Un capitulo de "Biografía del silencio".
Capítulo 19 de Biografía del silencio, de Pablo d'Ors. Siruela.
Todo esto es muy difícil de compartir y, posiblemente, de
entender, porque en Occidente vivimos en un mundo demasiado intelectualizado.
Para hacer frente a este intelectualismo generalizado y exacerbado es preciso
despertar al maestro interior que cada uno de nosotros llevamos dentro y, en
fin, dejarle hablar. Digo esto porque en el fondo todos somos mucho más sabios
de lo que creemos y porque en ese fondo todos sabemos bien qué es lo que se
espera de nosotros y qué debemos hacer. El maestro interior no dice nada que no
sepamos; nos recuerda lo que ya sabemos, nos pone ante la evidencia para que sonriamos.
A decir verdad, sobran todos los maestros del mundo: cada cual es ya un cosmos
entero de conocimiento y sabiduría.
Esa sonrisa a la que acabo de apuntar, indulgente y
benévola, es infinitamente más eficaz, de cara a la propia transformación, que cualquier
censura o reprimenda. El niño a quien una y otra vez se descubre en su
travesura, terminará por dejar de cometerla. Los malos hábitos se derrocan en
la meditación por pura observación y mediante una amable sonrisa. Mirar y
sonreír, es la clave para la transformación.
Sonreír al sufrimiento puede parecer excesivo. Pero lo
cierto es que también la tristeza y la desgracia están ahí para nuestro
crecimiento. El mal debe aceptarse, lo que significa ser capaces de ver su lado
bueno y, en definitiva, agradecerlo. Sabemos que hemos aceptado un sufrimiento
cuando hemos extraído algún bien de él y, en consecuencia, hemos dado las
gracias por haberlo padecido. No estoy diciendo que sonreír ante la adversidad sea
lo más espontaneo; pero sin duda lo más inteligente y sensato. Y diré por qué.
Reaccionar ante el dolor con animadversión es la manera de convertirlo en
sufrimiento. Sonreír ante él, en cambio, es la forma de neutralizar su veneno. Nadie
va a discutir que el dolor resulta desagradable, pero aceptar lo desagradable y
entregarse a ello sin resistencia es el modo para que resulte menos
desagradable. Lo que nos hace sufrir son nuestras resistencias a la realidad.
La ultima frase me parece fundamental para entender nuestra vida. Es la misma idea que aparecía en el libro de Jalics y que comenté aquí.
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