09 marzo, 2015

Mañana es 10 de marzo.

El 10 de marzo de hace un montón de años, cuando yo debía tener veinte, sufrí lo que el psiquiatra llamó un “síndrome ansioso-depresivo”. Estuve tres noches durmiendo muy poco y a la tercera estallé. Mi padre me había contado que Van Gogh sentía y veía más que los demás, por eso pintaba lo que pintaba, y que quizás por eso se suicidó. Como si no pudiera soportar una vida tan intensa. Le dije a mi padre que creía que me pasaba lo mismo. Después de tanta privación de sueño es lógico que estuviera hipersensible y que me creyera Van Gogh y Santa Teresa en uno solo.

Hace treinta y cinco años la depresión no era una enfermedad tan común, o al menos tan conocida por la gente como lo es hoy. La figura del psiquiatra aún asustaba más que hoy. Recuerdo que en la sala de espera yo pensé con miedo en el electro-schock.

Tomé antidepresivos y ansiolíticos durante tres o cuatro meses y la cosa remitió.

Lo cuento hoy porque la historia comenzó el 10 de marzo y en la primavera siguiente volví a ir al psiquiatra al notar síntomas similares. Fue mi madre la que advirtió que había sido un 10 de marzo cuando se había manifestado la depresión por primera vez. Repetí la misma terapia o parecida y la depresión volvió por tercera vez al año siguiente.

Tras aquellos tres años, la depresión que había sufrido pasó a formar parte de mi identidad. De algún modo me hacía sentir especial. Me parecía que había sufrido más que otros y eso me hacía creer más profundo o más persona o qué se yo.

He debido pasar treinta años sin volver a tomar nada y hace cinco o seis que volví a necesitar pastillas.

Mañana es 10 de marzo. Pero estoy feliz.  Como hace ya más de cuatro meses, mañana, nada más levantarme me tomaré mi pastilla de Escitalopran 10 y mi medio Lorazepan.

2 comentarios:

  1. Puedo entenderte porque a mí me pasa algo parecido y también he de tomar desde hace diez o doce años mi ración diaria. Afortunadamente hoy hay tratamiento. No quiero pensar en tiempos pasados en que el estudio de las dolencias psíquicas estaba en mantillas. Si la cosa está dentro de un orden, hoy es llevadero. Supongo que algo equivalente a la ración de soma que hemos de tomar para poder subsistir... porque yo conozco (y tú también) en qué simas uno cae si no se trata. Supongo que es algo de orden genético lo que nos hace especialmente frágiles en ese sentido. No sé si se crea una psicología depresiva, un carácter definido como tal. A estas alturas no lo veo como un grave problema. Se puede seguir la vida perfectamente e incluso gozar de momentos de felicidad intensa. Eso sí, cuando alguien viene alardeando de optimismo y de toda esa fanfarria luminosa de que hay que ver el vaso medio lleno y tal, yo le diría que eso es algo que no es una elección del sujeto. Uno lo ve medio vacío o medio lleno o ni siquiera ve el vaso por una cuestión puramente química. Hay quienes su química cerebral les lleva al optimismo y otros a los lados oscuros de las cosas y necesitan ese tratamiento de Escitalopram o semejante. No pasa nada. La vida sigue y no es peor que otras. A mí los síntomas más intensos me vienen a partir del verano cuando llega mi cumpleaños, pero este año quiero celebrarlo especialmente pagándome un descenso en paracaídas. Es una de mis ilusiones. A ver.

    ResponderEliminar
  2. Bueno, pocas veces se explica una condición de forma tan clara.

    ResponderEliminar