Una vieja anécdota.
Hace muchos, muchos años, el párroco vino a
verme a casa. Yo sufría los síntomas de una depresión y él era el cura de la pequeña
comunidad cristiana a la que yo pertenecía. Era un hombre con mucha guasa.
No entiendo bien la razón por la que yo lo recibía en la cama,
pero así era. Él estaba sentado a mi lado y yo tumbado. No recuerdo de qué
hablamos. No era de mi depresión, pero en el trascurso de la charla contó algo
que tenía que ver indirectamente con ella y que consiguió hacerme reir.
- - Alguna viuda cuando la confieso me dice que se quiere morir. Les respondo:
Otro deseo no sé, pero ese le puedo asegurar que se le cumple.
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