en defensa propia”. Es decir, únicamente cuando su grado de indisciplina nos impide completamente cumplir nuestra función.
Hemos querido ser profesores mejores que los que tuvimos: más comprensivos y más cercanos. Y nuestra intención era buena. Pero nos hemos querido poner tanto en su lugar (en el del alumnado), que muchas veces no hemos sabido estar en nuestro.
Creo que la revolución de las costumbres (que es necesaria en la educación) pasa por un cambio en la manera de entender al profesor. Creo que debemos asumir el aspecto “represor” de nuestro trabajo. Aunque la palabra suene desagradable y resulte “políticamente incorrecta”.
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El aprendizaje tiene un lado costoso inevitable y el profesor tiene que ser el que nos anime a hacer este esfuerzo pero también el que ponga mala cara y riña cuando no se hace. Creo que mi generación (soy del 59) y las que han seguido rehuyen poner mala cara a los alumnos. Sobre todo no soportan que los alumnos les miren mal. Hemos creído que el buen profesor es el “enrollao” y el que “cae bien”. Es imposible poner multas de tráfico y además ser simpático y gustar. El trabajo de profesor tiene una parte (no digo que eso sea su totalidad) que consiste en poner multas, o cuando menos amenazar con ellas. La mentalidad que ha dominado en las dos últimas décadas entre el profesorado ha sido la del profesor-colega. Hoy en día nadie quiere ser el ogro, ni el perro guardián. A veces no quiere ni el Jefe de Estudios. Si yo tuviera claro (si todos lo tuviéramos) que nuestro objetivo es que aprendan, sin importarnos los ojos con los que nos miran cuando marcamos los límites, otro gallo cantaría.
Durante tantos años el “te riño por tu bien” estuvo tan unido a “lo dictatorial” que nos cuesta creernos que pueda existir un “por tu bien” verdadero y real. Con el autoritarismo cayó también en gran parte la autoridad. Creo que los profesores de hoy sólo imponemos la disciplina “en defensa propia”. Es decir, únicamente cuando su grado de indisciplina nos impide completamente cumplir nuestra función.
Hemos querido ser profesores mejores que los que tuvimos: más comprensivos y más cercanos. Y nuestra intención era buena. Pero nos hemos querido poner tanto en su lugar (en el del alumnado), que muchas veces no hemos sabido estar en nuestro.
Creo que la revolución de las costumbres (que es necesaria en la educación) pasa por un cambio en la manera de entender al profesor. Creo que debemos asumir el aspecto “represor” de nuestro trabajo. Aunque la palabra suene desagradable y resulte “políticamente incorrecta”.
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Esta entrada también se podía llamar “Dando lecciones quien no puede darlas”.
me encanta la foto.
ResponderEliminarEn cuanto a la figura del profesor: la ley del péndulo. del que abofeteaba por que la mesa no estaba correctamente alineada (lo he visto) al quepasssacolega que se va de copas con los alumnos (yo lo hice una vez en mi breve experiencia profesoril).
la foto la he sacado de Flickr. Es un sitio de compartir fotos que está muy bien. No tiene nada que ver con la entrada pero la encontré y la colgé. Supongo que en plena era del pirateo no me exigirán derechos de autor, pero nunca se sabe.
ResponderEliminarY cierto remordimiento sí tengo, pero creo que se me pasará pronto.