09 diciembre, 2013

La sabiduría de Trapiello.



Es solo una frase, pero encierra una gran sabiduría. Estás sacada de uno de sus diarios, creo de "Las inclemencias del tiempo".

Enredarse en una verdad minúscula.

Alguien había dicho una estupidez contra Trapiello, o le había hecho algún otro tipo de afrenta. Trapiello llevaba horas venga a darle vueltas al artículo que publicaría para responder y dejar en evidencia al bobo. Y entonces se da cuenta y decide no escribirlo. Se da cuenta de la pérdida de tiempo. Pero no solamente eso, es pérdida de vida. Y es entonces cuando Trapiello escribe la frase feliz.
"Enredarse en una verdad minúscula".
Está muy expresivo lo de la verdad minúscula, porque no se trata de que en la refriega no lleve razón uno, no es que no sea verdad lo que le diría al bobo, pero es una verdad que no va a ningún sitio ni alimenta a nadie. Es una verdad inútil, que te distrae de las buenas verdades.

Y lo más curioso es que a Trapiello le pasa con cierta frecuencia. Quizás por eso ha sabido verlo. Se enreda en los pequeños desprecios que alguien le hizo y se le envenena la sangre para nada. Es muy ajustado también lo de “enredarse”, le das vueltas y vueltas y no hay manera de desenmarañar los hilos y  te sientes así: enredado.

Recuerdo el prólogo de uno de los diarios en los que denigra el aspecto de un catedrático de literatura porque desanimó a un estudiante que quería hacer una tesis sobre sus diarios. “Sobre la vida cotidiana nunca se ha hecho literatura” decía el catedrático, o algo así. Y Trapiello, herido y vengativo, le dedica el prólogo con gran desprecio… enredándose en una verdad minúscula.

En algún sitio dice Trapiello que una obra de arte hay que celebrarla, no hay que criticarla ni analizarla, sino celebrarla. De acuerdo, ¿qué sentido tiene sacar defectos a los diarios en lugar de celebrarlos?





A uno le gustaría que “nuestro protagonista”, con el que uno se identifica, estuviera por encima de nuestras miserias y nunca se enredara en verdades minúsculas. Precisamente porque a uno también le pasa, sueña con que  su escritor sea más guapo que uno.

Y esta entrada, que comenzó muy bien alabando lo bueno, termina mal, enredado en la minúscula verdad de criticar lo malo.

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