Mi suegra y mi madre.
Mi suegra tiene, más o menos, la de mi madre. Son diferentes
pero siempre se han llevado bien y con la edad cada vez han tenido más trato.
Hace unos días estuvo mi suegra en casa y la bajé un ratín para que
viera a mi madre. Le habíamos contado que disparataba mucho pero la última vez
que la había visto aún mantenía cierta cordura.
Mi madre que estaba de buen humor se comportó como la que
charla con una amiga pero no solo no respondía coherentemente a lo que mi
suegra preguntaba sino que no terminaba ninguna frase. En algún momento dijo: “cuando
venga Marcos” y me tenía al lado.
Las hice despedirse y mientras mi madre se quedó en la
habitación con la que la asiste, mi suegra me siguió por el pasillo apoyada en
su muleta. Cuando me volví, se había detenido y tapándose la cara con la mano
que le quedaba libre se había echado a llorar. La abracé y le di un beso. “Os
tiene que dar mucha pena” dijo.
¿Tendré el corazón de piedra?
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