08 enero, 2016

Mi conversión 2: en qué consiste.

Mi conversión consiste en que antes creía que tenía que hacer algo para salvarme. Mi salvación dependía de mí. Dios solo me querría si era bueno. Me he dado cuenta de que es al contrario. Dios me quiere como soy. Estoy salvado. Nadie me condena. Era yo quien me odiaba. Dios me salva. Dios me salva de ese superyó inmisericorde que no me dejaba vivir.

Lo había leído muchas veces, pero no lo había entendido o nunca me lo había creído. El primer paso lo da Él. Es su amor lo que es primero. No es que yo me esfuerce y merezca la salvación. El orden es el inverso. Él ya me ha salvado. La alegría que tendría que tener es tremenda. Y la tengo. Pero es una alegría comedida y tranquila. No quiero que sea un fogonazo de intensidad que luego no se pueda mantener en el tiempo. Tengo el resto de la vida para saborearla.

Él me ha perdonado y por eso puedo ser bueno. En agradecimiento. Quien recibe mal responde con mal. Pero si me siento querido y feliz ¿qué motivo tendría para dañar a otros?

Antes mi respuesta era la venganza. Y era lógico, pensaba que la vida había sido injusta conmigo haciéndome tan mezquino y miserable. ¿Qué podía escupir sino malestar y veneno?

Ahora he aceptado lo que soy, porque quiero ser feliz y he descubierto que Él no me condena. 

En fin, pero cuidado con acercaros. Recordad lo que le pasaba a S. Pablo los primeros meses y que conté hace dos días.

3 comentarios:

  1. La imagen de Dios desapareció para mí a los veinte o veintiún años. Estaba en Asturias en mi primer viaje con unos amigos. Vivía una intensa crisis de fe que me había llevado por distintos movimientos de renovación. Uno de ellos precisamente era Renovación carismática. Toda mi relación con Dios desde los cinco años era terrible, culpabilizadora, abominable. Escribía poemas angustiosos dialogando con Dios. Pero un día tuve un insight, como le llamas tú, y me di cuenta de que no necesitaba a Dios para vivir, que era un estorbo. Era un tiempo en que leía a Teilhard de Chardin, a Helder Camara (teología de la liberación), a algún escritor inspirado en Pablo de Tarso, participaba en eucaristías en grupos reducidos... Pero no. Mi insight era que no necesitaba a Dios para nada. Si había que dar sentido a mi vida, tendría que dárselo yo. Eso sí, mi formación religiosa me ha servido, y me gusta (o necesito) a veces meterme en una iglesita y orar ¿a quién? No lo sé, pero no es a Dios. He de trazar mi propio camino, he de descubrirlo yo. El dios cristiano es tan real como el islámico o los de los antiguos romanos y griegos. Una pura invención para soportar la vida. Ahora bien, si lo necesitas, eres tú quien debes trazar tu propio camino.

    Tampoco soy enemigo de lo religioso. Me caen bien las monjitas. Conversaba mucho con una de clausura cuando tenía dieciséis años y llevaba una revista juvenil de un club parroquial en Zaragoza. Y guardo un recuerdo muy emotivo de las monjitas que tuve en parvulario.

    ResponderEliminar
  2. Joselu, lo que tú pienses de Dios no es lo relevante. Lo relevante es lo que piensa Dios de ti. Y un pajarito me ha dicho que piensa lo mismo que sobre mi. También a ti te perdona, estás salvado. Joselu, es una gran noticia. "Venid a mi los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Vaya monserga! A los iluminati les da por pensar que todos tienen igualmente ese ansia de Dios que crees tener tú. Dios es irracional, una creencia atávica. ¿Por qué no el dios musulmán? ¿Por qué no hacerme musulmán? También creen en él. Jesús es un personaje histórico al que salvó de la irrelevancia Pablo de Tarso y llegó en el momento adecuado para expandir su religión. No quiero perdón, ni salvación de algo totalmente imaginario. Tengo otras cosas más serias que hacer.

      Eliminar