La satisfacción del deber incumplido
“La satisfacción del deber cumplido. ¿Y la del incumplido? La satisfacción de mandar a tomar vientos una tarea supuestamente ineludible”
Diarios de Iñaqui Uriarte.
Tengo el compromiso con los alumnos de entregarles el examen
corregido en una semana desde que lo hacen. Llegó el fin de semana y aún me
quedaba mucho trabajo por hacer. Hemos estado en el camping de Cáceres. Últimamente
salimos muchísimo. En parte por descansar de mis padres, aunque pueda sonar egoísta.
El plan era ir solos pero al final mi mujer me engañó y nos fuimos con unos
amigos. Hoy aún me quedaban cuatro de ocho preguntas. Corrijo pregunta por
pregunta, no exámenes completos. No puse el despertador y hemos amanecido a las
diez menos cuarto, todos los demás estaban ya llamando para desayunar cachuelas
en el bar. Renuncié a entregarlos
mañana. Siento una gran relajación cuando pienso “no tengo que hacer nada”. Les avisé por mail, para no tener que dar la noticia mañana y ver su cara de disgusto. La
vida no es una lucha constante. Se puede vivir sin pelear. Puedo vivir sin prisa.
Posponiendo las cosas. Renunciando a hacerlas bien. Hay mil cosas que pueden
quedarse por hacer. No tengo nada que hacer. Claro que tengo que tengo que dar
las clases, claro que tengo que atender a mis padres, claro que tengo “deberes”,
pero nada hay ineludible. Puedo parar, si quiero.
Llevo en el bolsillo media pastilla de Lorazepam. Como esos judíos que llevaban un
veneno encima para tomarlo antes de que los cogiera la Gestapo, yo tampoco pienso dejar
que la ansiedad me pille vivo.
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