Ubi sunt again.
Tenía yo en la cabeza sacralizado el recuerdo de una
acampada que hicimos siendo jovencillos. ¿Serían dieciocho? ¿Veinte años?
Pasamos quince días caminando por las Hurdes y acampando al lado de los pequeños
pueblos, uno nuevo cada tres o cuatro días. ¡Con qué cariño recuerdo aquellas
marchas cargados con las mochilas! Entonces había acampada libre y en todos los
sitios te indicaban algún prao donde
se podía plantar la tienda.
Aquellos recuerdos están en mi corazón más que en mi cabeza.
Por recuerdos de este tipo entiendo que los ingleses digan saber las cosas “by
heart” (por el corazón) en lugar que “de memoria”. Y creo que es porque comenzaba
a ser adulto, pues aquella fue la primera acampada que organizamos sin los monitores que nos habían dirigido en el grupo parroquial al que
pertenecimos siendo adolescentes. Participé
muy activamente en la organización de la ruta y conocía el mapa de memoria.
Planeamos todas las comidas concienzudamente y las compramos ya en Salamanca. Ahora me cuesta entender por qué. Los
nombres de los sitios, Batuecas, Ladrillar, Rio Malo, Vegas de Coria, parece
raro que pueda olvidarlos, si no lo he hecho ya.
Recientemente viajé con el coche –qué decepción- por la zona.
No encontré nada, absolutamente nada, que pudiera evocar aquel viaje.
De Vegas de Coria creía guardar, perfectamente, en mi cabeza el sitio de acampada, la alameda junto
al río. ¡¡Hay que ser burro!! ¡Para qué servirá
estudiar tanto si uno no asimila! En la parte más cercana al pueblo
habían en encauzado el río con unos muros de piedra y el lugar estaba cuidado y
bonito. Había álamos alrededor pero imposible saber dónde acampamos. ¡¡Hay que
ser burro!! Después de explicar cien veces a Heráclito y de citarles a los
alumnos mil veces la frase de que “nadie se baña dos veces en el mismo
río” me acerco a uno treinta años después creyendo que voy a encontrar el mismo
río.
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