02 noviembre, 2013

Padres y pasado.

Hace mucho tiempo, explicándome un libro de Agustín García Calvo, “Endecha de amor”, un amigo viejo (quiero decir mucho mayor que yo) me decía que trataba de los recuerdos del autor sobre su padre y de sus amores y odios hacia él.

En aquel momento yo era mucho más joven y no podía entender –me sorprendía mucho- que se pudiera tener odios hacia un padre. ¿Odios por qué?

Con los años mi visión se ha hecho menos ingenua. He visto que se puede tener odios hacia una persona que quieres. Incluso es probable que a todas las personas que amamos también en alguna medida los odiamos, quiero decir que en algún momento nos han hecho daño, nos han perjudicado, nos han herido y el recuerdo de ese daño y el rencor que pudieron suscitar en nosotros también forman parte de la relación.

Hay un capítulo de “Los Soprano” que recuerdo especialmente. Es uno en el que Toni Soprano y su mujer tienen una monumental pelea matrimonial. El capítulo me parece interesantísimo desde el punto de vista psicológico. Ambos se quieren, a su manera pero se quieren, viven bien juntos, pero un día descubren la distancia que existe entre ellos y entonces todos los rencores acumulados emergen a la superficie con una crueldad brutal. Si durante años se han mostrado cariño y amor, un día se muestran mutuamente lo mucho que también se han hecho daño y el mucho daño que, para vengarse, desean hacerse. Es algo parecido lo que siente un novio despechado. Todo el amor se da la vuelta y aquella pasión amorosa se vuelve ahora odio sin medida.

Hablando con mis hermanas de mis padres he recordado todo esto. No creo tener asignaturas pendientes con ellos. Quizás en otros tiempos tuve cierta relación de competencia con él, pero ya hace mucho que acepté a mi padre como es, "maté al padre" y dejé de reprocharle costantemente sus defectos. Con mi madre también tengo una relación tranquila. Descubrí que no era la mujer más buena del mundo, como creía de pequeño, pero eso no me enemistó con ella. Saber como era realmente me ayudó a comprender mejor a las mujeres.

Si he contado todo esto es porque he descubierto que quizás mis hermanas no vivan la relación con mis padres de modo tan felíz como yo.

Cuento todo esto a raíz de una reunión que tuve con mis hermanas hace unos días. Yo no tengo conciencia de vivir la relación con mis padres de modo tan tormentoso. Quizás en otros tiempos tuve una pugna grande con mi padre. Quizás me fastidiaba que fuera como era, quizás porque me parezco demasiado a él y no me aceptaba a mí mismo, qué se yo. Desde luego eso ya se acabó. No tengo con él ningún conflicto, ya maté al padre hace bastantes años y no tengo con él cuentas pendientes. Tampoco las tengo con mi madre. No parece que lo vivan así mis hermanas. Por las cosas que contaban o dejaban entrever le daba a uno la sensación de vivir dentro de una película de Igmar Bergman. Heridas afectivas antiguas, rencores guardados durante años, dolor acumulado y nunca resuelto. Me cuesta mucho entenderlo. Quizás en otros tiempos pude sentir algo parecido. Ahora nada similar tiene que ver con mi vida. 

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