Alumnos que pasan desapercibidos.
Hay alumnos poco llamativos. No son ni feos ni guapos, ni
listos ni torpes. No destacan por nada, no tienen buenas notas, no arman en
clase, no preguntan nunca. Suelen ser alumnos callados, tímidos. No dan un
ruido en clase, seguramente hablan con el compañero pero únicamente cuando toda
la clase está hablando. Pasa un trimestre entero y casi ni te has enterado que
los tienes. Si son nuevos ni siquiera te has aprendido el nombre. Un día caes
en la cuenta de su existencia.
Y entonces te sientes mal. Piensas… ¿Cómo puede
poner este chico interés en mi asignatura si yo ni siquiera sé que él existe?
El domingo, a eso del mediodía, bajé a comprar algo de pan. En la esquina bailaba un viejita al son de un pasodoble que tocaba un gitano con su acordeón. La ancianita giraba sujetando a la altura del pecho su bastón con las dos manos , como si se aferrase mimosa a la solapa de un príncipe. Estaba feliz abstraída del mundo, y tintineaban sus pendientes de feria como si se encontrase en una fiesta aldeana en mitad de un prado con casetas, anís, farollillos y una orquesta antigua de armas tomar. Unos pasos más allá, la contemplaba su hija con una ternura algo avergonzada. La hija era más o menos de mi edad. Me acerqué a ella con complicidad: Qué guapa tu madre, y olé su salero. Como una niña inocente parecía reise de la purria urbana.
ResponderEliminarQué grandes han sido nuestros mayores, qué auténticos y espontáneos todavía..
Ay, los sueños...(inclusive Descartes tuvo que palparse el camisón alguna noche reveladora)
Sí, los alumnos gilipollas acaparan mucho nuestra atención. Nos esforzamos con contener las aguas bravas, que no inunden el patio. Pero esos discretos, buenos e inteligentes saben que colaboran en silencio con nosotros haciendo de diques.
ResponderEliminarTambién sospechan que los queremos y valoramos más que a los desbordados.Pero en su humildad y piedad callan. Son los mejores, los discretos que diría Aristóteles. Cuando no están si que se nota un terrible vacío.