27 febrero, 2014

Los rusos apoyan a los ucranianos.


Los árboles, los árboles, describid los árboles, aunque no entienda el bosque

El día pasado yo había quedado como siempre para intercambiar media hora de inglés por media hora de español. Llevaba un propósito: pedirle a mi amiga rusa que me tradujera algunos titulares de la prensa rusa a cambio de leerle yo a mi vez algunos de la prensa española. ¿En relación con qué tema? Saber qué dicen en Rusia sobre la situación en Kiev. 

Ella no se ciñó a leer titulares. En realidad no me leyó ninguno. Me contó la idea que tenía del asunto. Comenzó diciéndome que ella sabía que ahora en Kiev había una especie de guerra civil porque los manifestantes ya no tenían miedo de hacer “cosas malas”. No tenían miedo de matar personas. Mi sorpresa fue enorme. Contó algo de un robo. A unas mujeres les habían robado sus “aretes”. Aproveché para distender un poco el ambiente hablando sobre la palabra “pendiente” en español. Esto de enredarme un ratillo a cada paso hablando de las palabras que usábamos lo hice con cierta frecuencia a lo largo de toda la conversación. El presupuesto de mi pensamiento era “la prensa rusa os engaña, la prensa europea es más objetiva y cuenta lo que está pasando” Este prejuicio mío me hacía ser cauto. No quería que se notara lo que pensaba, porque ella podía sentirse ofendida. No quería que apareciera mis supuestos mentales: “Vosotros vivís en un país no democrático y nosotros en uno que sí lo es”. Yo todo lo decía con sumo cuidado, nunca decía “las cosas son así” sino “la prensa española dice que…” 

En Europa lo que se decía era que había sido gente de la policía, francotiradores pro-rusos, los que habían asesinado a manifestantes disparando desde lo alto de edificios. Al menos esa es la idea que a mí me había llegado. Le leí un titular español que tenía delante: “Cientos de policías piden de rodillas perdón por la represión en Ucrania”. 

Le pedí que me explicara quién era Thymoshenco. Ninguno de los dos sabíamos con certeza quién era, pero ella me dijo que estaba en la cárcel. Yo le dije que había sido liberada. Ella no lo creía. Le pedí que escribiera en Google “Tymoshenco” y “free”. Enseguida encontró que había sido liberada. Comentamos la palabra “released” para engrasar la conversación.
Ella explicó que creía que la culpa la tiene el primer ministro ucraniano “que ha sido débil” y ello ha llevado a que los “protestors” no tengan miedo a hacer cosas malas. Como asesinar gente. Yo no sabía exactamente cuántos policías habían muerto ni cuantos manifestantes pero creía –sin tener datos exactos- que los muertos caían del lado de “la gente”.

No hablé del zoológico privado que supuestamente se había encontrado en el palacio presidencial (apuesto a que no tenía ni idea), no me acordé, era un detalle sin demasiada importancia. Ella nombró el adelanto electoral. Y me explicó que hacía falta no sé qué enorme cantidad de dinero para ser candidato (nada peor que un número en inglés). No seguimos por ese camino pero yo entendí que aquello era una crítica velada a la democracia. “Ella comentó que solo personas muy ricas podían ser candidatos”.
Aunque ya he enunciado cuál era el supuesto del que yo partía, deseaba mostrarlo lo menos posible. Planteaba siempre las cosas en plan muy relativista: “lo que os dicen a vosotros y lo que nos dicen a nosotros”. Al final de la charla se reveló que ella partía exactamente del mismo supuesto que yo, pero en sentido contrario. 

Ella afirmó que la prensa europea apoyaba los intereses europeos en Ucrania. A mí me parecía bien su afirmación pero quise completarla con la misma para el otro lado. “La prensa rusa apoya a aquellas posiciones que benefician a Rusia” Ella me corrigió: No. La prensa rusa, sencillamente, apoya a los ucranianos.

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