Aún tengo madre.
Aún tengo madre. Es una
madre que no vale para nada, pero es mi madre.
La dictadura de la
utilidad. Lo que no vale se tira. Tuve una madre muy útil. Nos cuidaba al niño
cuando íbamos al cine, nos daba de comer los domingos, organizaba para todos
los hermanos una espléndida cena en Nochebuena,
me regalaba un jersey o una camisa por mi cumpleaños, entretenía con su
charla a mi mujer mientras yo hablaba con mi padre y cualquier cosa que le
pidiera ella me lo daba encantada. Era muy frecuente que estuviera alegre y animosa,
haciendo bromas tontas que tenía más deseo de hacer reír que gracia.
Pero mi madre ya no vale
para nada.
Sin embargo, leyendo Biografía del silencio me di cuenta de que
tengo la mejor madre posible, porque es real. Antes de leer a d’Ors mi madre
dejaba mucho que desear, porque la comparaba con la idea de la madre que fue. Comparada
con esa idea, la pobre enferma que está en la residencia perdía su valor.
Despreciamos
la vida real comparándola con lo que podría ser y no es. ¿Pero cómo podemos ser
tan estúpidos? Solo lo real tiene valor. La realidad es más valiosa que cualquier
idea, imaginación o deseo. Porque es real. Las ideas, imaginaciones y deseos
son estupendos. Y serían perfectos si no les faltara un detalle: que no existen
realmente.
Aún tengo madre. Mi mujer ya no tiene.
Entrada de mañana: Rojo 3.
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