¿Quieres gustar o quieres enseñar?
¿Quieres gustar o quieres enseñar?
Creo que la respuesta a esta pregunta define de modo
decisivo el tipo de profesor que uno es.
No es que enseñar y gustar sean cosas incompatibles. Precisamente
se puede decir que si enseñas gustarás, los alumnos prefieren aprender que
perder el tiempo. Pero solo con el paso del tiempo se recuerda agradecido a los
profesores que nos enseñaron de verdad. El buen profesor puede no ser juzgado
así inmediatamente.
La pregunta también podría ser ¿quieres agradar
inmediatamente o a largo plazo?
El problema es que tarde o temprano el deseo de agradar
entrará en conflicto con el de enseñar. El aprendizaje es algo costoso,
esforzado y laborioso. Y el profesor es el que impone la carga de los deberes,
el que es exigente examinando, el que en definitiva es visto como el responsable
de la dificultad del aprendizaje. Y a él se le echa la culpa de lo escarpado
del camino.
Y el profesor puede escabullir el bulto haciéndose más
permisivo, haciendo más suave el camino a costa de hacer solo la mitad.
¿Cuál es mi prioridad?
A mí me importa mucho el qué dirán. Tengo que hacerme auténtica
violencia para marcarme como objetivo la enseñanza. Es una lucha constante.
Por ejemplo, el humor. El chiste se puede usar para relajar
el ambiente en determinados momentos. Se puede usar para suavizar un tema
árido. Ese es el uso correcto. Pero también se puede usar a cualquier hora para
lucirse como payaso. Tu meta puede ser recibir la recompensa inmediata que
supone una carcajada general. Y la risa, si es muy frecuente, deriva en falta
de disciplina e impide, a la larga, dar bien la clase. Mi natural sería hacer
el payaso a todas horas. Además, ser gracioso es fácil para un profesor, porque
las ganas de diversión en el alumno las tiene siempre de su parte.
No diría que mi objetivo es gustar, quiero ser buen
profesor, pero desde luego tengo que luchar conmigo mismo para no dejarme
llevar por mi deseo de agradar.
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