08 septiembre, 2016

El ego de Gustavo Bueno.

Cuando murió Aranguren, Gustavo Bueno escribió un artículo diciendo: Atención. No se equivoquen, el filósofo español soy yo.

Al enterrar a Bueno tuvieron problemas para cerrar la caja. Su ego no cabía. Y eso que un ego muerto encoge bastante.

Algunas necrológicas se podrían titular “Sobre mí con motivo de la muerte de Fulano”. (Esta crítica tiene mucha gracia y creo que se lo leí a Arcadi Espada.)

Para los que no tengan ganas de leer el artículo completo que he enlazado más arriba copio este párrafo.

“En el transcurso de los años, y cuando Aranguren comenzó a ser conocido como un personaje público, yo no dejé de reconocer sus virtudes cívicas (de hecho organicé en Oviedo, en 1965, la recaudación de fondos entre los compañeros para ayudar a los catedráticos destituidos, entre ellos Aranguren; colaboré en el «Homenaje» de 1970 y recibí cartas suyas de agradecimiento). Sin embargo el reconocimiento de sus virtudes públicas no fue bastante para hacerme rectificar mi juicio sobre la mediocridad de sus dotes intelectuales.”

Cuando Franco expulsa de la Universidad a Aranguren, García Calvo y Tierno Galván, los que se quedan sin sueldo son ellos pero lo que Gustavo Bueno se encarga de contarnos es que no solo los catedráticos destituidos, también él hacía su guerra contra la represión franquista.

Egos aparte, el artículo lleva bastante razón. Aranguren fue un profesor, no un filósofo. 



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Gustavo Bueno murió dos días después de su mujer. Como lo contrario de una gran verdad suele ser también una gran verdad (lógica dialéctica oriental) el hecho inclina a pensar que su “yo” no podía vivir sin la persona que había sido siempre su “tú”. 

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Erudición estéril, infumable verborrea hueca y pseudocientífica. Prensa y academia despiden a Gustavo Bueno como un grande de la #Filosofía

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  3. No se enjuiciar a Gustavo Bueno como filósofo. Siempre que he intentado meterme con algún libro suyo me he atascado con su prosa farragosa y no conseguido seguir.
    Sin embargo, siempre he creído que en caso de seguir aprendería algo.
    Le pregunto a un catedrático de Ética si en el libro sobre la felicidad le sirvieron de algo las clasificaciones que hace de distintos modelos de felicidad (siempre con nombres "raros") y me responde que no.

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