Gatos abandonados 1.
Daenerys es ahora la gata de mi cuñado, el hermano más pequeño de
mi mujer. Pero no siempre fue así. Hace unas semanas, cuando a principios de
julio llegamos a Arenas, era una gata diminuta que vivía en la calle pasando
hambre. Tres mañanas, no recuerdo si consecutivas, apareció debajo de nuestro coche aparcado a la
puerta de casa, maullando suave. Algunos vecinos dijeron que llevaba días
rondando por fuera de la urbanización y estaba claro que no tenía dueño, pero
tanto mi mujer como yo dijimos que no podíamos tener un tercer gato y que lo que
le sucediera no era nuestro problema.
Daba grima verla. Estaba sucia, tenía cosas pegadas a las
pezuñas, las orejas estaban llenas de ácaros (según nos diría después el
veterinario) y nadie hubiera dado un duro por su vida.
Cuando por fin decidimos protegerla en el garaje y darle
comida, nuestros gatos sentían un enorme temor en su presencia. Si ella pretendía
acercarse a Zepán con inocencia infantil, él bufaba como pocas veces le hemos
visto hacerlo, lo que hacía que ella se detuviera en seco.
Convivieron muy pocos días y siempre a distancia y cuando
volvimos a Salamanca aquella a la que nosotros habíamos puesto Khaleesi pasó a
llamarse Daenerys y ser la gata de mi
cuñado.
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