09 septiembre, 2013

VOLUNTAD DE SUFRIR.

Uno de mis defectos es extremar las cosas. Tomo un pequeño detalle insignificante y lo convierto en un símbolo del todo. Un pequeño defecto mío es para mí un modelo completo de derrota. Un gesto de descortesía que tengo con alguien se convierte en una muestra de que soy un licenciado en mala educación.
Ya lo sabía pero el otro día sucedió una cosa que me lo reveló de nuevo.

Mi mujer se despertó en medio de la noche descompuesta. Tenía un poco de fiebre, sólo unas décimas, pero se sentía horrorosamente mal, le dolían las piernas y el resto del cuerpo. Cuando yo me desperté, llevaba ya, la pobre, una hora y pico levantándose a vomitar (y más) y volviéndose a acostar. Se había tomado un paracetamol y yo la consolé durante un rato, media hora o así. Poco a poco la medicina hizo su efecto, dejó de tener escalofríos y se fue sintiendo mejor. Cuando ya estábamos acostados y más tranquilos, en el silencio de la noche, me acordé de una anécdota que contaba mi padre de aquel libro“Viven, la tragedia de los Andes”.

Mi  vida es una vida feliz. Mi mujer ha pasado unas horas malas, yo la he consolado un rato y ella se ha quedado relajada tras tomar la medicina. ¿Qué hago yo inmediatamente después pensando en lo dura que es la vida? ¿Qué hago queriendo reflexionar en la oscuridad sobre el egoísmo humano? ¿Qué necesidad tengo de preguntarme qué pasaría si ella tuviera problemas todas las noches? ¿Qué necesidad tengo de ponerme en esa suposición y tortúrame pensando las pocas noches que yo aguantaría cuidándola sin quejarme?


Muchas veces me parece que tengo auténtica voluntad de sufrir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario