Conversación ficticia (o hablando conmigo mismo). (ROJO 4)
Interlocutor: ¿Para qué
te has teñido?
Yo: Para pasar desapercibido,
no te fastidia. Está claro. Me gusta
llamar la atención, que hablen de mi, ser protagonista.
Interlocutor: ¿Pero no te
das cuenta de que es algo infantil? ¿Qué sentido tiene que hablen de ti por
algo tanto tonto? Se entendería si se tratara de haber logrado una meta difícil
o tener un mérito especial en algo… pero que hablen de ti por algo tan
superficial…
Yo: Si tuviera esos
méritos de los que hablas seguramente no necesitaría teñirme el pelo. Ese es el
problema. Necesito ser valorado por algo y me agarro a lo más fácil como último
recurso.
Interlocutor: ¿No te
parece una esclavitud esa dependencia de los demás, esa necesidad de que hablen
de uno?
Yo: Claro que lo es. Pero
saber que es una esclavitud no me libra de ella. Necesito a los demás y su
reconocimiento. Todos lo necesitamos. Yo quizás más que el resto.
Interlocutor: Pero es una
manera trivial y pueril de distinguirte. Entiendo que todos necesitamos
sentirnos distintos pero…
Yo: El problema es que he
decidido aceptarme como soy. Soy así de simple y dependiente. Soy así de
infantil. Me siento feliz si todos hablan de mí, aunque sea por algo así.
Interlocutor: No te
entiendo.
Yo: Tampoco yo lo
entiendo del todo pero he decidido hacer lo que me da la gana sin importarme
demasiado como soy. Soy así. Me acepto como soy. No me importa reconocer que
necesito protagonismo. Mi pelo es mucho menos molesto que las intervenciones de
algunos compañeros en un claustro para hacerse notar. Yo no le quito tiempo a
nadie, el que no quiera hablar de mí que no hable. Después de haberlo hecho me
he sentido muy feliz. Me ha producido grandes satisfacciones y creo que hoy me
acepto más a mí mismo. Si no lo hubiera hecho sería el mismo pero un poco más
frustrado.
Interlocutor: Pero después de semejante bobada no pretenderás hacernos creer que quieres meditar y todo eso tan profundo...
Yo: He leído que nadie se pone a meditar siendo quien no es. Cada cuál medita siendo quien es. El nostálgico va con sus recuerdos, el triste con sus tristezas, el fantasioso con sus fantasías. Solo puedo meditar siendo quien soy. ¿Soy "un notas"? (O sea un tipo que da la nota) Pues eso. Meditar puede meditar todo el mundo.
No deja de tener cierta coherencia. Digamos que es la historia del samurai que se tiñó el pelo de rojo para lograr aceptarse a sí mismo y recibir el aliento del pueblo más por eso que por sus hazañas guerreras puesto que era un pacifista. Sería el título de una novelita: El samurai que se tiñó el pelo de rojo. ¿Me permitirás escribirla algún día?
ResponderEliminar